Prometo llamarte "amor mío"

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Ricardo había terminado de hacer una llamada; había dejado su trabajo y a su novia en Ronda así que quiso ponerse al día en ambos rublos. Cuando terminó, pilló a su hermano, espiando el salón donde estaba el televisor y la Play que había llevado consigo Roberto, quién jugaba con Polo. Podía sentir en su mirada un amor grande.

- Sabes que es muy joven - le dijo Ricardo a Rodolfo. Ambos hombres miraban a los más jóvenes jugar a la Play emocionados -. Los dos sois muy jóvenes - cruzando sus brazos. Ninguno de los dos menores hasta ahora, se había quejado de los sermones que Ricardo les daba.

- Lo sé, pero, es en lo único que puedo pensar - confesó Rodolfo sin poder resistirse a soltar una risa. Mirar a Polo jugar con su hermano menor le soltaba en su cabeza un futuro con niños, en una casa donde vivirían felices -. Además, con el divorcio no quiero ni pensar en qué va a ocurrir con Roberto. Sé que Sonia tiene poca paciencia con los chicos...

- Sí - rascando su nuca. Ricardo mismo sabía bien el significado de "sois muy jóvenes".

- Pero no la culpo. Es algo desesperante y seguro que acabaría con la cordura de Oriol y Raúl.

- Por ahora parece que Polo le agrada. Podría ser bueno para él.

- Es bueno para todos... - fue lo último que dijeron antes de oír:

- ¡Has hecho trampa! - chilló el infante viendo enojado a Polo.

- ¡Pero sí has ganado!

- ¡Me dejaste ganar! Ibas a la delantera.

- Me has pillado, lo siento - soltando una risa.

- Te perdono - abalanzándose para abrazarlo y darle un beso sonoro en la mejilla.

- Bueno. ¿Por qué no vamos a comer los cuatro? - sugirió Ricardo entrando.

- ¡Sí! - gritó Roberto poniéndose de pie corriendo para abrazar a su hermano. Polo lo hizo con su novio y los cuatro salieron.

Cuando acabaron, Ricardo decidió darles un tiempo a solas a los novios cuando decidieron ir a ver la parte alta del pueblo.

- Id vosotros. Luego os alcanzamos.

- Que mi nuestro hermano se mea con las alturas - le dijo bajito Roberto a Polo -, pero no le digas que te he dicho.

- Estoy aquí, botarate... - jalando su mano.

- Que no hay vergüenza en ello... - admitió hundiendo los hombros para seguir caminando.

- Vale - dejándolos andar por el pueblo.

- Me encanta estar contigo - soltó Polo mirando desde lo alto del pueblo. Era un paisaje gris a contraste con el verde de las plantaciones y lo café de las zonas áridas. El viento corría cerrando el cielo.

- También a mi - rodeando su cintura con sus manos.

La tarde se volvía gris y el cielo se estaba llenándose de nubarrones y de la nada comenzó a llover, la gente corría a ocultarse en rincones cercanos. Los enamorados corrían también, debajo de la cazadora de Polo. El viendo corría por los tejados y las plazas más a prisa, despertando el olor a tierra mojada de los alrededores. Un olor magnífico, casi a la par que la brisa marina de la malagueta; un olor más que te hacia sentir en casa.

Llegaron a la casa riendo; lo que parecía un chaparrón se había prolongado por media horas y a saber sí paparía. Sus hermanos no habían llegado.

- Estás empapado - dijo Polo al ver a Rodolfo mojar el piso. Sacándose la camisa.

- Pero qué haces, que vas a pillar algo. Ven, vamos arriba, pronto.

- ¿Aquí? ¿Ahora? - Rodolfo no había pensando en eso, pero ya que lo había sugerido... ¿por qué no hacerlo.

- Sí. Ahora - riendo, tomando su mano.

Y sólo eso bastó para que se colgara del mayor para besarlo desesperadamente. Sólo había amor entre ellos, pasión, deseo y un poco de lujuria hacia que perdieran el control en la habitación. Se fueron desprendiendo de su ropa mojada hasta llegar a la habitación. Y no había clima más perfecto que ese; una casa sola, porque sus hermanos se habían quedado en casa de su amigo hasta que pasara la lluvia; Rodolfo le quitó el bóxer a Polo y comenzó a recorrer su cuerpo, a disfrutarlo sin parar. A besar sus labios.

Una embestida profunda, un gemido ahogado, un beso tibio. Era la noche perfecta para confirmar que se querían y que se hacían tanto bien; un ambiente denso, aire caliente y sudor lubricando sus cuerpos. Ahí incluso el alma estaba desnuda; besos que se volverían morados, marcas de guerra en la espalda, un espacio reduciendo entre ambos con la esperanza de volverse uno. Golpeteos entre la pelvis y las olas de Rodolfo, gritos, gemidos, susurros en el oído. Un "te amo" al concluir y caer rendido sobre Polo, quién besó a su novio y este lo giró para que quedara encima de él. Le gustaba verlo ahí, con sus brazos sobre su pecho recargado su cabeza sobre ellos. "Te amo" insistió Rodolfo viéndolo fijamente.

- También te amo, amor mío - dándole un beso.

Polo lo vio quedarse dormido. Se quedó a admirarlo, la luna iluminaba su rostro resaltando el brillo de su piel. Recorrió con su dedo su fina nariz, sus labios.

- Te amo...

Se sentía seguro ahí, a pesar de estar completamente desnudos, las manos de su novio entrelazadas sobre su cintura lo mantenían a salvo. Lo miró, estaba enamorado de él; se imaginó una vida con él, un futuro sólo con él, con alegrías y sueños por cumplir.

- Te amo - dándole un beso antes de dormir.

Mírame: te quieroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora