Tecnicolor

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Polo

"Son cosas de niño"

Fue lo que dijo mi madre cuando llegué con el primer moratón de una larga lista durante mi temprana vida académica. Recuerdo que estaba llorando y ella ni caso. Fue padre quién montó la de Dios con el director. "No podemos hacer mucho, lo sentimos" y así comenzó la peregrinación de centro en centro. Hubo un tiempo en que tuve miedo; no quería salir a jugar, me ocultaba durante los recreos, dejé de hablar con nadie e incluso comencé a ser irrespetuoso. Ahí madre sí intervenía y me reprendía. Fue padre quién me ayudó a manejar mejor mi emociones. Era mejor expresarlas que guardarlas.

"Tienes derecho a estar enojado, pero eso no te da derecho a ser cruel..." Me lo decía siempre que hacia una rabieta y lastimaba a alguien.

Pero aun así ni en casa estaba a salvo. Mi hermano me molestaba –y hasta la fecha lo hace— con que todo lo que hacia era de maricas. Había dejado de ir a clases de punto porque cada vez que me veía con las agujas me decía: "pero mira a la nena", Inútilmente trataba de defenderme negando tal afirmación, "eso dicen las nenas" replicaba con su risa burlona. Ahí tampoco decía nada madre, después de todo, ella creía que mi hermano me daba lecciones de realidad, que tal vez así podría forjarme un carácter fuerte y plantarle cara a los que me hacían llorar tres veces por semana. Mi papá lo reprendía pero mi madre siempre lo justificaba.

Claro que ni Lucio ni mi madre saben que soy homosexual. Lo menos que necesito es que realmente me molesten por ello. Había esperado dos meses después de la separación de mis padres para contárselo a padre. Recuerdo que estaba en el salón, revisando la proposición de su amigo. Estaba tan nervioso que las manos me sudaban. ¿Qué tal sí me dejaba de querer? No podía perderlo a él.

"Padre. Necesito hablarte". Él dejó de lado sus papeles y se senté a un lado suyo, miré mis piernas, el techo, a todas partes y él simplemente esperaba que hablaba. Cerré los ojos y sé lo solté: - Soy homosexual.

Hubo un silencio corto. Vi cómo calibraba su respuesta y tal vez mi reacción. Cuando por fin lo hizo su respuesta me dejó sin habla.

"Ya" dijo él, esperando que le dijera otra cosa "¿algo más?"

Ahora me causa gracia pero en ese momento no entendía por qué lo tomaba tan bien.

"Chicos..." puntualicé, creyendo que padre no sabía qué significaba esa palabra.

"Te van los chicos. Lo sé, ¿tienes preguntas?"

"No" respondí.

"Bien" dijo él y yo no pude eso tarde preguntarle que sí no le molestaba, "claro que no. ¿Por qué me molestaría? Digo. Me va a importar cuando comiences a tener novios y tal, porque eres mi hijo y soy un poco celoso como padre." Sonreí ante tal respuesta y luego me reí por su afirmación final: "eso sí. Tu apellido irá primero siempre, que Merino-Mendoza pocos..."

Pasé la página del libro que estaba leyendo, ese recuerdo me había hecho sonreír. Oí la puerta abrirse, volteé para ver que Lucio entraba por la puerta, le dediqué una mirada rápida y volví a mi lectura.

- ¿Qué lees, hermanito? - dándome una palmada en la nuca y quitándome mi libro.

- ¡Auch! ¡No hagas eso! - le grito evitando sentir dolor por el golpe y tratando de alcanzar mi libro - ¡Dame eso! - pero su golpe es tan fuerte que me detengo a sobar mi nuca.

- Como lo sospeché - aseveró viendo el título: "Nos vemos en París" -, cosa de maricones... - repasando las hojas.

- ¡Dame! - tratando de quitárselo. Era el primer libro que padre me había regalado.

Mírame: te quieroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora