La biblioteca era, tal vez, el lugar más tecnológico de la universidad. Al entrar, pude notar que era el doble de mi casa en la ciudad, además, contaba con dos pisos, y archivos de periódicos.
Pedí una computadora con el permiso de estudiante y pude leer algo de la clase de francés que tenía luego, la verdad no era tan difícil.
Cuando terminé, estaba tan fresco en el tema que solo podía esperar lo mejor, aun que tenía que llegar temprano y restarme un posible regaño.
Antes de irme, vi cerca de los libros la misma pelusa amarilla que me molestaba, por un momento mi cuerpo me traicionó he hizo que sonriera desprevenido. Rápidamente quité esa expresión de mi cara para fruncir el ceño, lo observé con cuidado. La misma curiosidad me volvía a consumir.
Chasqueé mi lengua dentro de mi boca y mordí mis labios, tenía que irme. Sabía, más bien, quería ir a donde él estaba, mi instinto de escuchar lo que pensaba estaba taladrando mi estómago, obligándome a evadir mis responsabilidades. No, debía ir a clases.
Volví a observarlo, estaba sentado con las piernas cruzadas sobre la silla, y una mano sosteniendo su mentón para hacer más cómoda la lectura. De vez en cuando movía los labios, murmurando las líneas del texto. Me decepcioné, quería ir a molestarlo, pero no podía.
Caminé con la cabeza en alto, sonriendo de mi propia ridiculez, casi parecía que me estaba empezando a gustar.
Al llegar al salón, lo primero que hice fue verificar que fuera el correcto, y recé para no hacer el ridículo intentando hablar el idioma.
Cuando llegó la profesora, era todo lo contrario a lo que me imaginaba. Ya saben, como en las películas, la profesora de francés vestida de negro, con una boina decorando su cabello rizado azabache, contrastado por un perfecto labial rojo remarcado, dejando mecer una bufanda estampada. No, ella era algo más escalofriante.
-Bon jour- dijo sin mirar a nadie, dejando sus cosas sobre el escritorio. Todo el mundo repitió la frase, y seguidamente reinó el silencio.
-Es una bruja- escuché algo distante del compañero que se había sentado a mi lado. No me asusté, pero si algún día me regañaba, perdería los estribos.
-Bienvenidos todos a la primera clase de francés, mi nombre es Tsunade, espero que su semestre esté empezando con buen pie- dijo haciéndome relajar un poco. –Por favor a provechen mis explicaciones y no me hagan perder el tiempo-
Tomó un marcador acrílico para la pizarra y escribió algunas evaluaciones que tendríamos a lo largo del semestre, y luego escribió y explicó lo básico del idioma.
Luego de dos largas horas de estar escuchando ese fastidioso acento, nos dejó ir con varias tareas y apuntes.
En mi cabeza todavía seguía rondando aquel impaciente pensamiento de querer ver a mi complicado compañero, así que traté de salir lo más rápido que pude del salón e ir a ver si seguía en la biblioteca. Pero algo me hizo tropezar.
-¡Ah!- escuché junto con el sonido de algunos libros cayéndose.
-Oh, lo siento- dije con la intención de seguir con mi camino, sin dejar la costumbre de mis malos modales.
-Ah, no encuentro mis libros- escuché. Me di la vuelta y la chica con la que tropecé estaba buscando las cosas que se le cayeron con dificultad. Sus ojos divagaban un poco y su nariz roja delataba sus ganas de llorar.
-Qué idiota- me dije a mi mismo regresando sobre mis pasos. Aquella chica no podía ver.
Me incliné junto a ella y sostuve su mano.
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No pienses en Nada
Fanfiction"Hay dos cualidades que me distinguen de ser normal: 1.-Puedo correr por largo tiempo sin jadear 2.-Puedo leer la mente La primera no es tan interesante, y la segunda es ridículamente imposible, pero es así. Desde que tengo memoria, he podido escuch...