No pienses en Nada

Capitulo 4

Volví a tomar un libro sin ver el nombre y me senté en el mismo lugar.

-Dios, siempre espanto a la gente, nunca quieren conocerme de verdad- pensó sin moverse.

Aquello me resultó muy divertido, porque eso era lo que yo desesperadamente trataba de hacer.

-Y... ¿Qué más te gusta leer?- le pregunté abriendo el libro.

-Ah- exclamó mirándome como asombrado –Yo...pues...esto es lo que realmente me gusta-

Sonreí ante la respuesta. La verdad era es que estaba más animado por que me había hablado tranquilamente a la respuesta en sí.

-A diferencia de tus aburridos libros de biología- dijo en su mente -¿Estás estudiando biología?-

-No...no realmente- dije cerrando aquello de un golpe –Fue solo curiosidad. La verdad es que empecé a estudiar idiomas, justo el lunes-

-Ah, ¿será bilingüe?- pensó – ¿Te está yendo bien?-

-Si...es genial- le dije -¿Tú que estudias?-

-Psicología- dijo rápidamente –Si, insólito...-

-Genial- dije. No le vi sentido a su sarcasmo.

-Ah...aun no sé su nombre ¿no sería grosero preguntárselo ahora?- pensó.

Yo creo que él ya fue lo suficientemente grosero conmigo como para no tener confianza en preguntarme.

-Por cierto, mi nombre es Sasuke- le dije sintiéndome más cómodo.

-¿Solo un nombre? Vaya, se debe creer muy genial- pensó, causándome una pequeña migraña –El mío esNarutoUzumaki-

-Hola Na-ru-to- le dije sonriendo, pronunciando su nombre con las sílabas remarcadas.

-¿Será idiota?- pensó colocando una cara de lástima, burlándose de mi manera de memorizar los nombres.

-Mm, ¿El nombre de un ingrediente para sopa? Qué lindo- dije para vengarme.

-¡Ah! ¡Tonto!- pensó entrecerrando los ojos –Tú...-

-Jaja...no, enserio es lindo-

-¿Lindo? Basta...idiota- pensó sonrojándose.

Sonreí pensando que era muy adorable y luego caí en la cuenta de que tenía que ir a trabajar. Me decepcioné, quería pasar más tiempo con él, pero debía hacer dinero para sobrevivir.

-Ah...- suspiré –Tengo que irme-

-Claro- dijo –Ya creo que lo fastidié demasiado-

-Vives cerca de la farmacia ¿cierto?- le pregunté, el asintió –Bien, te acompaño a casa-

-No- dijo sorprendido –No tienes que hacerlo...-

-Vamos, no me cuesta nada sí esta de camino- me levanté y dejé el libro en el estante.

Él me miraba como a punto de negarse, y para convencerlo puse una sonrisa inocente. Él blanqueó los ojos y se levantó, pidió el libro para llevárselo en la recepción y salimos de ahí.

El cielo empezó a ponerse dorado cuando salimos de la universidad, y me costaba distinguir algunos mechones de su cabello. Él caminaba delante de mí, un poco más lejos de un metro, no podía leerlo. Era bastante gratificante para mí, estar solo concentrado en el sonido de sus pasos, el de su respiración, ver como su cabello se movía con la brisa que anunciaba el atardecer.