Cap. 8 Los dos

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  Querido mío
Tras llegar a casa mi desconcierto aumento, pues Tom se había comportado extraño durante el transcurso a casa, sin mirarme ni dirigirme la palabra. Tras haberme sacado a rastras del hospital, sin que lograra despedirme de David o saludar a Grace, mantenía el mismo semblante furioso que cuando se acerco a nosotros, tomándome de la mano y obligándome a marcharme.
Me deje caer en el sofá, cerrando los ojos con fuerza, y tratando de encontrar respuesta a la actitud bestial de Tom.
Mi esposo ingreso a la casa, cerrando de un portazo, lo que no me sorprendió en los absoluto. Desde hace años conocía el temperamento de Tom, y aun que jamás me había celado o algo por el estilo, solo le había visto explotar una vez, cuando Ian me llamo "cerda asquerosa" frente a todos los invitados de nuestra boda. Su traje blanco termino manchado de la sangre de su amigo, quien inconsciente, continuaba recibiendo los puños de Tom.
-¿Quien era ese imbécil? -Solté un pesado suspiro, frotándome el rostro con denotada desesperación.
-¿Te importa?
-No estoy para putos juegos, Lana. Te eh preguntado su nombre, y lo mínimo que puedes hacer es decírmelo.
Me incorpore, abriendo los ojos con lentitud. El semblante de Tom me provoco excitación, a tal punto en el que estaba por subirme a la mesa de centro y comenzar a danzar ante tal hazaña. "¿Que dices ahora, zorra?".
-Error. Tu pregunta ha sido "¿Quien es ese imbécil?", mas no ¿Cuál es su nombre? -Tom comenzó a dar vueltas en circulo por toda la habitación, frotándose el cabello... estaba desesperado, y yo cada vez mas sobre excitada.
-¡Déjate de estupideces y responde de una maldita vez, Lana! -Me cruce de brazos, deseando que su amante presenciara ésta escena de celos. Pobre, se llevaría la mayor desilución de su vida.
-¡Vaya! -Levante los brazos, sonriendo burlona. Esto es increíble, y no tengo una maldita cámara para documentar este acontecimiento tan memorable. -¡Tom Kaulitz esta celoso!
-¡Con una mierda, Lana! -Tom se comenzó a acercar a mi de forma peligrosa, por lo que opte por sacar mi carta secreta.
-Si mal no recuerdo, eres tu quien se esta revolcando con otra. -Tom freno de golpe, cambiando su semblante rápidamente. Incluso palideció. -No creas que todos cometemos las mismas artimañas, Tom. -Nuevamente me cruce de brazos, volviendo a tornarme seria.
-Lana...
-Si lo que te preguntas es si aquel chico tiene algo que ver conmigo, déjame decirte que no. Yo SI respeto nuestro matrimonio, cosa que tu no hiciste. No quieras reflejar tus errores en mi, que no pretendo aceptar que vuelva a suceder algo similar. Tus actos en el hospital fueron irracionales y poco civilizados, y no pretendo premiarte por ello.
-¡¿Que querías que hiciera?! ¡Te he visto sonreirle como una colegiala!
-¡Entiende de una vez que yo no planeo hacer lo mismo que tu, Tom Kaulitz! -Deje caer ambos brazos a mis costados, tratando de contener las lagrimas. -Si yo le sonrió a alguien... no es problema tuyo.
-Eres mi esposa.
-Eso debiste pensar antes de acostarte con ella, para luego arruinar nuestro matrimonio. -Cerré los ojos con fuerza, tratando el no romper en llanto frente a él. Sentía nuevamente aquel agonizante dolor incrustado en mi pecho, tras articular aquellas palabras. Resultaba que, de algún modo, era una navaja de doble filo.
-Lana, tenemos que hablar. -Tras mirarlo, pude notar sus ojos cristalinos, partiéndome el corazón. Continuaba siendo susceptible a él, en todo sentido. Odiaba verle de esa manera, odiaba que algo le hiciera infeliz... y aquel odio aumentaba mi rencor.
-No tengo humor de hablar contigo, Tom. - Emprendí marcha a la habitación, y en el transcurso una mano me impidió avanzar. Sentía el como la rabia se instalaba en mi cuerpo, expandiéndose como un virus mortífero. Lo odiaba, y me odiaba a mi misma por ser una estúpida ilusa durante los últimos años. Tom, el maravilloso Tom; el semental, maestro de sexo y un amante codiciado, casado con una ballena. ¡Ni yo me creería dicha estupidez!
-Lana, es importante... tu y yo lo sabemos perfectamente.
-Suéltame Tom. -Comencé a forcejear, acto inútil y que solo me lastimaba a mi, mientras él me miraba con aquella expresión tan hipócrita. ¡Maldita mentira en la que he vivido todo este tiempo! -¡Te he ordenado que me sueltes!
-¡No hasta que hables conmigo! -Nuevamente se mostraba furioso, y pude notar un brillo intenso en su mirada... similar a aquel que me mostraba cuando hacíamos el amor... ¡Esa maldita mirada que a esa zorra ha de volver loca!
-¡No quiero hablar contigo! ¡Entiende de una vez que no deseo ver tu repugnante cara!
-Que hipócrita eres...
-No tanto como tu, cariño. ¿Acaso tengo que recordarte todos estos años de matrimonio?
-No puedes quejarte de ello. Sabes perfectamente que he sido un buen padre y un buen esposo.
-¡Dices ser buen padre cuando atiendes a tu hijo solo los domingos, y te olvidas de su existencia de lunes a sábado!
-¡Tengo que trabajar, maldita sea! -A este punto, la discusión se había tornado acalorada, y ambos estábamos lo suficientemente molestos como para causar un huracán.
-¿Llamas trabajo el estar envuelto en sabanas ajenas?
-¡No uses esa mierda en contra mía, Lana! ¿Tengo que recordarte lo que he visto esta tarde?
-Lo que tu presenciaste era una charla casual, entre un par de personas. ¿Hay algo de malo en ello, Tom?
-¡Si!
-¿Que?
-¡Que eres mi esposa y odio verte con otros!
-¡¿Por que habrías de odiarlo?! ¡Tu ya no me amas, y ahora estas con otra! ¡¿Que es lo que tanto te molesta?!
-¡Ver que le sonríes a otros, y a mi no! ¡Ver el como te miran, de la misma forma que yo lo hago! ¡Saber que la he cagado, por que eres tu lo que quiero y querré siempre! -Una lagrima traicionera se escapo, recorriendo mi pómulo, mientras que Tom trataba de normalizar su errática respiración. -Ni yo lo entiendo, Lana. No se que mierda esta pasando conmigo, pero me aterra la idea de que seas de otro, y que te arranquen de mi lado para siempre... temo que a la mañana siguiente me despierte, sin ti a mi lado. Temo que aquellas preciosas sonrisas sean para alguien mas, y que tus dulces palabras seduzcan a otro. Eres mi esposa, lo que mas quiero y deseo en este mundo, la persona en la que pienso a toda hora... eres todo aquello que anhelo ver durante las mañanas; la mujer mas hermosa que pude haber conocido en mi vida. -A éste punto, ambos nos encontrábamos llorando, mirándonos el uno al otro. -No se que mierda he hecho, Lana... solo se que quiero tenerte para siempre conmigo, y verte sonreír por el resto de mi vida.
-¿Y ella?
- ¡A la mierda con ella, Lana! -Tom me tomo de las mejillas, pegando su frente a la mía, mirándome directamente a los ojos. Nuestras respiraciones se combinaban, y el calor de la habitación iba en aumento. -Escúchame, amor mio.
-No puedo.
-Si puedes, Lana... Soy tuyo, y tu eres mía.
-No.
-Te amo, te deseo y te anhelo.
-Mentira.
-Quiero estar contigo para siempre, amor mio.
-¡No! -Le empuje, lejos de mi.
Y esa, fue la tercera noche en la que me quebré frente a él... y fue la noche en la que mi fe por ti se desvaneció.
-Lana...
-¡Basta Tom! ¡Basta! -Me abrace, acariciándome los brazos desnudo, tratando de controlarme. -He tenido bastante de tus mentiras todos estos años...
-Lana...
-¡Cállate, mentiroso! -Tom se comenzó a acercar, mientras que yo retrocedía, hasta topar con pared, lo que me impedía escapar de su hipnótica mirada chocolate, aquella que tanto amaba mirar por las mañanas. Aquella que derretía mi cuerpo entero, y me hacia sucumbir al deseo apasionado, al frenesí y a la tentación. -Jamás volveré a caer en tu embrujo, Tom Kaulitz.
-Eso lo veremos. -Al cabo de un par de segundos, ambos brazos terminaron aprisionandome peligrosamente, lo que me acelero el pulso y erizo la piel. Tom estaba demasiado cerca, y aquello me ponía enferma. "¿La acorralo de la misma manera?" No "¿La sedujo con dulces palabras, repletas de promesas?" Cállate "¿La mira con el mismo deseo?"
-¡Déjame sola! -Comencé a soltar golpes en su pecho, apartando a Tom de mi cuerpo. Deseaba su cercanía, y a la vez no. Deseaba estar a su lado, y al mismo tiempo el apartarlo para siempre de mi.
Todo en mi cabeza era tan confuso, y me enloquecía a un punto sin retorno. Lo odiaba y me odiaba, a un punto en que dolía.
Mi esposo me había engañado, y era peor no saber la clase de contrincante que tenía.
-Lana...
-Te odio, maldito bastardo.
-Mírame, amor mio.
-¡Al diablo! -Lo empuje con fuerza, corriendo en dirección a las escaleras. Deseaba encerrarme en la habitación, y desahogarme en su almohada, aquella que abrazaba durante las noches mientras lloraba.
-¡Lana!
-¡Déjame sola! -Trate de ser lo mas rápido posible, pero nuevamente lo impidió , interponiéndose frente a mi. Antes de que yo lograra reaccionar, nuevamente me tenia acorralada contra la pared, sujetándome de las caderas de forma posesiva, antes de apoderarse de mis labios, sin el menor tacto o delicadeza posible.
Aquel delicioso sabor y textura, que por años ame con locura. Aquellas grandes manos, acariciándome con urgencia, como si tratara de aferrase a mi de un modo u otro.
A éste punto, la situación entre nosotros había cambiado radicalmente, mientras ambos nos despojábamos de nuestras prendas, dejándolas esparcidas por todo el corredor. Donde besos castos terminaron convirtiéndose en besos apasionados y apresurados; donde dulces caricias, terminaron dejando un rastro repleto de deseo desenfrenado. Había olvidado lo que Tom provocaba en mi, con simples caricias y pequeños besos. Tom, mi esposo, me enloquecía en la cama, y me hacia suplicar por mas... solo que en esta ocasión, el deseo no fue suficiente para calmar mi agonía... deseaba que Tom sintiera el mismo dolor del rechazo, y a la vez deseaba que me hiciera el amor de forma salvaje, y sin ninguna contemplación. Deseaba que recorriera mi cuerpo con sus grandes manos, y que sus jadeos fueran producto del deleite de ambos. Deseaba que me abrazara, en aquellos largos brazos, mientras me susurraba tiernas palabras repletas de amor.
Deseaba volver a tenerlo, y tener aquella confianza ciega... pero ahora me resultaba imposible imaginar que Tom me amaba y deseaba de la misma manera. Era algo irreal, una absurda mentira.
-Lana...
-Tom.
-Déjame hacerte el amor, antes de volverme loco. -Y nuevamente me beso, con la misma urgencia y deseo, mientras que acomodaba su miembro en mi entrada, acariciando la parte mas sensible de mi cuerpo. Su semblante de Tom se había descompuesto, y el brillo en sus ojos me hacia estremecer. Sus jadeos, suspiros y respiración, terminaron envolviéndome en una burbuja de placer.
Gemí, disfrutando al máximo el como su latente miembro se adentraba a mi, uniendo su cuerpo al mio.
Me olvide de todo en aquel momento. Me olvide de los últimos meses, y de aquella llamada con su amante, cambiando mi perspectiva sobre mi marido. Me olvide de las interminables noches de insomnio, presa de los recuerdos y la agonía. Me olvide de mi nombre.
Deseaba a Tom... ¡Deseaba a mi esposo de la misma forma que el primer día que le vi!
La capa de sudor se iba formando en el cuerpo de ambos, lo que facilitaba el roce de nuestros cuerpos, de nuestra intimidad... Todo nuestro, completamente nuestro.
Sin que yo lo esperara, la mano de Tom viajo a mi cintura, ascendiendo hasta detenerla en uno de mis senos. Me enloquecían sus caricias, sus penetraciones y sus gemidos, mientras pronunciaba mi nombre una y otra vez, con aquella voz ronca y entre cortada. Me encantaba la forma en que miraba, como si descera devorarme.
¡Maldita sea!

Fue hasta llegar al éxtasis cuando caí en la realidad. Empuje a Tom con fuerza, de forma brutal y poco delicada. Sin cubrirme el cuerpo, abandone la habitación, sintiéndome sucia e insignificante; pequeña y débil niña.
Soy una idiota.  

Querido Mío- Tokio hotel -Primera parteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora