Algo peligroso

790 84 6
                                    

Rodolfo.

Cuando lo dejo, lo primero que pienso es: madre mía. ¡Es un bachiller! No lo parecía. Pero ¡madre mía! Había sido la tarde más perfecta que había tenido, la conversación fue tan orgánica, brincando entre gustos, manías y locuras. Eso sí, sin que ni por un momento las risas acabaran hasta que... la mencionó. ¿Eso se ha creído él? ¿Qué era su amiga la que me gustaba?

El apartamento que comparto con mis amigos, está cerca de la malagueta, fue lo más cercano y barato que encontramos de la universidad. Es la tercera línea de apartamentos a partir de la playa, aquí imaginamos el mar.

- ¡Eh! - me grita Oriol desde una esquina -, ¿tenemos o no tenemos pariente? - me río y me acerco a saludarles. Verlos enfundados en sus chaquetas me hacen sentir el fresco de la noche.

- No - respondo algo desanimado. Venía pensado justamente en él y buscando las llaves claro.

- ¿Por qué no? ¿Qué ha pasado?

- Hemos quedado mañana - ambos chocan sus palmas -, pero no para nada entre nosotros, que me va a presentar a su amiga - se quedaron callados -, esa es exactamente la misma reacción que tuve cuando me lo dijo - entrando en el edificio.

- ¿Y qué piensas hacer? - me pregunta Oriol, el más emocionado por verme de novio.

- Pues encontrarme con él... - metiendo la llave y abriendo el apartamento.

- Que no puedes hacer el paripé - me advirtió Raúl.

- Sí ya lo sé, pero... - tirándome en el sofá. En realidad no sabía qué hacer. ¿Y sí la chica, está enamorada de mi?

Que lío...

- ¡No hay pero que valga! A ti te gusta el chico, ¡no puedes jugar con dos personas! - ululó Oriol.

Mi cara de niño risueño que ha sido pillado haciendo alguna travesura aparece cuando debo confesar que no sólo me gusta, sino que me había mostrado una vida diferente. Recuerdo la primera vez que le vi. Yo estaba tan ocupado con solventar los gastos de estudiante, que cuando entró él lo olvidé todo. Lo primero que vi de él fue carita limpia y dulce; una mirada llena de alegría y una línea larga que sustituía su sonrisa, una extraña combinación que me volvió loco al grado de quitarle a mi compañero esa mesa. Se movía con cierto nerviosismo.

- Venga. Que sí quieres te dejo la comisión... pero por favor... - "debo conocerle" pensé.

Cuando se sentaron y me sonrió, había caído ya a sus pies. Recuerdo que me miraba ocasionalmente. Yo no podía decirle nada. No estaba seguro de qué decirle, además, estaba con ella. ¿Qué tal sí era su novia? ¿Quién me iba a decir que todo lo que había dicho y hecho lo había interpretado como que me gustaba su amiga?

Los tres estamos cansados así que decidimos irnos a dormir. Por fortuna soy el que tiene la habitación con baño. Ellos comparten la otra y el baño de general. Cuando me meto en la cama, vuelvo a pensar en el día que lo encontré en la tienda, me sentí tan dichoso. Había aparecido así un día en mi vida y al otro el destino nos quiso reunir.

Cuando llego a la universidad me pregunto, ¿cómo me va a encontrar? Ayer ninguno le pidió el móvil al otro. Estoy tan nerviosos que las clases las paso pensando en él y el lío en que me metí por él.

Estuve caminando un tiempo sin rumbo. ¡No siquiera habíamos fijado la hora! ¡Cielos! Pienso.

- ¿Listo? - me pregunta alguien picando mis costillas, haciéndome saltar.

- ¡Pero tú me quieres matar del susto! - le digo, pero mi risa, la risa que desde que le conocí, me gana. Y la suya me que me enamore más de él.

Mírame: te quieroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora