Cuando terminamos de cenar, Iruka me acompañó a la puerta, disculpándose de nuevo por la ausencia de Naruto.
-Irukasensei- le llamé antes de irme. –Yo sé que no es de mi incumbencia pero, Naruto y yo hemos discutido sobre ello y quisiera saber si usted puede aclarármelo-
-¿Han discutido? No me sorprende, ese chico...- pensó –Si, por supuesto ¿Qué es?-
-Bueno, quería saber si ¿Hay alguna razón para que Naruto...esté triste?- pregunté con algo de vergüenza y cobardía, ya que esto debía preguntárselo a Naruto directamente.
Iruka pestañeó un par de veces y luego bajo la mirada. Me indicó que saliéramos al jardín y yo lo seguí.
-Ya sabía que no te dijo...suele no decirle a nadie- me dijo sin mirarme –Se esconde detrás de esa imagen ruda que tiene...-
Hizo una pausa y miró hacia una de las ventanas de las habitaciones del segundo piso, la que estaba con la luz encendida.
-Él...perdió a sus padres- dijo poniendo una expresión de dolor –Fue en un accidente de autos, él era un bebé, por eso nunca sintió ese cariño parental-
Miré hacia la misma dirección y mordí mis labios, eso había sido impactante. De repente mi sentido de la empatía me hizo sentir como si ya mis padres no estuvieran, sería bastante duro para mí.
-Él terminó viviendo con su padrino, pero años después, éste fue asesinado- me dijo quedándose sin aliento –Yo me hice cargo de él, no podía aceptar que nadie más asumiera la responsabilidad de este chico-
-Tan especial, tan feliz y ocurrente, al menos eso recuerdo, tenía miedo de que él se rindiera...-
-Desde entonces ha sido así...refugiándose en su interior, sin ganas de hacer amigos-
-Irukasensei- dije serio –Yo...quiero ayudarlo, ser su amigo, darle algo de felicidad-
El me miró a punto de llorar y asintió.
-Gracias...por favor, solo algo de felicidad-
Caminé hasta la calle algo triste, aquello me había hecho poner los pies en la tierra. lo que Naruto me ocultaba era algo bastante serio, me hacía parecer un entrometido, que no justificaría para nada, porque eso era.
Ya era de noche, y llegaba muy tarde a la farmacia. La chica de cambio de turno me esperaba algo enfurecida.
-Hola, chica de cabello rosa- le dije, pasando por alto su enojo.
-Es Sakura, tonto- me dijo colocando el inventario de golpe sobre la mesa –Llegas muy tarde-
-Ah, sí, lo siento- le dije dejando mis cosas en una estantería y colocándome la bata blanca.
-Suplí tu turno- me dijo cruzándose los brazos, esperando algo, yo solo levanté mis hombros restándole importancia. Ella suspiró –Pues, que me debes una-
-Yo no te pedí que me suplieras- le dije ante su condición.
-Pero...el viejo se enojaría, y no sabes cómo es-
-Me hubieses dejado averiguarlo si me ibas a chantajear, Sa-ku-ra- ella levantó las cejas y se mordió los labios –Vale, te debo una-
Ella sonrió y se fue contenta, convencida de que le devolvería el favor.
El turno que había desplazado era hasta la madrugada, y yo ni estaba con fuerzas ni ganas de quedarme allí hasta tan tarde, pero lo único que hice fue resistirlo. Pasada la 1 de la mañana, me quedé dormido sobre el mostrador, cansado y aburrido. Me costaba mucho pensar en las responsabilidades que me faltaban por hacer, como por ejemplo, mis tareas, acumuladas en los cuadernos, esperando un marcador rojo con una mala nota en ellas.
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No pienses en Nada
Fanfiction"Hay dos cualidades que me distinguen de ser normal: 1.-Puedo correr por largo tiempo sin jadear 2.-Puedo leer la mente La primera no es tan interesante, y la segunda es ridículamente imposible, pero es así. Desde que tengo memoria, he podido escuch...