Una luz diferente

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Desde que estaba con Rodolfo, Polo se sentía muy bien, incluso podía decirse que tenía más seguridad de él mismo. Así que por fin, cogió esa americana que había ocultado por un largo tiempo y la monto sobre el maniquí. Tenía los hombros caídos y una tranquilidad entre cada puntada. Estaba terminando de cambiar los botones de plástico viejos a unos de madera burda tallados que había encontrado hace un par de días; le había acentuado un poco más la línea de cintura. Era sábado por la tarde y no sabía qué más hacer. Lucio estaba en casa de su padre y no quería estar con él. Antes de ponerla de nuevo en la percha, vio su trabajo con cierta satisfacción y decidió probársela. Los hombros le sentaban de maravilla y ese azul iba perfecto con su piel. Tal vez podía usarla para su cita con Rodolfo.

- Te ves ridículo... - escuchó al tiempo que veía a su hermano acercarse con su risa burlona a él. Habían vuelto demasiado pronto.

- Sí - sacándosela -, lo sé, lo sé... - volviendo a su expresión seria.

- A ver... - Lucio rió - ¡mientes! Crees que con ella te veías bien... Pobre...

- ¿Estás listo? - preguntó su padre entrando en el local -, ¿pasa algo? - mirando la escena más habitual que llevaba años repitiéndose: su hijo mayor hiriendo al menor y se reflejaba en su cara.

- Nada, que estaba acabando el último arreglo - poniéndola en la percha, evitando ver a su padre. - Estoy listo - saliendo a toda prisa.

- ¿Qué ha pasado? - le preguntó serio al mayor.

- Le has oído. No ha pasado nada... - zafándose de su padre. Viendo cómo Polo volvía a por la americana.

Desde el divorcio, Polo había dejado de tener contacto con su madre. Había dejado de intentar satisfacerla, de ser el mejor hijo posible pero nada. Su madre era demasiado exigente tanto que le pedía a su hijo dejar de ser él para convertirse en alguien mejor.

"¡Tienes que forjar tu carácter!" Fue lo último que escuchó de su madre, porque para ella siempre fue el débil, el que lloraba por todo, quién ayudaba sin recibir nada, quién se interesaba en los otro y no en sólo su persona.

Lucio tristemente había heredado ese carácter de su madre y cada vez que tenía oportunidad para ningunearlo lo hacía, pero claro, era su hermano y le quería. Tal vez no para siempre pero si para soportarlo. Lo malo, era que ambos actos aunque tan pocos y breves habían conseguido que Polo tuviera cierta inseguridad en su persona.

- ¿Quieres que te recoja? - aparcando el coche.

- No. Luego del cine, seguro que picamos algo por aquí.

- Vale. Entonces nos vemos en casa, diviértete.

Habían quedado los tres para ver una peli y comer como amigos. Oriol y Raúl habían suspendido algunas asignaturas así que debían estudiar demasiado.

Llegó con un margen de quince minutos; revisó su atuendo, su americana doblada al estilo francés, un polo en azul claro y vaqueros. Se sentía bien con el conjunto que sonrió al verse al espejo.

Entró al centro comercial y se dirigió a la zona de comida en la parte alta.
Ahí vio una pareja de jóvenes, un chico y una chica. Antes se le hubiera hecho empalagoso ver esa escena, pero ahora que él también tenía ese tipo de momentos, le gustaba que alguien más los disfrutase. Pero, eso no duró mucho; un grupo de chicos que se acercaron peligrosamente a la joven pareja; rodeándolos como lobos hambrientos, tal vez uno o dos años menores que Polo. De fácil envidia para cualquiera.

Podía ver sus corazones rotos; la envidia de lo bien que se veían. Se puso derecho al ver como llegaban a molestar al chico, como comenzaban a reírse y a comer la comida que tenía obre la mesa. Como iban avergonzando al chico frente a la chica

Mírame: te quieroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora