Te quiero

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-Te quiero - soltó Polo, lo que hizo que la sonrisa de Rodolfo creciera como nunca antes. A partir de ahí se convertiría en su favorita y adictiva actividad: verlo sonreír.

- ¿Qué? - preguntó emocionado, acercándose un poco más a la vera de Polo, sintiendo su aliento risueño salir de su boca a la que se acercó peligrosamente.

- Te quiero - tomando por sorpresa a su novio con un beso, tomando con fuerza su rostro fuerte para luego dejarse caer con él sobre el sofá que había llegado hace un par de días y que habían vuelto su lugar en la trastienda mientras esperaban clientela en los días que debía atenderla Polo. Donde poco a poco se iba perdiendo el pudor entre ellos, donde cabía apenas el aire justo entre cada abrazo y cada beso -. ¿Tú me quieres?

- Demasiado - respondió Rodolfo viendo los ojos grandes y brillantes de Polo -, y es algo que no debes olvidar jamás - dándole pequeños besos en sus labios.

La puerta de atrás se abrió y su padre entró en la trastienda, donde su hijo se comía a morros a su novio. Al principio, don Álvaro pensó que Rodolfo se aprovecharía de su hijo, pero tardó poco en darse cuenta de que quién parecía llevar un poco de prisa por saber de todo ello era su hijo. Lo que tampoco era moco de pavo pero podía llevarlo mejor y hasta con cierto orgullo.

- Padre. Hola - quitándose de Rodolfo.

- Hola, que bueno que he interrumpido...

- Tenga por seguro que no lo ha hecho - puntualizó Rodolfo levantándose torpemente del sofá.

- Ya, por eso el jersey está tirado. Venga, que no he nacido ayer.

Ambos chicos se miraron cómplices.

- Anden, vayan a dar el garbeo y a comer algo que ya me encargo hoy de echar el cierre.

- ¿Vamos? - estirando su mano para que Polo la cogiera.

- Vamos. Nos vemos en la noche.

Resultó que Rodolfo era mejor novio que amigo. Jamás quedaban, o se despedían diciendo "te veo mañana". Eso quedaba claro, Rodolfo era quién en la mayoría de las veces aparecía a lo largo del día para pasar tiempo con Polo y lo amaba; Polo amaba que Rodolfo no le quitara la vista de encima, pidiendo a gritos callados un beso. Le gusta ver cómo se acomodaba para oírlo, porque en su mirada se notaba una gran devoción. Cada vez que Polo se acercaba, quería besarlo, lo hacía sin vergüenza alguna. Sin importar que estuviese ordenando una hamburguesa o cuando lo sorprendía con su seriedad en su rostro; él simplemente lo tomaba de las mejillas y le besaba, consiguiendo ponerlo rojo. Se había propuesto borrar esa seriedad de su rostro y esa inseguridad de sus ojos.

Estar sentados sobre la arena o el césped para su actividad favorita: ver pasar la nada tomados de las manos o abrazados. Caminando de la mano, riendo. A Polo le gustaba sentirse un poco vulnerable cuando le cogía el macuto y lo ponía sobre sus hombros cuando lo sorprendía en la Uni. Amaban el silencio que se hacia cuando ambos se miraban y uno —mayormente Polo— frotaba con su mano los nudillos del otro mientras sonreían.

A veces Polo se sentía un poco mal, su nula experiencia en romances, hacia que tuviera ciertas limitaciones con Rodolfo. Quién era quién llevaba el rumbo de la relación, y lo hacía de lo más tierno posible para que Polo se fuera adaptando poco a poco y eso el bajito lo notaba, y no le gustaba esa sensación, así que decidió actuar.

- ¿Qué estás haciendo? - preguntó Mateo a su amigo mientras le esperaba. Cogió hábilmente el iPad antes de que el moreno lo bloqueara. - Polo... - dijo en tono picarón al ver en el iPad de su amigo, una página con más de una X en su URL. Miró a su amigo, tenía cojones. Mira que mirar vídeos de adultos en la cafetería del instituto...

Su amigo lo miró nervioso y tuvo que confesar: - No sabes la presión que es salir con alguien mayor. Que no quiero que Rodolfo crea que soy un torpón en... eso. - Pero su amigo ya no le estaba haciendo caso, seguía atento al video que seguía puesto. Era gracioso y curioso ver a dos chicos haciéndolo, Mateo había visto vídeos entre un chico y una chica pero eso que veía era realmente interesante.

- ¿Puedes hacer eso? - señalando una posición que ambos chicos hacían.

- ¿Qué? claro que... - girando la cabeza al tiempo que Mateo para ver mejor algo que los horrorizó e hizo que Polo bloqueara su iPad. Sintiendo un frío que recorría su cuerpo. Sintió cierto asco al ver la escena y peor cuando se imagino que algo así podía pasar entre Rodolfo y él. En realidad la intimidad no era lo suyo.

Hubo un largo silencio y una sensación algo incómoda en el aire. Ambos chicos se miraron forzado sonrisas.

- ¿Cómo pueden hacer eso? - preguntó Mateo con cierta repulsión. A ver, que él ya había tenido su primera y su segunda, pero vamos, que incluso pensar que algo podía entrar en algún orificio de su cuerpo, más que antinatural era la cosa más dolorosa que él podría sentir.

- ¿Quieres terminar de verlo? - preguntó Polo luego de un tiempo.

Hubo otro silencio. La curiosidad pudo con ellos.

- Sí - se apresuró Mateo a su amigo de encenderla -, pero sólo como algo informativo...

- Sí, sí - aseguró Polo.

Mírame: te quieroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora