No hay manera de que vaya bien

388 45 7
                                    

Fue un dolor en el pecho lo que hizo que don Álvaro se despertara tan abrupto. Era de mañana, había dormido toda la noche. Se asomó a la habitación de su hijo y no estaba, se sintió tranquilo de saber que estaba con Rodolfo. Se alistó y bajó a la cocina a esperar su regreso y afinar mejor los arreglos de los que quiso hacerse responsable, sabía que iba a ser una gran boda pero tal vez haría una matanza... o contratar algún banquete o el lugar... Bueno. Que difícil era organizar una boda, estaba entusiasmado. Puso el café y también sacó la leche del frigorífico para cuando llegasen. La puerta de la casa se abrió y se cerró casi de inmediato media hora después de leer algunos diarios.

- ¿Qué haces tan temprano aquí? - sintiendo un poco de desilusión de saber que no eran Polo y Rodolfo.

- He acompañado a madre a la parada de autobús, ha tenido que irse por algo que olvidé que era... - tomado una pasta que Alba había dejado la noche anterior. - ¿Dónde está Polo? ¿Sigue dormido?

- No, él... - guardando la carpeta con las ideas que había sacado de internet y de alguna que otra revista que había pillado en el quiosco esa misma mañana.

- ¿Sabías que maricón? - preguntó Lucio a su padre.

- ¿Perdona? - cerrando el cajón.

- Sí. Así cómo lo oyes, tu hijo es un maricón. Madre dijo que lo vio ayer besándose con otro chico. ¡Dios! Que puto asco me hubiera dado a mi... - sirviéndose un poco de café.

Álvaro bajó su taza y salió a la calle.
Miró el auto aparcado fuera y miró a todas partes. No se fueron... no habían vuelto. El dolor de pecho le volvió, algo malo había pasado.

- ¿Sabes de quién es ese pedazo de auto? - preguntó Lucio saliendo detrás de su padre con su taza de café. Su padre lo ignoró, no supo qué hacer. Comenzó a preocuparse, caminó en dirección de la calle, algo estaba mal. Buscó a alguien que le dijera algo; intentó gritar pero no supo qué, hasta que por fin lo vio.

- ¡Rodolfo! - gritó al ver a su futuro yerno tirado en la calle cerca de su casa. El castaño estaba identificando donde se encontraba; el frío corría por debajo de su playera, le dolía la cabeza y los rayos del sol le molestaban. Entonces se percató de que algo le hacía falta.

- Polo... - fue lo primero que dijo alterándose de inmediato. Pero se detuvo por todo el dolor en su cuerpo. Su ropa estaba mojada y estaba al borde de enfermarse.

- Calma. Calma. Tranquilo - viendo a todas partes. Algo estaba mal -, vamos a casa a secarte.

- Se lo llevaron. Se lo llevaron, no vi quién pero... - apretando su brazo asustado, mirando a su alrededor; el frío se reflejaba en las nubes grises, en el viento que corría a ras de suelo.

- Tranquilo - insistió don Álvaro. No sabía qué hacer. Se le había perdido su hijo, su Polo.

- ¡Nada de tranquilo! - explotó poniéndose de pie -, es mi novio y futuro esposo, no me pidas que esté... - sintiendo un mareo por el golpe que se había vuelto a abrir por la presión.

- Ven. Vamos al hospital y veremos qué hacer - volvió rápido a la casa, cogió un par de toallas y obligó a Rodolfo a recostarse atrás.

Álvaro tenía un presentimiento tan malo luego de oír de Lucio que su madre había vuelto tan abruptamente a Madrid por asuntos de trabajo, que se preocupaba en exceso; sus manos estaban temblando, su respiración era casi nula o muy reducida mientras veía cómo atenían a Rodolfo que estaba peor que él, estaba gritando, lamentándose no haber podido con el o los atacantes. No supo qué decirle a la policía, "estaba oscuro, estábamos distraídos, nos tomaron por sorpresa..."

- Bien - dijo un policía -, pondremos algunos anuncios en las comisarías cercanas e informaremos a la guardia civil para que ayuden...

- Gracias - dijo despidiendo al policía y acercándose a Rodolfo para abrazarlo. Tal vez no lo necesitaba, tal vez era don Álvaro quién lo necesitaba pero a ambos los tranquilizó un poco ante la pérdida del su ser más querido.

- Todo va a estar bien, ya verás - le dijo para calmarlo, no había dejado de temblar y en más de una ocasión tuvo que limpiar su nariz por el exceso de mocos que el llanto de provocaba -, que seguro que Polo está bien y...

- Lo sé - admitió Rodolfo -, es de nuestro Polo de quién hablamos. Abrazado por una manta caliente. Se había enfermado, tenía el rostro rojo por ello y por también sentirse impotente pero ahora ambos hombres sonrieron cómplices apretando la mano del otro. Juntos serían fuerte por Polo.

- Iré a ver qué se necesita para que te den el alta... - saliendo de su habitación. Recargó su cabeza en la puerta. Se sentía tan impotente. Giró la cabeza sin despegarla todavía, una silueta que entraba le había llamado la atención, dio un golpe con el puño sin llegar a tocar la puerta  - ¿Qué haces aquí? - dedicándole una mirada rápida a su hijo mayor.

- Como no me coges el móvil... que claramente tienes en la mano.

Pero su padre no respondió, seguía tratando de no desesperarse. Por alguna razón sabía que todo estaría bien o tal vez no quiso volverse loco porque no serviría de nada de todas formas.

- No puedo creerme que me tengo que enterarme por Armando que estás en el hospital, ¿estás bien? - preguntó viendo lo ausente de su padre. Quién se limitó a responder:

- Rodolfo está en revisión. Tuvo un ataque y... - con una preocupación sincera por él, se había vuelto como un hijo.

- ¿Y tú qué pintas aquí?

No se lo podía creer, no se creía que de verdad su hijo se había vuelto tan insensible como sí madre. - Es el novio de Polo - puntualizó sólo para confirmarlo.

- Pero me estás diciendo que lo sabías. ¿Desde cuándo ocultas las mariconadas de tu hijo menor, padre?

- ¡Basta! - lo cayó en frente de todos los presentes -, él es tu hermano. Y sí no tienes nada bueno para decirle o no te parece su relación, te sugiero que no te vuelvas a parar por la casa o la tienda, ¡te enteras! Que ya va siendo hora que lo dejes en paz.

Rodolfo salió con la mano vendada, había caído sobre ella y se había dislocado y miró Lucio.

- Pero sí es mayor que Polo. Que seguro se está aprovechando de mi hermano... - lanzándole a los mamporros contra el castaño, quién sin deberla ni tenerla le soltó un golpe y se terminó de lastimar la mano al romperle la nariz a Lucio quién cayó.

- Cuando todo esto acabe yo mismo me aseguraré de que no te acerques nunca más a Polo.

Salió sin más, sin importarle su mano. No se quedaría ahí con ese imbécil cerca. Cinco horas después, Rodolfo y don Álvaro estaba mirando pasar el tiempo tan lento que no se abrían tranquilos. El primero con un vendaje más fuerte pues seguía siendo algo sin gravedad; mordía sus uñas mirando la intranquilidad, el segundo estaba perdido en los movimientos en su tienda, después de todo, era mejor que hacer nada en casa. A penas habían probado nada a la hora de la comida.

Mírame: te quieroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora