Capítulo 32

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—¿Qué haces aquí? —me acerco a él desafiando a sus hombres con la mirada—. Samantha me contó todo Carlos, y no creas que soy tan tonta para dejar que se vaya contigo.

—¡Quieran o no, vendrá conmigo! Es mi esposa, mando sobre ella y exijo que vuelva a casa.

—¡No! —me pongo en medio de ambos cuando veo su intención de sacarla—. Si quieres ve y cuéntale a Ricardo pero de aquí Samantha no sale.

—Mira, niña —habla entre dientes—. No pienso perder millones de dólares sólo porque esta cobarde haya huido de casa ¡¿me escuchas!?

—¡No le grites! —Royce me hace a un lado enfrentando a Carlos y me asusto cuando esos hombres quitan el seguro del arma para apuntarlo—. Si eres tan hombre anda a comisaría, has la denuncia allá y veremos quién sale perdiendo.

—Royce, ven aquí —intento alejarlo por temor a que esos hombres hagan algo—, y tú Carlos, vete ya. No pierdas el tiempo. Sam y yo tenemos suficiente pruebas para demandarte por maltrato hacia una mujer.

—Esto no se va a quedar así, se los juro. ¡Chicos, vamos!

Nos da una última mierda antes de subir al auto.

—¿Estás bien? —le pregunto a mi hermana quien seca sus lágrimas.

—Si... no, me asusté mucho. Pensé que me llevaría con él.

—Ya ves que no —sonrío y acaricio sus mejillas.

—Pero no se va a quedar tranquilo. Lo conozco Patricia y hará de todo para no perder ese dinero.

27 de agosto

Y cuando deseo que estos días pasen lentos, más rápido pasan. Ya mañana seré su esposa. Mis padres llegaron ayer de New York y se sorprendieron al ver a Samantha aquí pero luego de explicarle la situación, Smith más que todo entendió y hasta pidió una orden de alejamiento para Carlos.

Me cuesta ver a Smith, tratarlo con naturalidad después de saber lo de Alejandro pero es un tema que en su momento saldrá a la luz.

—Hija —mi madre aparece en la sala con una pijama amarilla, rollos en el cabello y una mascarilla verde en su rostro.

Es una adolescente atrapada en el cuerpo de una señora.

—Pensé que dormías.

—No tengo sueño todavía. ¿Dónde está Royce?

—Reunido con unos amigos —miro el reloj—. Aunque ya debe estar aquí, se fue muy temprano.

—No me digas que estás celosa.

Sus amigos le organizaron una despedida de soltero, ajenos a la situación de que esta boda es una farsa y sólo espero que no hayan mujeres descaradas en esa reunión.

El Arte del Destino (Prince Royce)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora