Dilo sin que suene a mentira

404 47 6
                                    

- Hasta luego... - le dijo a un cliente. El treintavo en esas cinco horas en que no había pasado mucho que había parecido una eternidad.

- No puedo estar así... - dijo Rodolfo -, necesitamos hacer algo.

Estaba buscando en su cabeza, ¿quién sería capaz de algo así? Pensó en Benjamín. Fue más tarde que temprano cuando Polo le confesó por qué había dudado la última vez y lo dejó pasar hasta ahora. Su padre sólo tenía la preocupación en su rostro y vacía la cabeza, no le daba para generar ideas locas o escenario ilógicos. Quiso ser reconfortante:

- Calma que seguro... - lo interrumpió la campanilla del local. Un guardia estaba entrando haciendo que se abalanzaran de inmediato sobre él.

- Tenemos noticias - dijo rompiendo el silencio que se había generado -, hay un reporte de un hospital, han encontraron a un chico que parece coincidir con la descripción de Leopoldo...

- ¿Cómo está? - se apresuró a preguntar Rodolfo.

- Lo siento. No me han mencionado dicha información.

- Ya. ¿Y sabe donde está? ¿Podemos ir a confirmar?

- Por supuesto. Seguidme por favor.

-/- 

Polo.

A fuerza de que los rayos de sol pegan sobre mi rostro es que abro los ojos. Sombras, luz, sombras, luz, estoy en movimiento; me duele la cabeza, mis manos están atadas y cuando intento moverme, caigo de nuevo sobre el asiento porque también mis piernas están liadas con cinta adhesiva y me duele la cabeza. ¿Dónde está Rodolfo? Miro de nuevo a mi alrededor, ¿dónde estoy yo? Oigo música que hace que me duela más la cabeza. Miro al frente y veo a mi madre conduciendo. Siempre odié su música, sonaba por cualquier cosa, incluso cuando yo lloraba buscando su atención.

- ¡Para! - grité. Ella, con toda la tranquilidad mira por el espejillo y sonríe, bajó un poco el volumen de la radio y dijo tranquila:

- Has despertado ya.

- ¿Dónde vamos? - pregunté tratando de identificar el camino; no era el camino habitual para llegar a Málaga, lo había memorizado camino de Madrid. No era de algún sitio cercano al que haya ido nunca con padre, era un camino diferente. Comencé a tener miedo.

- De vuelta a Madrid. Tu padre ha hecho un mal trabajo contigo, te ha malcriado...

- ¡No puedes juzgar a mi papá! - grité - tropezando por mi impulso de acercarme a ella. Oí su leve risa, sentí cómo toda mi vida era un chiste para ella; un error.

- ¡Claro que sí! Jamás debió aceptar que tuvieras un novio y vamos, mucho menos que te cases con él - sonaba tan segura como loca. Y sabía que eso me enojaba y eso le hacía sentir que tenía toda la razón, "porque es mi trabajo como madre decirte que está bien y que está mal..." Era la cantinela que siempre me decía cuando me quitaba algo. Y hablando de eso, miré mi mano. Estaba desnuda. Respiré profundo. Quise llevar esto de la mejor forma, no por ella, sino por mi. Sí entraba en pánico todo esto se iría al carajo y ella habría ganado.

- ¿Dónde está mi anillo? - respirando profundo.

- Ya no lo necesitas.

Pero simplemente no pude. Su voz me hacia rabiar.

- ¡Es mi anillo! Mi novio me lo ha dado. ¡No puedes disponer de él porque no es tuyo! ¡Devuélvemelo! - grité llorando. Era todo lo que tenía de Rodolfo y significaba tanto para mi y ahora necesitaba sentirme a salvo con algo, algo que me hiciera pensar que volvería pronto a casa.

- Ya verás. Yo te voy a ayudar a corregir esta pequeña desviación que tienes... Porque aunque no lo creas yo...

-  ¡No quiero oírlo! - comencé a girar y a forcejearme para ponerme derecho y acercarme a ella - ¡para! - comenzando a golpearle con mis manos. Era tan torpe y poco útil que hacia mi mejor esfuerzo para ello, cambié de posición y me senté para golpear con mis pies su asiento, sin duda eso hizo que ella se incomodara.

- ¡Polo, no seas infantil! - tratando de evadir mis golpes, pero no me detendría. No iría con ella a ningún sitio -, ¡Polo! - tratando de acercar su mano a su bolsa en el asiento del copiloto. La muerdo en el brazo y ella grita y veo que tira una jeringa y lo último que veo es un auto frente a nosotros que nos intenta impactar, pero ella gira el volante haciendo que vuelva de golpe atrás y que todo de nuevo sea oscuridad.

Mírame: te quieroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora