Cuando llegué a la farmacia, el viejo me miró sonriendo, a pesar de que no recordaba mi nombre, empezaba a caerle cada vez mejor. Continué con mi turno, adelantando dos horas para restar las del viernes y tener todo el fin de semana para descansar y adelantar mis tareas.
Aquella tarde fue la más lenta que había tenido en el trabajo, y comenzaba a sentirme fatigado, debía acostumbrarme a esta rutina lo más rápido posible, no podía fallecer en el intento. Aunque ese día habían asistido muchas personas, algunas a averiguar tratamientos o complementos de dieta y alimentos, otros, por la medicina de la alergia.
Llegué a mi casa muy cansado, y me topé con la pequeña sorpresa del mercado, debía arreglarlo. Decidí darme un baño primero, pero creo que fue mala idea porque caí rendido sobre mi cama, y no supe nada del mundo hasta la mañana siguiente.
Empecé a soñar con lluvia, una fresca que limpió todo en la calle, y haciendo sonreír a los amantes. Me sentía bastante feliz, estaba solo, dejando caer las gotas sobre mi rostro, frías y acalambradas. Supongo que era la manifestación de mi felicidad.
Desperté pasando una mano por mi cabello, carraspeé sintiendo la garganta seca. Fui hasta el baño y sonreí, tenía olor a limpio. Me cepillé los dientes y lavé mi rostro, cuando de repente empezó a sonar mi celular. Suspiré y fui a atenderlo.
-¿Hola? Hermanito, tiempo sin escuchar tu linda voz- escuché del otro lado.
-Ah, Itachi...- dije caminando hasta la cocina, volví a suspirar de frustración cuando vi el mercado sobre la mesa.
-¿Por qué dices mi nombre con decepción?- exclamó riendo –Dime, adivina dónde estoy-
-Arg, no me digas que afuera de mi casa por favor- pedí sentándome en una de las sillas de la cocina, y apoyando mi frente contra la mesa.
-Que cruel eres conmigo- dijo volviendo a reír.
-Lo siento, no es eso, es que ahora no estoy en condiciones ni ganas de atenderte- le dije siendo honesto.
-Igual no estoy ahí, ni siquiera en el país- respondió. Levanté mi cabeza y vi el numero en la pantalla del teléfono, era código europeo – ¡En Italia!-
-Oye, ¿no vendrías aquí?- pregunté recordando que Mikoto había dicho que él vendría de visita cuando estuviera de vacaciones.
-De todos modos ni querías que fuera contigo- me dijo, y le di la razón –Escucha, por eso le pedí a Fugaku que me ayudara con el pasaje-
Volví a golpear mi frente contra la mesa. Era el colmo, yo estaba sufriendo por sobrevivir y el solo iba a Europa con el dinero de mi padre. Aunque me retracté de pensar eso, esa fue mi decisión, independizarme.
-Que bien- dije entre dientes.
-Sí ¡espero verte pronto!- me dijo colgando. Aplasté el teléfono la mesa, solo me llamaba para presumir, ni siquiera para preguntar cómo me iba o al menos fingir preocupación.
Me resigné a la situación y comencé a arreglar el mercado del día anterior dentro de los estantes y gavetas, aproveché a cocinar algunos huevos fritos y arroz, lo que me acomodó el estómago al menos hasta medio día.
Me senté en el escritorio de mi habitación y encendí el computador, abriendo mi libreta al mismo tiempo, de verdad que tenía muchas cosas que investigar.
Primero hice las tareas e investigaciones de los temas de las próximas clases, luego continué con los informes y redacciones que tenía pendiente. Para cuando terminé era mediodía, y me di un baño para salir al trabajo.

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No pienses en Nada
Fanfiction"Hay dos cualidades que me distinguen de ser normal: 1.-Puedo correr por largo tiempo sin jadear 2.-Puedo leer la mente La primera no es tan interesante, y la segunda es ridículamente imposible, pero es así. Desde que tengo memoria, he podido escuch...