Capitulo 2

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Entre los espacios que había en los estantes pude observarlo, con su distintivo cabello amarillo, murmurando cosas triviales en sus pensamientos. Respiré hondo y confié en que esta vez no lo escucharía pensar cosas que hirieran mi orgullo.

-Hola- dije una vez llegue al mostrador.

-¿Qué? No puede ser verdad, este chico...- pensó con una mueca de decepción.

-¿Te puedo ayudar en algo?- le dije de forma fría, ¿yo que tenía de malo?

-Ah. Sí, ¿podrías darme un frasco de alcohol?-

-Claro, ¿etílico o absoluto?-

-¿Existen dos tipos? Rayos- pensó mordiendo sus labios.

-Uno se usa para desinfectar, el otro para disolver- le dije facilitándole el trabajo.

-Ya lo sé- me respondió arrogante –Tonto, cerebrito-

Me crucé de brazos y sonreí hipócritamente para calmarme, éste chico es realmente un idiota.

-Ah...dame el que desinfecta- me dijo desviando su mirada.

-¿Tus muñecas siguen mejor?- pregunté inofensivamente, pero él abrió los ojos sorprendido e incómodo a la vez.

-Ah, no me preguntes eso, no te importa- pensó –Si...-

Busqué en un estante lo que me pedía, más una bolsita de motas de algodón de cortesía, tal vez las necesitaría para sus heridas.

-Pero yo no pedí el algodón- reclamó cuando le di su compra y el precio.

-Ah, es que...el algodón viene en paquete con el alcohol- le dije para que no me rechazara el gesto.

-Claro, gracias- me dijo buscando el dinero en un gracioso monedero de ranita -Oh...interesante, aquí el algodón es gratis. No te creo idiota, deja de ser tan amable, no necesito tu lástima ni caridad-

Desvié la mirada. Me descubrió, pero jamás sentí esa tal lástima de la que hablaba.

Puso el dinero completo en el mostrador y le di una factura.

-Ten un buen día- le dije sonriendo.

-No me interesa tener un buen día, solo quiero que acabe pronto- pensó forzando una sonrisa y levantando una mano para despedirse. –Aunque sería un poco mejor si no te vuelvo a encontrar en lo que queda-

¿Y yo que había hecho? Solo fui amable, sería una increíble suerte para él si me vuelve a encontrar. Tal vez era un pobre niño deprimido, pero no podía soportar el no saber porque su piel era testigo de una hojilla fría que luego se ensuciaría. Quería conocer el principio de todo.

Ya sé, tal vez me convertiría en un chismoso acosador de niños lindos rubios para conseguir saber la verdad, para conseguir conocer que cosa tan mala le había pasado como para cortarse los brazos.

Al instante que se fue, apunté en las planillas el cambio en el inventario del alcohol y algodón. Fue ahí cuando llegó mi reemplazo.

-Hola- exclamó una chica de cabello rosa como chicle.

-Hey- exclamé sin más, si ya había terminado mi turno, entonces no tardaría en irme.

-Bastante lindo y genial- escuché. Ah, no, de nuevo no. Era una de esas chicas que pensaban en que ya podrían casarse con un tipo con solo verlo –Ha de ser universitario-

-Bien ya me voy, el inventario de la tarde está listo sobre el visor- dije antes de que me arrepintiera de verdad.

-Espero verte más seguido- y con eso hui a mi pequeña casa/refugio.

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