Capítulo 39

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Cuando despierto estoy en la habitación de una clínica, tengo una intravenosa en mi mano y una enfermera supervisa unos aparatos.

—Buenos días —saluda cálidamente—. Qué bueno que despierta, todos afuera están preocupados. ¿Se siente bien?

Recuerdo la voz de Carlos, el lago, el intercambio de disparos y por último a él inconsciente sobre las rocas.

—¿Qué hago aquí? —comienzo a desesperarme.

—Tranquila. La trajeron aquí porque se desmayó, estaba deshidratada pero ya le están dando lo necesario. Su esposo ha estado muy preocupado por ambos.

—¿Ambos?

—No me diga que no sabía. Está embarazada.

—¿Él lo sabe?

—Sí —sonríe—. Ahora con permiso, debo darle su estado al médico.

Me distraigo unos minutos con los pensamientos, no puedo alejar la imagen de Carlos de mi cabeza. Todo pasó tan rápido, cuanto quisiera que fuese solo un mal sueño pero mis muñecas indican que no. Tengo moretones donde él ha puesto las cuerdas.

Alguien asoma peluche de color beige en la puerta y después Royce entra.

—¿Cómo te sientes?

—Ya estoy bien —susurro—. ¿Cómo está Carlos?

—Lamentablemente falleció en quirófano.

Mis ojos se llenan de lágrimas porque ahora la imagen de él sobre las rocas es más clara.

—Él lo quiso así, él mismo se dañó.

Suspiro y asiento lentamente porque sé que es así. Que él esté muerto no es culpa de nadie más, sólo de él.

—Patricia, ¿por qué no me dijiste que estabas embarazada?

Dejo de mirarlo, no quiero hacerlo. Tal vez durante las horas que estuve con Carlos pensé en él pero no olvido el mensaje que recibió el día de la boda.

—¿Por qué no me lo dijiste?

—Pensé que no te importaría.

—¡Por Dios! ¡Es mi hijo! de regreso regreso irás por tus cosas, y volveremos a casa.

—¿Disculpa? —río—. No eres mi padre para darme órdenes y también soy mayor de edad.

—Y yo soy tu esposo, padre del bebé que esperas. Le diré a Ricardo que te has ido de...

—¡Dile lo que quieras! No pienso volver con un hombre como tú.

—Ese hijo... —señala mi vientre—, es mío y no voy a permitir que crezca lejos de mí por tus niñerías.

—¿Sabes? si voy a volver a tu casa pero de una vez te digo Geoffrey, que ya no soy aquella estúpida a la cual obligaron a casarse contigo. ¡Y ya no me mires así! ¡Este bebé no es tuyo!

Este bebé no es tuyo. ¿En serio no se me pudo ocurrir una idea mejor?

—No te creo.

—Si no quieres, no lo hagas. Ya déjame sola, fueron unas horas difíciles y estoy agotada.

(...)

La misma enfermera vuelve rato después a decirme que ya puedo volver a casa. Me hacen un último chequeo y finalmente salgo del consultorio.

—Ten esto, es para ti —Royce insiste en darme el peluche.

—Gracias —finjo una sonrisa. Una vez que lo agarro se lo tiendo a una señora que camina a nuestro lado—. Puede llevárselo a su hijo.

—Gracias, está muy lindo.

—Agradezca al chico —miro de reojo a Royce.  

Mis padres no dejan de abrazarme una vez que vamos caminando hacia el estacionamento, y me siento incómoda al abrazar a Smith fingiendo que no se nada. Samantha es quien está en la parte trasera conmigo.

—Me preocupé mucho, nos preocupamos hermanita. Pensé en lo que sería capaz ese loco.

—Está muerto, cayó a mis pies Sam.

—No es tu culpa Patti, él lo buscó.

—Lo sé, lo sé pero esa escena sigue en mi. Sentí mucho miedo ¿sabes? él quería matarme, realmente iba a hacerlo.

—Pero no pasó, estás bien y aquí con nosotros —acaricia el vientre y me guiña—. Mi padre se encargó de todo los trámites funerarios —aclara su garganta—, es lo mínimo que pudo hacer luego de haber arrastrado a Carlos con su veneno.

Una vez que estoy en el apartamento, Sam se encarga de guardar mis cosas en una maleta pequeña. La observo mientras estoy sentada sobre la cama y me sonríe.

—Terminaste volviendo con él.

—Dijo que le diría a Ricardo que decidí irme si no lo hacía.

Y porque lo quiero. Realmente quiero a Royce, aun después de haber leído ese mensaje. Me siento estúpida por eso pero temo cuál sea la reacción de mi padre al saber que estoy esperando un hijo de Royce, hijo que no estaba en el trato.

Royce estaciona frente a su casa y soy la primera en bajar, tiro la puerta con fuerza y hago una mueca de dolor al rozar mi muñeca con el pantalón.

(...)

19 de septiembre

Me pongo al día con la fecha en cuanto reviso mi móvil y suspiro; estuve tres días encerrada en aquél horrible lugar. Leo los mensajes de las compañeras del curso y recuerdo que hoy debo ir pero no estoy preparada físicamente ni psicológicamente para asisitir.

—Recibiste varias llamadas cuando no estabas —se aparece en la habitación y trae un vaso con leche—. Una de ellas fue de un tal teen mom.

—Sí —evito mirarlo—. Es un curso para madres adolescentes y solteras.

—Pero no estás soltera.

Se sienta al frente y me repito lo jodida que estoy por él cuando sonríe, relame sus labios y desordena su cabello.

—No estás sola con este embarazo. Tal vez todo ha ido muy rápido pero está bien, no me arrepiento de nada Patricia, ¿y tú? —pregunta cerca de mis labios y lleva un mechón hacia atrás.

El Arte del Destino (Prince Royce)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora