Capítulo 7

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27 de julio

Estamos desayunando algo hecho por mí por primera vez. Desde que llegué aquí no he intentado nada, pero tal era mi aburrimiento que terminé buscando recetas en internet para hacer panquecas. Desperté a eso de las siete y el hecho de tener esta cocina sola para mí me emocionó, aunque de nada sirvió porque él despertó treinta minutos después y se antojó de mí desayuno.

Bufo cuando escucho mi móvil sonar, en cuanto sea mi padre nuevamente corto la llamada. La única excepción es si se trata de mi madre o hermana.

Frunzo el ceño al ver el nombre de Alexa en mi pantalla. ¡Hasta que por fin me recuerda!

—¿Hola? ¿Llamas desde el más allá?

—¡Amiga! —chilla haciéndome alejar el móvil—. ¿Cómo estás? Llamé a tu apartamento y nadie contestó, llamé a tus padres y me dijeron que lo hiciera a tu celular. ¿Sucede algo?

—Has hecho bien llamar a mi celular. ¿Ellos no te han dicho más nada?

—No, sólo eso... Pero bueno, ¡adivina qué!

—Dime —volteo los ojos.

—Estoy en Miami... Y eso significa que... ¡Te invitaré a tomar un café!

Vernos después de tantos meses y tratarla por hipocresía luego de haberme enterado de lo que me hizo tiempo atrás.

—Me sorprende que quieras verme después de tu viaje a Australia, creí que...

—Por Dios, no digas eso. Eres mi única amiga, y la mejor ¿eh?

—A mí también me encantaría verte.

—Entonces hoy a las once, en la misma cafetería de siempre, ¿vale?

—Te veo allí. Adiós.

Siento la mirada de Geoffrey sobre mí, y es inevitable no sonreír. Pensar lo que él estará pensando ahora mismo me alegra. Ojalá piense que tengo a alguien más y se arrepienta de todo esto.

—Con permiso —hablo retirándome de la mesa—. Voy a salir a las diez.

—Vamos —mira su reloj—, no tengo nada que hacer hoy...

—A solas, Geoffrey. No me creas una niña para estar acompañándome a todas partes. Te pasé lo del vestido ayer porque ya ves que dicen que es de mala suerte, sólo por esosonrío—. Te toca ordenar todo, yo he hecho el desayuno.

(...)

A un cuarto para las once llego a donde hemos quedado, es algo lejos de la zona donde vive Geoffrey pero no había tráfico y eso fue lo mejor.

Ocupo una mesa para dos y para que la espera no sea tan larga pido un café. Sé porque Alexa ama este lugar; por los mesoneros y porque va más hacia la moda, con decir que las mesas a su lado tienen un revistero.

—Déjenme ver qué o a quién estoy observando —la inconfundible voz de Alexa me aleja del tema que leía en la revista.

—Alexa no otra vez, por favor.

Quiero hacerle recordar la vergüenza que me hizo pasar hace tiempo en este mismo lugar con uno de los chicos.

—¡Patricia! ¡Amiga! —me abraza.

El Arte del Destino (Prince Royce)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora