Capítulo 20

260 22 2
                                    

—Respóndeme.

—El beso de ayer porque pensé que así te librarías de ella. Cuando mencionaron la palabra "ex" pensé que no te daría gusto verla, que me agradecerías pero todo lo contrario porque te encantó verla. El de hoy, te recuerdo que fuiste tú quién lo hizo y ¿celos? Pff —hago una mueca—, no sé de dónde sacas eso.

—Yo sí sé de dónde lo saco —ignoro lo que dice, salgo del balcón hacia la habitación y hace lo mismo—. Patricia Smith.

—Puedes decirme solo Patricia.

—Bien, solo Patricia.

—Patricia —enfatizo.

—Ven aquí —jala de mí sacándome al balcón otra vez.

—Se te hace tarde, son las seis y media.

—Debo estar a las siete con treinta.

Me mira fijamente.

—No me mires así. Esa chica me cae patético, siempre quiere estar cerca de ti pero no sé porque me incomoda tanto.

—¿Nada más por eso? —asiento.

A la vez quiero decirle que esos besos causaron un efecto extraño en mi, diferente a lo que sentía con Alejandro. Pero me limito porque no sé cuál puede ser su reacción, tal vez pensará que estoy loca ya que a veces le recuerdo lo idiota que es y después me beso con él.

Su mirada logra impacientarme. Él también está esperando mi respuesta.

—¡Está bien! Sucede que cuando yo estoy comenzando a sentirme cómoda contigo, a adaptarme en esta situación a tu lado, viene ella... la prefieres a ella porque fue tu novia no sé por cuánto ni cuándo. Es muy hermosa aunque manipuladora, acorde a tu edad y... —soplo furiosa cuando noto que mi lengua es más rápida que mi tonto cerebro y le he soltado todo. El muy imbécil sonríe—. Te dije que no me mires así.

—¿Qué sientes exactamente?

—No lo sé, nada o algo. Es muy extraño y diferente. ¡Pero basta! ve a alistarte o habrán muchas impacientes por no verte a tiempo.

Entro a la habitación, remuevo entre mis cosas hasta dar con una ropa cómoda y sus brazos rodean mi cintura, momento en el que mi corazón reacciona inmediatamente.

Eres una estúpida niña Patricia, que siente atracción por la primera cara bonita que ves.

Me recuerda mi subconsciente.

¡¿No te das cuenta?! es tu futuro esposo pero a la fuerza, no estás de acuerdo con eso, debes alejarlo y ponerte un límite.

—Algo muy extraño y diferente.

Repite antes de rozar nuestros labios, roce que va aumentando hasta convertirse en un intenso beso. Camina hacia atrás hasta llegar a la cama donde se sienta, accedo a sentarme sobre sus piernas y segundos después me acomoda para quedar sobre mí sin dejar de besarme pero yo sólo pienso en lo que le molestaría a Penélope ver esta escena.

Mi blusa termina en un rincón de la habitación, besa mi cuello hasta llegar un poco más abajo del ombligo y evito soltar un jadeo. En este momento el miedo y nerviosismo me carcomen de sólo pensar lo que pasará y algo en mí se siente diferente, no sé con exactitud qué pero cuando me besaba Alejandro no se sentía así ni causaba esta sensación en la parte baja de mi vientre que es muy incómoda y placentera.

—¿Estás bien? —asiento.

Sigue besándome con ternura, por mi parte torpemente saco su camisa que comienza a estorbar y aprovecho de manosear su abdomen.

Dos golpes en la puerta nos detienen. Se pone de pie, mira su reloj y maldice en voz baja.

—Son las siete, joder.

Mis ojos comienzan a picar, necesito estar sola.

—Ve a ducharte —ordeno.

—Yo.. Ahora mismo...

—Por amor a ti mismo ve a ducharte ¡ya! y olvida lo de hace unos segundos ¿de acuerdo? imagina que has estado con Penélope.

—¿Qué tontería dices? Ella no es tan torpe como tú —intenta hacer una broma, cosa que me duele un poco.

—Entra al baño —gruño.

Los toques dejan de escucharse, lanzo lo que me pondría a la cama y me siento.

—¿No te vas a duchar?

—No, prefiero quedarme aquí.

El Arte del Destino (Prince Royce)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora