Por esta noche

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Polo bajó las escaleras nervioso, mirando nuevamente hacia atrás para ver a su padre que le sonreía. Sí era sincero, siempre se había imaginado en este momento: ver a alguien esperando por él frente al portal, con los brazos cruzados y una sonrisa que despertaba tan pronto verlo salir. Creyó que sería durante la etapa de la ESO, o durante su primer año de bachiller. Pensó que tal vez sería un chico de su altura, tal vez más delgado y sin ninguna particularidad en específico, un chico dulce con quién descubrir ese sentimiento tan noble que era el amor, tal vez alguien tímido con quién entrelazar su mano viendo una película en su casa, alguien con quién tener su primer beso, torpe y húmedo casi a escondidas. Pero no. Quién lo esperaba era alguien con buen cuerpo, mayor y con toda la galanura que jamás había esperado. Un chico que conoció en un restaurante, alguien que lo había visto entre tanta gente; que le quería, ahora lo veía; sus ojos se habían fijado en él. Pudo haberse fijado en alguien más, pero sus ojos lo veían a él con tanto amor que jamás sintió. Alguien que no tuvo problema alguno con tomarlo de la cintura y acercarlo a él para plantarle un largo y tibio beso en mitad de la calle. Haciendo olvidar a Polo que su padre le miraba desde la ventana de su habitación, oculto detrás de las cortinas.

Por primera vez en mucho tiempo Polo se sentía afortunado. Rodolfo estaba ahí, recargado en su Audi rojo. Era mucho más de lo que pudo esperar en su primera relación, así que no se contuvo de temblar de alegría y sonreír emocionado al verlo ahí vestido de camisa azul marino, vaqueros de cuero y zapatos de gamuza café. Su situación antes de salir no había sido diferente a la que había pasado Polo; pensó en alisarse sus rizos, pero recordó que a él le habían gustado así que lo conservó, pasó un largo rato decidiendo cómo vestir para demostrarle que podía ser el chico que Polo necesitaba.

Polo consiguió que Rodolfo se separa de él con pequeñas risitas al tener que esforzarse para mantener sus talones separados del suelo para seguirle el beso.

- Hola - dándole un último beso entre la mejilla y la mandíbula. En ese momento se sintió afortunado de ser bajito, podía ver la luz que desprendían los ojos de Rodolfo.

- Hola - respondió Rodolfo rodeándolo con amor tibio; consiguiendo que Polo consumiera todo el aire que cabía en el centro de ese dulce abrazo. - ¿Estás listo?

- ¿Dónde vamos? - aceptando la caballerosidad de Rodolfo al abrirle la puerta del auto.

- Te propongo bailar... - arrancando el auto.

- ¿Bailar? - a Polo le encantaba la idea.

- Con toda el alma, sin descansar - sonrió -, pero primero...

Llegaron a la playa.

- No me lo creo... - aceptado la ayuda de Rodolfo para montarse en el techo del auto.

- ¿Preferirías un restaurante de lujo? - siguiéndolo con la mirada, admirando la poca gracia que tenía  para subir.

- No. Esto es perfecto - admitió tomando su mano -, así podemos tener un poco de intimidad - abrazando su brazo.

Era una noche singular; el cielo estaba despejado así que la luna bañaba todo de playa, algo que inquietaba al mar y lo hacía bailar, un baile que le seguía el viento; era un va y ven de olor a sal, mezclado con el olor a azahares del perfume de Polo; eran sólo ellos dos,

Despiste y le regaló una rosa.

- Bueno. Cierta los ojos - ordenó tomando una tapa, Polo obedeció y lo hizo -, ahora abre la boca - se dispuso a ponerla en su boca. Pero, al verlo ahí, conteniendo una risa, lo que hizo fue poner su boca sobre la de él y besarlo. Polo por primera vez se sonrojó; su primer beso robado y sabía a chorizo y panceta algo que le causó mucha gracia.

Mírame: te quieroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora