¿Qué clase de idiota?

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Polo había conseguido que Rodolfo cayera a sus pies y no lo sabía. Y no es que fuera alguien difícil de enamorar, pero como muy pocos, realmente sabía de qué iba el amor. Había estado en tantas relaciones y ninguna había merecido la pena como la que tenía con el bajito moreno. No había pasado ni un día en que no le quisiese besar; había conseguido que el tiempo fuera más lento y estos cinco días una tortura. Se había enamorado de su nerviosismo, de sus inseguridades y de la forma en que se miraba preocupado al espejo y luego se enamoró de él; de sus ojos azules, de esa sonrisa que le iluminaba su mundo, de su risa meliflua ¡cómo no lo veía! Cada detalle suyo lo hacía auténtico, único y a los ojos de Rodolfo perfecto. Sí hubiese sido un poco más valiente...

- ¿Y? - preguntó Raúl preocupado al ver a su amigo intentarlo una vez más, pero la respuesta fue negativa. Rodolfo había intentado contactar  durante los últimos tres días a Polo, sin éxito alguno. Desde la primera llama nada se había preocupado.

- No. Nada.

- Pues nada chico, vamos a su Instituto - sugirió Raúl.

Los tres estaban preocupados. Durante el fin de semana no le había cogido el móvil a Rodolfo y se preocupó más al no verlo en la tienda el domingo, que en ese mes y medio que llevaban conociéndose era el mejor día para ir a verle con la excusa de ir a comprar cositas y como jamás habían visto a su amigo así de enamorado, no querían que se diera tan pronto por vencido. Además, no era normal que de un día para otro desapareciera.

Le esperaban a la sombra. Veían salir a los chicos, riéndose al recordar esas épocas, preguntándose sí así de pringaos se veían. Rodolfo se ponía de puntillas para tratar de verlo salir. Se sentía un colegial, nervioso y deseoso de verle. Había esperado tanto por alguien como Polo; alguien que le hiciera alterar sus palpitaciones, que no le dejaría ir. Ya no más.

- Ay codenao - le dijo Oriol a Rodolfo apretándole su moflete izquierdo -, quién te viera así de enamorao...

- Que todo el mundo - aseguró Raúl tomando el otro -, menos el chico que le gusta... - dándole una bofetada leve.

- Ah. Pues es verdad - dijo Oriol riéndose con Raúl, haciendo enfadar a Rodolfo, pero sólo por un momento, porque luego también le causó gracia.

Pasaron cinco minutos y aún no salía. Pero vieron entre los chicos a un rubio algo altanero cubriéndose los ojos del sol. Los tres le llamaron.

- ¿Has visto a Polo? - preguntó Rodolfo incisivo dejando los saludos de lado.

- Sí, acaba de irse - para Mateo se le hacía de lo más normal esas visitas inesperadas -. Su padre ha venido a por él - lo malo era que significaban poco sí no eran nada o no estaba Polo

- ¿Sabes por qué no coge el móvil? - luego de una expresión de insatisfacción por la respuesta. ¿Había salido frente a sus narices sin ser notado? Sí. Polo quería salir de esa cuita sin que nadie lo mirase hacerlo. Los ánimos de ver a nadie se le habían ido.

- Porque... ha cambiado su número... - conocía de hace poco a Polo pero ahora confirmaba que no le contaba a nadie mucho.

- ¿Por qué? - preguntaron los tres al unísono.

Mateo desvió la mirada y torció sus dedos.

- ¿Por qué? - preguntó Oriol sacando su móvil y les enseñó una foto. Un par de chicos habían pasado riéndose de una foto y diciendo, "¿pero no es ese el gilipollas de la mesa con la pintada?" "Sí. Polo..." Y les quitó el móvil para verla. Ahí estaba la foto. En dónde se veía a Benjamín empujar a Polo alejándolo para que no intentara besarle. Se miraron asustados.

Mírame: te quieroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora