Capítulo 44

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7 de octubre

Royce

Me siento en el sofá una vez que termino de hablar por teléfono con mi madre y acomodo el tazón con palomitas de maíz que he hecho para acompañar el juego de fútbol que pasan en la televisión. En los últimos tres días he pasado la tarde así, viendo los juegos y encerrado en casa ya que junto al equipo hemos terminado los asuntos pendientes y estamos trabajando a distancia para los próximos.

Los padres de Patricia se fueron hace un día a New York y Sam salió junto a Patricia muy temprano al centro comercial a comprar cosas para bebés, excluyéndome. He querido no darle más vueltas a ese asunto de su embarazo pero me es imposible; Patti está bien conmigo, sí, pero cuando sacamos el tema de conversación sobre el bebé la noto extraña e incómoda.

—¡Goooool! —la televisión me aleja de los pensamientos y meto un puño de palomitas a la boca—. Gol, genialdigo para mí mismo.

Tocan el timbre con intensidad y bufo cuando debo desviar mi vista hacia la puerta. Dejo el tazón a un lado y me pongo de pie para abrir, he quedado en verme con Laura para firmar unas cosas.

—Hola Lau... ¿qué haces aquí?

Quita sus lentes de sol acomodándolos entre su camisa y sonríe.

—Hola Geoff, ¿cómo estás?

—¿Qué rayos haces aquí, Abril?

—Qué agresivo —hace una mueca—. No me escribiste ni llamaste más y quise venir a visitarte para que me cuentes todo lo que pasó en tu boda. ¿Te canceló, cierto? —se adentra a la casa con total autoridad—. Pensé que ya no vivías aquí, de hecho vine arriesgándome de conseguir a otras personas, recuerdo que me comentaste que querías mudarte a Los Angeles.

—Abril vete ya, por favor. Yo, yo de hecho iba saliendo.

—¿Sin camisa? —acerca su índice a mi torso y acaricia el mismo sin dejar de sonreír—, ¿ibas a salir sin camisa?

—Me refiero a que iba a vestirme para salir.

—Huele a palomitas, ¿estás solo?

—¡Vete ya! —alzo la voz—. Vete de una vez, no me hagas perder la paciencia.

—Qué agresivo. Dime algo Royce ¿olvidaste las veces en que estábamos juntos? ¿cuando nos besábamos y hacíamos el amor? —entrecierra sus ojos a la vez que muerde sus labios con la única intención de provocarme—. Aquí en tu casa, en mi depa, hasta en el estudio. ¿Lo olvidas?

—No me interesa recordar todas esas cosas Abril.

—Yo sí deseo recordarlas como también revivirlas —susurra cerca de mis labios y debo apartar la cara para no caer.

No debo caer ante sus encantos, no cuando quiero a Patricia.

Patricia

—Se te va a derretir el helado Patti. ¿En qué piensas? —pregunta Sam antes de acercar la barquilla a sus labios y degustar el helado de coco.

—En que hemos comprado muchas cosas sin tan siquiera saber el sexo del bebé.

—No me veas la cara de estúpida y dime la verdad. ¿Piensas en él, cierto?

—Sí —suspiro—, me siento mal por todo, siento que estoy mintiéndole de la peor forma y créeme que he estado a punto de decirle que este hijo sí es de él.

—¿Qué te detiene a hacerlo? ya él te dijo que con esa mujer no tuvo nada, no sé porqué le has mentido así.

—Eso lo dijo después, y cuando le mentí estaba muy dolida como también afectada por lo de Carlos.

—Soy tu hermana menor y siento que es al revés —se pone de pie—. Ahora mismo volverás a casa, yo seguiré a la universidad y prométeme que hablarás con él.

—Sam...

—¡Nada, Patricia! estás actuando como si de una telenovela se tratase y no es así, es la vida real y no puedes seguir lastimándote con tantas mentiras. Dime ¿qué si cuando mi sobrino o sobrina nazca se parece mucho a él?

—Para ese entonces el trato habrá acabado —añado mientras seco lo pegajoso que hay entre mis dedos gracias al helado derretido.

—¿Bromeas, verdad? estás diciéndome que terminarás con él después del trato.

—Prefiero no hablar sobre eso.

Llegamos a las afueras del centro comercial donde ella pide un taxi para mí y me ayuda a subir las cinco bolsas llenas con cosas para bebés.

—Han tomado una foto —avisa entre dientes.

—¿Qué? ¿Quién?

—Esas chicas de allá —las mira indiscretamente.

—Será mejor que me vaya. Llegarás tarde a retirar tu prueba de admisión y yo me expongo a que sigan alimentando su chisme con fotos. Nos vemos, háblame cuando llegues.

—De acuerdo, cuídate.

Le indico al señor que conduce la dirección y recuesto la cabeza al respaldo sin dejar de pensar tonterías acerca de la mentira que le he dicho a Royce.

—Señorita, hemos llegamos.

Abro los ojos rápidamente viendo la fachada de la casa y paso las manos por el rostro. Le agradezco al señor y le pago dejándole la propina, me ayuda con las bolsas dejándolas en la entrada y mientras va por la última abro la puerta.

—¡Royce! —exclamo ante la sorpresa de encontrarlo besándose con la misma chica que venía anteriormente.

Una punzada de dolor, celos y decepción se instala en mi pecho y las lágrimas no tardan en rodar por mis mejillas.

—Patricia, mi amor...

—¡No me digas mi amor! ¡No me digas nada! ¡Desaparece de mi vida!

—Escúchame.

—Bueno, ya que hemos terminado los dejo solos. ¿El taxi está libre? lo necesitaré —escucho que le pregunta al señor y el mismo asiente.

—No puedo creerlo —inhalo y exhalo tratando de controlar mi estado pero no puedo.

Me siento más estúpida que antes.

—Patti, escúchame...

Intenta acercarse y termino dándole una bofetada.

El Arte del Destino (Prince Royce)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora