Marioneta

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Su cuerpo lleno de sangre y sudor temblaba descontrolado, sentía que la muerte lo tentaba con la punta de sus fríos dedos. Tensó todos los músculos de su espalda cuando recibió otro azote por aquel látigo que le abría profundas heridas en la espalda. Lacerándola.

Arrodillado y humillado recibía una y otra vez los azotes sin piedad, pero no podía gritar ni quejarse o su castigo sería peor.

- Has soportado bastante, Sasuke-kun. –le dijo con frialdad aquel hombre con aspecto de reptil, uno bien disfrazado.

El muchacho de apenas quince años ni siquiera respondió, sus ojos estaban puestos en la nada. Ese color negro profundo se había convertido en un color gris. Sus parpados estaban tan bajos que daba el aspecto de estar adormilado. Su expresión era una de total serenidad.

-Te has ganado un premio, querido. –le dijo con tono venenoso mientras dejaba el látigo lejos.

Sasuke siguió en la misma posición, sin moverse en lo más mínimo. Frente a él fue colocado un pequeño televisor de caja. Y una grabación ya bastante conocida para él comenzó a sonar.

Sus ojos oscuros miraban las imágenes del vídeo, era un corto infantil. Había un conejo que usaba ropa como si fuese humano, y una niña entrometida que lo seguía a toda prisa, entrando a un mundo fantástico donde una reina de corazones les cortaba la cabeza a todos.

Pronto se encontró solo en esa habitación oscura que apestaba a sangre, su sangre. Misma que estaba esparcida por todos lados seca y podrida como todo en él.

No podía parpadear, solo miraba esos dibujos caricaturescos avanzar y moverse de un lado a otro. Y de se modo siguió viendo durante cuarenta y ocho horas lo mismo una y otra vez.

Pero para el muy mal herido Sasuke apenas y habían transcurrido unos cuantos minutos.

La puerta de metal se abrió dejando entrar a Kabuto que sin más se acercó al muchacho que estaba encogido con el rostro a pocos centímetros del televisor.

-Es suficiente por hoy. –sentenció apagando el televisor.

Los colores y dibujos se detuvieron al fin, dejando una pantalla en negro completamente. Y entonces se vio a sí mismo.

Su reflejo distorsionado en aquel cristal de color negro, su rostro estaba muy pálido, más de lo normal. Sus ojos estaban rojos e hinchados, y bajo estos había unas notorias ojeras que sombreaban con un color negro insano.

-Levántate. –Ordenó el de gafas mientras sujetaba con rudeza al joven por el brazo. Este parecía un miserable muñeco de trapo. Estaba en trance.

Obedeció sin objeciones por el trato que estaba recibiendo. Las heridas en su espalda le escocieron con intensidad cuando estuvo completamente de pie.

Lo llevó hasta una habitación más iluminada, la luz intensa y blanca obligó a Sasuke a cerrar los ojos en rechazo a aquella sensación en sus ojos al estar así de expuestos después de haber estado dos días en oscuridad completa.

Tuvo que recostarse boca abajo, dejando de este modo que Kabuto le curara las heridas de la espalda.

Gimió de mero dolor cuando le colocaron una placa de hielo sobre su piel herida y sangrante. Y así estuvo por unos minutos, luego Kabuto lo lavó con agua helada, la cual cumplía con la función de adormecer un poco la zona.

Después de eso el hombre con gafas le aplicó los suficientes medicamentos para que esas heridas desaparecieran en un día como mínimo.

Luego su torso y espalda fueron envueltos por vendas blancas, se sentía aliviado pues ya no dolía en lo absoluto.

Me enamoré de mi secuestrador.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora