¿Qué sigue?

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-¡No! –se removía entre las sabanas de su cama. Sudaba agitado y las lagrimas corrían sin reparo alguno por sus mejillas.

-Cariño. –por la puerta entró su madre la cual con preocupación lo tomó en sus brazos susurrándole que era una pesadilla.

-Diles que se detengan. –sollozaba el menor. Sus manos tapaban sus oídos mientras negaba.

La mujer comenzó a llorar, odiaba ver a su hijo así; sufriendo en sus brazos y no poder hacer nada por ayudarlo.

-Calma. –susurraba. –Todo está bien...-le acariciaba el cabello en un intento de tranquilizar a su hijo menor.

El niño sentía las corrientes eléctricas dañar su cabeza, ese horrible dolor invadir su cuerpo. Incluso pudo sentir que estaba atado a una camilla mientras le colocaban en la sien un transmisor. Odiaba ese tratamiento, pero tenía prohibido hablar de eso con su madre.

-Ya no quiero más terapia...-murmuraba el niño, sabiendo de antemano que en unas horas tendría una consulta con Orochimaru.

-Es necesario, hijo...-le contestaba su madre mientras le acariciaba el cabello.

El niño al escuchar esta respuesta tan solo dejó de sollozar, dejando a su mente a la deriva mientras sus ojos vacíos miraban a la nada. Parecía que con esa simple frase lograban "calmarlo".

Lo hacían entrar en un trance en donde olvidaba quien era, en donde parecía ser un cascarón y nada más.

-Eres Hebi. –le dijo el hombre serpiente con una sonrisa enferma.

-Soy Hebi. –murmuró con voz muerta, como si fuese una maquina. Hebi era una de sus muchas identidades que estaban grabadas en su destrozada mente.

-Sasuke Uchiha no existe. –dijo lo siguiente con odio.

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Ahora mismo se encontraba Sasuke en su escritorio de madera tallada, sin expresión alguna en su estoico rostro.

Su mano derecha jugueteaba inconscientemente con un bolígrafo, había momentos como ese en el que solo miraba a la nada, sin parpadear siquiera. Parecía un simple retrato inerte.

Se sumía en recuerdos que le eran imposibles de olvidar, aunque a menudo esos trances lo sacaban de quicio.

-¿Señor? –en la puerta de su despacho estaba una de las mucamas, la cual había permanecido ahí mirando expectante desde hace minutos como su jefe estaba sumido en su subconsciente.

Las pupilas negras chocaron con desgane y frialdad hacia la mujer que se sintió intimidada. -¿Qué quieres? –

Carraspeó un poco, con claro nerviosismo. –El señor Juugo lo ha estado llamando desde hace minutos. –informó mostrando el teléfono. Y como comprobante de sus palabras de nuevo tenía una llamada entrante del hombre con cabello naranja.

La rabia subía en el moreno, le molestaba que lo molestaran de ese modo. –Lárgate, no quiero ninguna molestia. Así que dile que lo atiendo más tarde. –

-Enseguida. –la mucama desapareció por la puerta casi inmediatamente.

Sasuke se masajeó entre las cejas, mientras trataba de volver a relajarse, de entrar en un trance enfermizo que le repusiera energías para ir a causar tanto daño como pudiera.

Sin embargo, sonaron unos golpecitos en la puerta, llamándolo. –Maldita sea, dije que no quería ser molestado. –Volteó hacia el lugar de donde provenía el ruido. Su perfectamente ceño fruncido se relajó de inmediato al ver ahí parado a Naruto.

Me enamoré de mi secuestrador.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora