Trago amargo

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Naruto dormía, después de esa crisis emocional había logrado conciliar el sueño con rapidez. Apenas su cuerpo cayó a la acolchonada superficie quedó dormido.

. . .

Sasuke por otro lado no conseguía dormir, apenas y podía mantenerse en calma. Sus ojos negros y profundos se entrecerraron, sus manos estaban entrelazadas sobre su escritorio cubriendo su boca.

¿Por qué había salvado de ese modo a Naruto? Se preguntaba mentalmente, pues nadie nunca le había despertado tales emociones como preocupación, odio, dolor, y... ¿aprecio?

Claro que sí. Itachi también lo hizo sentir en algún momento.

Flash Back

-¡Nii-san! –un pequeño Sasuke de nueve años corría por aquella oscura y silenciosa vivienda, sus gritos infantiles eran lo único que podía oírse.

Sus descalzos y pequeños pies apenas y causaban ruido, su respiración era agitada. Y no pudo avanzar más cuando su hermano mayor lo acorraló, sus ojos negros buscaron desesperados una vía de escape pero definitivamente había perdido.

-Ya basta Sasuke, dámela. –El menor hizo un adorable puchero, negándose a entregar la maleta. –Solo serán dos semanas. –

-¿Por qué no puedo ir contigo? –preguntó con el ceño fruncido.

-Recuerda lo que dijo tu doctor, no es bueno que abandones el tratamiento por mucho tiempo, y no nos puede acompañar a donde vayamos. –

-Entonces no vayas. –

Itachi sonrió y le picó la frente con dos dedos. –Prometo regresar antes. –Sasuke lo abrazó.

-Me da miedo quedarme con papá. –murmuró, el temor a su progenitor no era injustificado.

El de cabello largo abrazó aún más a su pequeño hermano, sin duda lo entendía. –Mamá y yo volveremos lo más pronto posible, lo prometo. –

Más tarde vio como Itachi subía a un auto en compañía de su amorosa madre. Se irían por dos semanas, su padre estaba junto a él en la entrada de la zona Uchiha despidiéndolos.

Fin del Flash Back

Kushina miraba con decepción la ciudad parisina, había pasado mucho tiempo desde que abandonó a su esposo, en que su amado hijo desapareció. Y no había podido hacer nada.

Sabía que Minato estaba en la misma situación.

Ni siquiera podía descansar, pues su socio no era alguien confiable, nadie le garantizaba que no tendría un francotirador apuntándole desde un edificio cercano. No podía darse el lujo de bajar la guardia.

Sus ojos grises miraron la fotografía de su familia. –Todo se arreglará. –murmuró.

De nuevo había caído en el mismo hoyo.

La ayuda de su viejo amante no era gratis. Y cuando recuperara a su hijo tendría que huir, tendría que mentirle a Minato nuevamente para poder irse a algún lugar en el mundo en donde nadie los encontrara nunca.

Con cansancio se frotó las sienes. Mañana recorrería toda Europa esperando encontrar a su hijo.

. . .

Un pequeño niño jugaba con una pelota, sus amigos lo obligaron a que fuera a recogerla cuando esta salió de su cancha improvisada.

Su mascota grande y peluda corrió a alcanzarlo, pero el can no parecía interesado en su amo. Guiándose por la nariz se metió entre los arbustos que separaban la tierra del desagüe. Sus ladridos alertaron al niño.

Me enamoré de mi secuestrador.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora