Él es tanto para ti

428 47 6
                                    

Por la mañana Polo estaba frente a los fogones. Dándole a Rodolfo, quién lo miraba desde el marco de la puerta, una estampa de un futuro que estaba por convertirse en realidad.

- Buenos días - anunció Rodolfo entrando en la cocina.

- Hola - apagando los fogones, acercándose a su novio listo para marchar a la universidad -, he preparado café y unas tortitas de moras.

- Me encantan.

- También te he puesto unas tostas de queso crema, aguacate y jamón Serrano - dándole un beso -, y llevas para compartir, no te las vayas a comer todas.

- No quiero compartir - haciendo un puchero.

- Que sí - dándole otro beso. Estaba impaciente para comenzar con esa vida.

- ¿Seguro que estarás bien? - luego de verlo por un tiempo.

- Sí. Padre me ha dicho que estará aquí en un par de horas y... Mateo me dirá sí hubo algo interesante en el instituto - sintiendo su mejilla.

- Bien, entonces marcho... - dando el último sorbo al zumo de naranja que Polo le había preparado.

- De acuerdo - acomodando su cuello, arreglando su peinado y dándole un beso a su futuro esposo.

Su madre salió de su habitación dos horas después. Polo estaba en la sala leyendo.

- Pero bueno. ¿No deberías ir al instituto?

- ¿Y a ti qué más te da?

- Oye. Que no quería ser una molestia pero es que mi Lucio...

- Lo sé, lo sé. No querías molestar al hijo que te idolatra. El que es buen chico... no. Querías molestarme a mi - pasando la hoja del último número de la Squire.

- He estado intentando tener un momento contigo, quería decirte que te extraño, que todo lo que he hecho, ha sido por tu bien y que...

- No. Sabes que, no - cortando lo que tal vez sería un discurso muy bien repasado -. Mi padre te ha dejado quedar, pero eso no significa que tenga que oírte.

- ¡Leopoldo!

No salió de su habitación hasta que escuchó la puerta de la casa abrirse y luego de media hora volverse a cerrar. Se asomó por su ventana para conformar que Lucio se la había llevado. ¿Quién mierdas se creía para venir a cuestionar su vida? ¿Por qué seguía creyendo que tenía autoridad en ella?

Don Álvaro llegó un jueves por la tarde, cuando Lucio se había llevado a su madre a Vélez-Malaga, porque había visto un programa donde se veía de lo más pintoresco y había aprovechado ese viaje para ir, una alivio para Polo, que se le estaban acabando las estrategias para evitarla. Había intentado averiguar dónde dormía Rodolfo, intentó husmear en otras habitaciones pero las había cerrado a rajatabla. Había intentado preparar el desayuno pero Polo había cerrado todo. Haría su estancia una invitación para marcharse lo más pronto posible. Sólo hasta ese momento pudo estar a solas con Rodolfo, una intimidad más allá de la piel, donde poder charlar sin preocupación. Entró en la casa callada, pero al ir entrando más, del salón salía un ruido: la televisión encendida. Sé acercó y miró a los dos novios dormidos. Polo recargado en el hombro de Rodolfo y este recargado en la cabeza del moreno; tenían las caderas separadas, pero se sujetaban de la mano. Sonrió. No había un amor así.

- Rodolfo - dijo bajito -, Rodolfo - moviendo su hombro libre. Hasta qué abrió los ojos, asustándose de inmediato.

- ¡No lo estoy tocando! - soltando su mano, pero sonriendo la respiración de Polo en su pecho, así que no se movió brusco -. Álvaro... ¿Cómo ha ido el viaje?

Su futuro suegro se tiró en el sofá cerca de ellos. Estaba exhausto, en el AVE había intentado dormir un poco, pero la verdad es que venía pensando en su hijo, pero había sido un poco exagerado.

- Agotador. ¿Qué tal todo aquí?

- Pues, ha ido a dar un paseo a la playa... Creo que se va mañana por la mañana.

- Bien. ¿Cómo ha estado Polo? - viendo dormir como un cesto, sin que nada lo despertara.

- Lo ha llevado bastante bien.

- Gracias por cuidarlo.

- Para eso estoy - mirando como dormía, jugando con su cabello -, para cuidarlo siempre que pueda.

Estuvieron viendo tele por un rato más, hasta que Polo despertó.

- Ya estás aquí - adormilado se acercó a sus brazos -. Te he echado de menos.

- También yo - dijo poniéndose de pie y ayudando a su hijo para hacerlo. ¿Qué iba a hacer sin él en esa casa tan grande? ¿Extrañaría sus abrazos de padre? ¡Claro que sí! Sí él iba a extrañar los abrazos de su hijo... - ¿por qué no vais a tomar la comida? - tras oír un ruido de las tripas de su hijo.

- ¿No quiere venir? - preguntó Rodolfo acomodando su ropa arrugada.

- No. Creo que tomaré una siesta.

- Vale - abrazado de nuevo a su padre y este dándole un beso en la cabeza. Tal vez sí les decía que se quedaran lo harían, después de todo seguían siendo jóvenes y no quería que se las vieran difícil -. Nos vemos por la noche - cogiendo la mano de su novio.

-/-

Beatriz era una mujer que se tomaba en serio el trabajo de educar a sus dos hijos como hombres de provecho y útiles. Lucio había sido la prueba de que había hecho bien su trabajo. Pero Leopoldo era todo lo contrario; su padre jamás dejó que lo educara como lo había hecho con el mayor. Y sabía que eso le había llevado a tomar demasiadas malas decisiones y sabía que algo andaba mal en esa casa, estaban ocultando algo, algo que estaba segura ella desaprobaría y por eso lo hacían.

Estaba decidida a no marcharse sin averiguarlo, pero Polo hasta ese momento había hecho un bien trabajo. No se iba a enterar de su vida por ningún tipo de canal que estuviera a a alcance; mantendría la promesa de no involucrarla de nuevo en su vida.

- ¿Cómo crees que va ser nuestra vida? - le preguntó Polo a Rodolfo. Lo había pillado ya varias veces aquella noche soltando risas, que quería que las compartiera con él.

- Estoy seguro de que va ser maravilloso. Y más sí estás conmigo - besando su mano -. ¿Nos vamos?

- Sí - limpiando su boca y acabando el té que le habían ser ido de un sólo trago -, quiero ver a padre.

- Bien.

Pero Polo no contaba con la hora de vuelta de su madre y que por pocas instrucciones por parte de Lucio para ir a su piso, la mujer se había topado casi de frente con dos chicos, que estaban comiéndose los morros de una forma tan vulgar —según ella— que estuvo por irse de no haber mirado bien ese cabello negro que reflejaba la luz y comprobar que era su hijo; que ahora estaba claro por qué no se separaban mientras estaban con ella, eran novios y dado el nuevo anillo de su hijo dedujo que pronto serían algo más y eso no lo podía ni lo iba a permitir. Así que, ese sentimiento de buena madre que tuvo, se apoderó de ella y puso manos a la obra.

- ¿Nervioso? - preguntó Rodolfo al sentir ese apretón por parte de Polo

- Ni un poco - besándolo -. Pronto seremos sólo tú y yo.

- Sin tu madre alrededor... - rió Rodolfo.

- Por fortuna faltan dos días para que se vaya - sintiendo un gran alivio al poder decirlo y luego, extrañamente, sintió el suelo antes de perder el conocimiento por completo.

- ¡Polo! - gritó Rodolfo al verlo caer de un trallazo en su nuca. Algo que también hizo él tras girar para ver quién había sido. Cayeron sin mucho problema. Ambos amantes quedaron tirados en mitad de la calle, en el frío y húmedo del ambiente, recién había pasado un chaparrón, pero alguien se apresuró a levantar a Polo para alejarlo de Rodolfo de una vez por todas.

Mírame: te quieroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora