Sonreí para molestarlo y me alejé de él. Simplemente, se había quedado en shock.
-¿Qué mierda me dijo?- pensó cubriendo su boca rápidamente.
Él se bajó de la butaca y dio la vuelta detrás del mostrador.
-¿De qué carajos me hablas? ¡Pervertido!- dijo gritándome, yo solo sonreía cínicamente.
-No me odias del todo ¿verdad?- le dije recordando que aquel beso parecía el mejor de su vida.
Él frunció el ceño y caminó hasta la puerta algo molesto, a punto de irse. Entonces se dio la vuelta y caminó hacia mí, golpeándome justo en una mejilla, tan fuerte que mi cráneo se acalambró por un momento. Después se fue, ignorando mi dolor.
No sé por qué reaccionaba de esa manera, si parecía dispuesto a entregarse a mí en ese momento. Pero supongo que fue mi condición que le hizo golpearme. No me gustaba el hecho de que existiera una condición para tocar, o en mi caso lamer, a la persona que me gustaba, y también me desagradaba el hecho de que a él le disgustara, aun que tenía miedo, quería lo mejor para él.
Busqué un poco de hielo para mi mejilla y aproveché en tomarme un analgésico para el dolor, concentrándome en terminar de hacer mí turno con buen pie.
Como siempre, esa noche tampoco habían ido muchas personas a comprar, me fastidiaba, pero de un modo menos egoísta, era bueno que las personas del pueblo no se enfermaran tan frecuentemente.
Cuando llegó el momento de irme, el viejo me dio algo de recompensa, a pesar de que aún no me tocaba la paga. "Los jóvenes saludables y responsables deben ser motivados" fue lo que me dijo, acompañado de otras frases que no pude entender muy bien.
Dejé salir un suspiro pesado que me reclamaba, y empecé a caminar hasta mi casa. Esa noche hacía una brisa fría que me hizo sentir escalofríos, a pesar de eso, era hermosa. Las estrellas se asomaban sin miedo, dejando todo cerca de ellas muy resplandeciente, iluminando mis pasos. Un sonido constante de algún insecto me acompañaba, como cantándole a las almas solitarias. Sentí algo de pena por mí mismo, si no hubiese sido tan rudo con Naruto, estuviese a mi lado, y me dejaría interpretar esa sonada de forma diferente, pero esto no significaba que estaba arrepentido de mis acciones.
Era casi las dos de la mañana, y lo recordé con mucho pesar cuando entré a mi casa. Todo estaba desordenado, justo como lo había dejado, pero estaba muy cansado como para hacerme el niño bueno y ordenado. Dejé mis cosas en el suelo y caminé impaciente hasta mi cama.
Me lancé sobre ella emitiendo un sonido y un golpe contra mi pecho, quedándome dormido con rapidez.
A la mañana siguiente desperté con la loca idea de querer cambiar de trabajo, pero pensándolo mejor, el aquel pequeño pueblo no podría encontrar grandes oportunidades.
Me estiré sin muchas ganas de querer levantarme, ya que mis días libres habían empezado. Debía aprovecharlos con responsabilidad.
Luego de bañarme, que parecía que no lo hacía en días, me sujeté el cabello en una coleta y empecé con la limpieza. La cocina: Lavé los platos, quité el polvo de los estantes, los limpié, el mesón y las estufas las dejé brillantes y acomodé un poco la nevera. La sala: Desempolvé los muebles, lavé el piso y acomodé algunos cuadros. Mi cuarto: Mandé la ropa a la lavadora, estiré sábanas nuevas y limpias, lavé el piso, y doble la ropa limpia. El baño: lavé todo ahí adentro.
Cuando terminé era un poco pasada del mediodía, y se me había olvidado desayunar. Aun así estaba alegre de que por fin mi casa estaba reluciente de limpia. Entonces salí al mercado para provenirme de alimentos.
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No pienses en Nada
Hayran Kurgu"Hay dos cualidades que me distinguen de ser normal: 1.-Puedo correr por largo tiempo sin jadear 2.-Puedo leer la mente La primera no es tan interesante, y la segunda es ridículamente imposible, pero es así. Desde que tengo memoria, he podido escuch...