Capitulo 6

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Él salió tranquilamente mientras yo quedaba sumido en la intriga. Me volví a sentar donde estaba en un principio y suspiré.

El silencio se volvió en el ruido más insoportable, y la curiosidad me hacía hervir la sangre. Me levanté del asiento unas doce veces, decidido a cometer alguna indecencia.

Observé por las ventanas de la sala y de la cocina que Naruto no estuviera cerca y corrí hasta el segundo piso. Me detuve viendo tres puertas de madera, talladas de manera similar.

Caminé despacio por el pasillo, jugando a las adivinanzas en mi cabeza. Abrí la primera puerta y era un baño de porcelana blanca, cerámicas blancas, y...un increíble jacuzzi tamaño familiar. Estaba tan fascinado, si Irukasensei seguía dándome más confianza, algún día le pediría permiso para usarlo.

Cerré la puerta sin darle permiso a mis pensamientos de imaginar perversiones y abrí la siguiente, había una maleta encima de la cama, así que supuse que era la de Irukasensei, cerré la puerta, no era la que me interesaba. Ignorando el hecho de que esta situación se parecía mucho a un cuento para niños, caminé hasta la última puerta, abriéndola sin esperar.

Estaba algo desordenado, pero de algún modo, era como el reflejo de su personalidad. Dejé la puerta entreabierta, teniendo en cuenta que en cualquier momento llegaría alguno de los dos.

La cama se encontraba justo al frente, con las sábanas sin arreglar, pero debajo de una ventana que daba hasta el jardín, llamando a la tranquilidad. Miré a mi izquierda y quedaba un gran closet con librero incluido de madera tallada. Comencé a creer que esta casa había sido decorada por un profesional.

Miré a mi derecha y caminé hasta un escritorio blanco pegado a la pared. Encima había una computadora encendida, con la batería apuntando a rojo. Me incliné sobre la pantalla y observé una lista de canciones demasiado larga para mi conocimiento, de bandas que yo jamás había escuchado. Justo cuando iba a bajar el cursor para mirar el resto de los nombres, se apagó.

Suspiré y me incorporé observando lo demás encima del escritorio. Una pequeña pila de libros de psicología y envolturas de chicles y otras chucherías terminaba de decorar su espacio de trabajo. Caminé hasta el librero pensando en que me sentía exactamente a una madre sobreprotectora y acosadora que no respetaba la intimidad de sus hijos.

Tomé uno de los libros y abrí la tapa, leyendo el título y las anotaciones. No tenía una colección en sí de un autor en específico que fuese su favorito, más bien era montones y montones de libros en general. Pasé las páginas del libro que tenía en mis manos de manera rápida, sin ojear de verdad, cuando noté que algo de había caído de ellas. Me incliné a tomarlo en seguida, si tenía marcada la página, estaba perdido.

Tomé lo que parecía ser un sobrecito blanco con una pequeña abertura y de ella salieron un montón de pequeñas hojillas para tela. Una vez que las tuve en mis manos, mi conciencia empezó a hablar. Por un lado, me decía que no era momento de estar husmeando en habitaciones ajenas, y por otro, me gritaba que debía llevarme aquel sobrecito blanco, llevármelo y deshacerme de él, al fin y al cabo, asumí como tarea desechar todo lo malo de la vida de éste niño.

Apreté mi mano y la llevé hasta el bolsillo de mi pantalón, con la intención de guardarla, cuando escuché el golpe de la puerta abriéndose.

-¿Irukasensei? Ya llegue-

Me quedé estático pensando en las miles de maneras en que podría matarme si me descubría en su habitación. Mi mano tembló y volví a guardar el sobrecito en alguna página del libro y lo cerré de golpe en un momento de desesperación. Salí de la habitación sigilosamente y corrí hasta el baño, encontrándome de frente a las escaleras con el dueño.

No pienses en Nada Donde viven las historias. Descúbrelo ahora