Lana Smith

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La probabilidad de que algún día llegara a casarme era tan poco probable como el saltar a la fama tras publicar uno de mis libros en Wattpad.

Como hija de un escritor, escribir se volvió mi intento desesperado por llamar la atención de mi padre ausente. El gran Victor Smith, famoso escritor de terror psicológico cuyos libros eran llevados a la pantalla grande, el que recibió cientos de premios y menciones a lo largo de su carrera. El escritor que enloqueció cuando su esposa lo abandonó y se fugó con otro hombre.

Y yo, yo solo era una escritora amateur cuyos libros apenas y alcanzaban las 20 vistas.

Sabía bien como funcionaba este mundo. A menos que seas un escritor bien posicionado en la industria como mi padre, solo las novedades del momento podría hacerme saltar a la fama.

Las historias de romance estaban de moda en mi época estudiantil. Había miles de historias con mafiosos, vampiros, hombres lobo, ángeles y demonios. A las nuevas generaciones pareció agradarles, y yo no fui la excepción.

Cómo hija de un escritor, tenía acceso total a la tarjeta de crédito de papá siempre y cuando mis compras incluyera cualquier tipo de libros. 

Devoré libro tras libro, conociendo a cientos de escritores en firmas de libros y convenciones.

Puedo decir que esto me motivo a intentarlo. Comencé a escribir en secreto, tratando de tomar de ejemplo a mi padre y a mis autores favoritos. 

Al final, no sirvió de nada. Mis historias eran ridículas, sosas, y carentes de sentido. Quería escribir esos romances qué roban el corazón del lector, moldear a los personajes que conmueven y atrapan con su personalidad, descaro y audacia. Nada.

Me deprimí, y opté por renunciar a todos esos sueños de poder escribir como mi padre, de ser como él. 

No fue, si no hasta que vi por primera vez a Tom en mi cafetería favorita, que comencé a inspirarme. No sabía su nombre, su edad, o si vivía en la misma ciudad; solo lo conocía de vista, y visitaba con mayor frecuencia aquella cafetería con la finalidad de verlo, imaginando millones de escenarios que posteriormente plasmaria en mis escritos. Curiosamente esto funcionó.

Los intereses amorosos de mis protagonistas tomaron la forma del mesero de ojos miel y sonrisa arrebatadora. Su personalidad alegre y juguetona provocó suspiros entre mi pequeña comunidad de lectores fieles.

Sabía que mi enamoramiento era meramente platónico. Jamás me atreví a hablarle durante el tiempo que estuvo trabajando en aquel café, y entonces era demasiado tímida como para acercarme y pedirle su número telefónico. Para mi, Tom era un estrella inalcanzable, dueño de mis pensamientos y anhelos.

Cuando Tom dejó de trabajar ahí, un agujero se formó en mi pecho.

Con el paso del tiempo me fui olvidando de su cara, pero no de su deslumbrante sonrisa.

Seguí escribiendo, manteniendo el enfoque. Muy dentro de mi deseaba que alguno de mis escritos llegara a sus manos, y supiera al instante que uno de mis personajes estaba basado en él. El aventurero pirata que asaltaba barcos militares en altamar, el impresionante alienigena que gobernaba su nación con mano de hierro en las galaxias lejanas, y el primer amor de la heroina que buscaba descubrír los misterios dentro de los diarios de su madre desaparecida. 

El destino juega de formas muy misteriosas, y como si un hilo invisible hubiese entrelazado nuestros destinos, Tom volvió a aparecer en mi vida. Ya no era el chico de 14 años que atendía las mesas en aquel café, si no un adulto joven que cursaba su primer año en la universidad, y atraía la atención de las feminas por su aura y apariencia.

Mi primer libro fue publicado bajo un seudónimo, mi padre se casó, y Tom seguía sin notar mi existencia. No hablábamos, pero me conforme con observarlo de forma silenciosa, escribiendo en mis ratos libres. Pasaban muchas cosas a mi alrededor en ese momento, y Tom se volvió objeto de mi atención.

Me obsesione por completo. Sabía que bebidas le gustaban, el nombre de su banda favorita, y lo mucho que le gustaban Jesicca Alba y Heidi Klum. Conocía su rutina, sus pasatiempos, el nombre de sus mejores amigos, y cada mínimo detalle de su persona.

Esta obsesión se calmó un poco en cuanto comencé a trabajar a medio tiempo en casa de una amiga de mi padre, y mi tiempo y atención se vieron ocupados por sus dos hijos, Sam y George, de 12 y 18 años respectivamente.

George estudiaba en la misma universidad que yo, pero su trabajo por las tardes no le permitían llegar a casa si no hasta el anochecer, por lo que el pequeño Samy pasaba sus tardes conmigo. Me volví cercana al niño, y al cabo de un tiempo lo vi como a un hermano menor. Sin embargo, esto fue distinto con George.

Antes de Tom nadie llamó mi atención. Antes de Tom, jamás me atreví a hablar con un chico sin titubear o sudar. Antes de Tom jamás pensé que un día podría besar a alguien, y antes de Tom jamás me imaginé perdiendo la virginidad con alguien tan guapo como Georg Listing.

Salir con él me dio la seguridad qué nunca tuve. Me volví más extrovertida, sacando a relucir mi personalidad. Me hice de amigos, algo impenzable para la timida y regordeta muchacha que cayó en depresión despues de que su madre la abandonó.

Era feliz, por primera vez en mucho tiempo. Estaba enamorada, y por un tiempo la escritura dejó de actuar como mi fuente de terapia. Comencé a acudir al psicólogo, a relacionarme con la nueva familia de mi padre, y comencé a retomar mis antiguas pasiones. 

Todo cambio cuando a George le ofrecieron una beca en el extranjero. Era un año, solo un año. Lo esperé pese a las dudas e inseguridades obtenidas tras el abandono de mi madre, pero el destino se presentó una vez más, y una maravillosa oportunidad lo hizo permanecer en Canadá otros 5 años más.

Él se propuso, y yo lo rechacé.

No es que no nos amaramos, solo teníamos intereses y ambiciones distintas. Yo quería escribir, queria permanecer cerca de mi padre, y relacionarme con esa pequeña hermana que estaba por nacer. Quería terminar mi carrera, y graduarme. Quería viajar, vivir en un lugar con clima tropical. Terminamos de forma civilizada, deseandonos la mejor de las suertes, y cada uno tomó su propio camino.

En ese entonces me enfoque en escribir, usando las emociones de mi ruptura como una fuente temporal de inspiración.

Dos libros más salieron al mercado durante mis años escolares, y el seudónimo solo sirvió para que los lectores crearán teorías conspirativas sobre el secreto detrás del autor que escribió una de las sagas de ciencia ficción mas leídas en Estados Unidos y America Latina.

Cuando cumplí 20 me hice mi primer tatuaje inspirado en Quetzalcoatl, mi Dios favorito de la mitología mexica, y un año después me tatué a Anubis y a Krishna.

Entonces estaba llena de deseos. Quería viajar por el mundo, completar mi saga de libros, y vivir en cualquier punto de península de Yucatan, México, cuando finalmente consiguiera esa plenitud que me hizo rechazar al que por mucho tiempo pensé era el amor de mi vida,

Fue entonces que Tom estableció el primer contacto entre nosotros.

Aquella tarde estaba escribiendo en mi libreta las ideas que tuve a lo largo del día, cuando se sentó frente a mí, me miró fijamente, y de pronto me preguntó mi nombre.

Me sentí indignada. 3 años compartiendo clases optativas, ¿y nunca consiguió aprender mi nombre?

Mi imagen de él se rompió. Durante un largo tiempo Tom había sido todo lo que conocí, mi fuente inagotable de inspiración, y yo era solo una extraña, un rostro cualquiera que ocupaba un asiento en las mismas clases.

No voy a mentir, la realidad me aplastó. Pero pude entenderlo. Yo estaba obsesionada con él, pero él no me conocía.

Pese a ser consciente de ello, me puse esa máscara de frialdad e indiferencia qué solía usar mi padre cuando pretendía actuar como un padre. Extendí mi mano, y una vez él me la estrechó me presenté.

- Lana Smith.

Sin seudónimo, sin asociaciones con Víctor Smith. Solo Lana Smith.





(Como dije, la obra esta siendo editada. Tenganme paciencia, mi computadora no sirve. Un abrazo ❤️)

Querido Mío- Tokio hotel -Primera parteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora