Kushina Uzumaki

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Estaba ahí recargada de un poste de luz el cual iluminaba la calle solitaria, el viento frío hacia que mi cabello largo y rojo atado en una cola de caballo se meciera.

Mis sentidos se agudizaron al ver allá a lo lejos a mi pequeña victima, es un muchachito de 20 años. Un magnate solicitó que acabara con el para que su hijito obtuviera un puesto en un trabajo importante, y a juzgar por las fachas del chico desafortunado, apuesto que se ha esforzado bastante por llegar a donde está. Es una lástima que su final esté más cerca de lo que espera.

-Sí, te lo prometo madre. Con mi nuevo sueldo por fin podré llevarte a conocer el mar. –Comentaba cantarín con el teléfono pegado a su oído.

Me coloqué la capucha de mi sudadera, el pasó por mi lado diciendo un amable "buenas noches" como saludo mientras seguía su camino. Yo respondí levemente, dejé que se despidiera de su madre y bum.

Lo hice rápido, un disparo fue suficiente, las personas alarmadas por el sonido tan peculiar salieron a investigar, subí a mi motocicleta y me fui del lugar tan rápido y pasando desapercibida.

Nombre... no tengo uno. No que yo recuerde, pero debido a mi historial y diferentes aspectos, uno de ellos mi cabello, me han bautizado como el Habanero Sangriento.

Cuando trato de recordar la humanidad que alguna vez tuve siempre recuerdo a esa tonta niña...

Mi vida se puede resumir en una palabra, "desgracia". Si por muy dramático que suene, pero es cierto, y nadie podrá comprenderlo a menos que viva lo mismo que yo.

Mis padres... mi madre era una mujer que estaba ciegamente atada a su esposo, no importaba nada para ella si se trataba de ese hombre.

Mi padre un alcohólico que a pesar de todo y contrario a lo que pensaban era alguien que amaba con locura a su mujer, si suena como una pareja estable y feliz a pesar de los problemas con alcohol.

Pero después estaba yo, todo la ira de mi padre recaía en mí, solía golpearme y culparme de todas sus desgracias. Cuando me quejaba con mi madre ella solo me decía que era mi culpa por ser una mala niña. Nadie ahí me apoyaba.

Pero bueno a pesar de la falta de cariño me daban casa y comida, que mejor que eso. Sin embargo las cosas empezaron a ponerse feas para mí cuando mi padre murió en un accidente automovilístico.

Mi madre se volvió loca literalmente, no podía soportarlo. Y buscó desesperadamente llenar ese hueco que mi padre había dejado en su vida. Al año de la muerte de mi padre volvió a casarse.

Un hombre que tenía un hijo dos años mayor que yo. Encantada con su nueva familia comenzó a olvidarse de mi existencia, a tal punto que pasé de ser la dueña de la casa a ser la criada de esos dos vagos.

Cuando cumplí catorce decidí que simplemente no podía seguir en esa casa, el desprecio de mi madre, el acoso de mi padrastro y el odio de mi hermanastro fueron razones suficientes para volverme una callejera.

Si, allá fuera tenía amigos, encontré algo parecido a una familia. Con el tiempo supe lo que era ganarse la vida. Robar dejó de tener un significado malo para mí.

Pero apenas era una cachorra en esto, mi primer asesinato marcó mi vida para siempre.

Yo me encontraría con mi pandilla a unas calles, pasaba frente a un cole, frené mis pasos al reconocer el auto de mi madre el cual ahora usaba el bastardo de su esposo.

Me vio e inmediatamente me interceptó, insultándome trató de obligarme a subirme al carro, pero no estaba en mis planes volver a ese lugar. Logré zafarme y correr.

Me enamoré de mi secuestrador.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora