Capítulo 12

266 17 1
                                    

Geoffrey

Una vez que Patricia se fue a su salida le marqué a Abril, una mejor amiga pero con todos los derechos. Anteriormente fuimos "novios" pero nos dimos cuenta de que no funcionaba ni que funcionaría a futuro, razón por la cual decidimos cortar pero seguir viéndonos y pasar el rato.

Estoy con ella en la habitación, a horcadas sobre mí y disfrutando hasta más no poder el momento, cuando el tono que tengo para llamada se escucha en la habitación y gruño.

—No contestes Geoffrey —pide mientras acaricia y besa mi pecho velozmente.

—Estoy esperando... —jadeo—, una llamada muy importante Abril, debo parar un momento.

—Puedes contestar sin necesidad de parar —sonríe pícara—. Cuando sea esa niña le dejaré claro que estás ocupado. ¿Por cuánto tiempo estarás haciendo la de niñero? —cuestiona divertida antes de deslizar el dedo en la pantalla.

—¿Habla el Señor Rojas?

—Sí, ¿quién habla? —aparto a Abril porque es imposible hablar correctamente con ella sobre mí.

—Le marcamos porque su prometida, la señorita Smith, se encuentra en emergencia justo ahora señor.

—¡¿Qué?!

—No se preocupe que no es nada fuera de control, la señorita ya está bien pero aun así no puede irse sola. ¿Vendrá por ella o será necesario que le pidamos un taxi?

—¿Dónde se encuentra?

Capto la dirección y frunzo el ceño al saber que está en el parque. Abril se enoja cuando sabe que debemos interrumpir el buen momento por ir a buscar a Patricia y termina yéndose. Me siento estúpido caminando entre los niños que se divierten comiendo algodón de azúcar y jugando con cualquier cosa en medio del parque.

Llego al final y visualizo a Patricia sentada en una banca frente a lo que parece ser la cruz roja, con un montón de globos al lado.

—En serio les dije que no era necesario que vinieras —dice y se pone de pie.

—¿Estás bien? —evita en todo momento que la mire a los ojos.

—Sí. ¿Vamos o piensas subir a la atracción para los estúpidos cardiólogos pedófilos? —añade y sonrío ante la tontería que ha dicho.

Llegamos al auto, ella sube a la parte trasera y sigue evitando que pueda ver sus ojos. De regreso a casa escucho cómo solloza pero me limito a no preguntar nada porque al parecer no la está pasando nada bien.

Patricia

Al llegar a casa voy directo al área de la piscina porque creo es la única parte de esta casa donde puedo sentirme sola e intentar olvidar lo de hoy.

—¿Con quién saliste? —pregunta Geoffrey.

Descarto lo de estar "sola", es su casa y parece tener rasgos de gasparín porque no lo siento llegar.

—Con una persona. Ya sabes, de carne y hueso como tú pero que por supuesto sí tiene corazón, más inteligente y menos ambicioso que tú. ¿Por?

—Porque no te ves bien, nada más ve tus ojos. Pareces ser un mapache u oso panda con eso negro en tus mejillas.

¡El rímel! Por eso odio usar mucho maquillaje.

—No es problema de nadie.

Pasa las manos por su rostro frustrado y luego saca un manojo de llave de su bolsillo; pincha el primer globo y el molesto sonido me irrita.

—¡¿Qué haces?! —grito pero me ignora y sigue explotando hasta solo dejar en mis manos la cinta que los unía.

—No soporto que mi casa parezca un cumpleaños con esos globos.

—¡Ah, si! Debe ser que en tu boda no pondrán globos —digo sarcástica y se acerca un poco—. Aunque considerándolo, deberíamos pedir flores fúnebres para ese día, ¿qué opinas?

—¿Qué edad tienes? ¿Dos? —hace una mueca—. Actúas como una bebé.

—Prefiero eso a parecer un imbécil como tú.

Sus manos se acomodan en mi pecho y de repente me empuja hacia el agua que está muy fría.

—¡Te vas a arrepentir! —grito acercándome a la escalera—. ¡Muérete!

—Mátame —se encoge de hombros restando inportancia.

—Ganas no me faltan —me cruzo de brazos intentando pasar el frío.

—¿Muy fría? —sonríe de lado y le salpico agua—. Quizás si me meto se calienta.

Se lanza y nada hasta llegar a mí.

Me acerca más a él, deja sus manos en mi cintura y me sorprende cuando besa mis labios. Intento zafarme pero con eso consigo apegarme más a su cuerpo. Hago puños en su pecho pero ignora los débiles golpes y termino dejándome llevar por este tonto beso.

De alguna forma se lo agradezco porque me olvido por unos segundos de Alejandro y me centro en los problemas que vendrán más adelante.

El Arte del Destino (Prince Royce)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora