Cap. 11 ¿Ella?

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  Querida mía
Tomé las llaves del auto, sin demorarme tanto en pensar en lo que estaba por hacer. Escuchar los sollozos de Lana en la habitación, me dieron la fuerza suficiente para hacer esto.
Me había colocado la sudadera, un pants y las zapatillas deportivas que mi dulce esposa me había obsequiado. Me sentía una mierda, pues nuevamente había descargado mi frustración en Lana, un acto irresponsable de mi parte.
¿Ahora como tendré fuerza para divorciarme de ella?, aquel acto de amor consumado, me había hecho sentir una mierda, el hombre más imbécil del mundo entero. Su rechazo basto para hacerme sentir pequeño e insignificante...
Yo amaba a mi esposa, pero no tenía cara para responderle ante mi infidelidad.
Me detuve frente al auto, tratando de controlar la ira. ¡Maldita sea!, si tan solo yo...
Me adentre al vehículo, golpeando el volante en repetidas ocasiones. Aún mantenía el sabor de sus labios, y su cálido tacto tatuado en mi piel... su olor, impregnado en cada parte de mi cuerpo... ¡Soy un maldito imbécil!
Respire en repetidas ocasiones, antes de armarme de valor y encender el vehículo, dispuesto a emprender marcha a la casa de mi novia.
Conocía de memoria el camino, y trate de distraer mis pensamientos con un CD; de los pocos que tenía en mi guantera. Aquel había sido un obsequio de Lana, con la intención de que disfrutara mis prolongados viajes a la oficina, o cualquier otro lugar al que fuera. Las canciones solo sirvieron para aumentar me odio... odio contra mí, por ser un maldito idiota con dos mujeres que me amaban a su manera... Odio a Lana, por continuar fiel a mí, muy a pesar del daño que le he hecho.
Me estacione frente la acera del departamento en el que Lim vivía, donde compartía piso con Sam, su odiosa amiga.
Descendí del vehículo, recordando todas aquellas ocasiones en que me adentré a aquel edificio de ladrillo. En las primeras ocasiones, la acompañe hasta la puerta; y, con el paso de las semanas, aquellas visitas a comer, ir al cine, teatro o a patinar, se convirtieron en visitas inesperadas a su habitación. Sus besos eran diferentes a los de mi esposa; sus caricias, su olor y su tacto... todo tan diferente.
Me odiaba por lo que había hecho, y por lo que estaba por hacer con ella. ¡Maldita sea! Lim había confiado ciegamente en mí, entregándome su corazón y su amor. Me había presentado a sus padres y hermano como su novio; me había defendido de su hermano en cuanto este trato de golpearme al saber que yo estaba casado. Me había suplicado el no dejarla tras haberle arrebatado la virginidad, y estúpidamente le prometí un para siempre, cuando era consciente de que en casa aguardaba una esposa, con quien cumpliría 7 años de matrimonio.
Me arme de valor, ascendiendo por aquellos escalones de concreto. Toque el timbre correspondiente a su piso, en espera a una respuesta. Mi pulso estaba acelerado, y temía por la reacción que Lim podría tener ante lo que estaba por declarar.
-Lo siento Lim...
- ¿Quien? - ¡Mierda, Sam! - ¿Quién es? -Repitió, tras no obtener respuesta.
-Soy... soy yo, Sam... Tom.
Escuche el cómo emitía un suspiro pesado, antes de que el crujido de la puerta me sacara de mis pensamientos. Me adentre al edificio, tratando de no pensar en otra cosa más que en la mujer que aguardaba en casa, sollozando en nuestra habitación. Subir aquellos largos escalones, represento un debate mental, entre el deber y el deseo. Me detuve frente al apartamento 306, donde Sam vivía con mi pequeña Lim. No fue necesario golpear la puerta, pues esta ya se encontraba entre abierta. Me adentre al apartamento, aquel que ya conocía a la perfección. Una chica rubia me esperaba en medio de la sala, con los brazos cruzados, y, una expresión que atemorizaría a cualquiera.
- ¿Qué mierda paso en el hospital para que Lim se encerrara en la habitación?
-No te incumbe. -Respondí, encaminándome a la habitación de Lim.
-Bien, entonces lárgate de mi departamento, maldito sin vergüenza.
-No te incumben mis problemas con Lim. Metete en lo tuyo Sam, y deja de portarte como una sobreprotectora madre con ella.
-Es mi amiga.
-Es mi novia. -Le devolví el gesto, con la misma hostilidad. Estaba harto de los cuestionamientos por parte suya, por su hermano y su padre. Estaba de acuerdo en que ella se preocupara tanto por su amiga, pero eso no implicaba que se entrometiera en nuestra relación. -Metete en tus asuntos, y déjame a mi reparar los míos con ella.
-No lo voy a permitir, maldito bastardo.
-Me importa un carajo, Sam. Estoy harto de que todos ustedes metan las narices donde nadie les llama. ¡Lim tiene 20, por amor a dios!, ¡Dejen de tratarla como una niña!
- ¡Me entrometeré si mi amiga sufre por culpa tuya, imbécil!
-Sam... -Ambos nos volvimos, mirando a la pequeña y menuda muchacha, quien, con los ojos hinchados, y las mejillas empapadas, nos miraba a ambos. -Déjanos a solas.
-Pero...
-Te lo agradezco Sam, pero estos asuntos me corresponden a mí, mas no a ti. Anda, vete a la cama y déjame charlar con Tom.
-Lim.
-Por favor Sam. -Su mirada suplicante, y su tono de voz, bastaron para que Sam nos dejara a solas, fulminándome con aquellos ojos verdes, antes de encerrarse en su habitación.
La tensión se sentía en el aire, y podía notar lo nerviosa que se encontraba ante mí. Su sonrisa triste basto para que yo fuera en busca de ella, envolviéndola en mis brazos de forma protectora. Ella no tardo en quebrarse, aferrándose a mi cuerpo. Su calor corporal me proporcionaba estabilidad; pero en estos momentos me sentía ajeno a ella, cosa que últimamente sentía cuando me encontraba con ella; aquello que Lana terminaba completando en cuanto llegaba a casa y percibía su dulce loción.
-Perdóname Lim...
-Cállate y bésame. -Me aparte de ella, mirando sus hermosos ojos azules. Era tan hermosa, tan dulce y frágil... pero no era Lana. Y que Dios me perdone al decir esto, pero como me encantaba esta hermosa morena de ojos azules.
Sin mucho esfuerzo uní mis labios a los suyos, deleitándome con su dulce sabor, y aquella carnosa textura que me volvía un loco; un adicto en desesperada búsqueda de la heroína.
Me aparte de ella en cuanto el aire nos hizo falta a ambos. Nos miramos por breves segundos, antes de que ella volviera a llorar, cubriéndose el rostro con las palmas de las manos. La tome por los hombros, y los acaricie con lentitud y ternura. Mi Eliam.
-Por favor, niega mis suposiciones, y dime que me amas. -Aun no apartaba las manos de su rostro, mientras las lágrimas se deslizaban por sus pómulos. -Dime que me eliges a mí, mas no a ella. Dime que quieres estar conmigo, y no con ella.
-Lim...
-Dime que perduraras a mi lado, que viviremos juntos en un apartamento acomodado, como lo habíamos planeado. Que estaríamos juntos, y que probablemente nos casemos y tengamos nuestros hijos...
-Lim...
- ¡Dime que me prefieres, por encima de ella!
- ¡No puedo, Eliam! -Aparto sus manos con lentitud, mirándome de una forma que me partió el corazón en dos.
- ¿Qué no puedes? -Se relamió los labios, apartándose de mi lentamente. - ¿No puedes o no quieres? -Demore en responder, llevándome una mano a la cabeza, frotándome el cabello con la yema de los dedos. Esto era una completa locura.
-Ambas, Lim. -Volví a mirarla, buscando una forma de disculparme con ella. Su expresión era indescifrable, pues vareaba entre la tristeza y la confusión.
- ¿Ambas?
- Lo siento Eliam... pero no puedo abandonar a mi mujer cuando ella está embarazada de mí.
- ¡Vaya juego sucio de su parte! -Nuevamente comenzó a llorar, pero ahora notaba su rabia contenida en contra de Lana. - ¡Esa hija de puta! ¡Que conveniente que resulte embarazada cuando le pides el divorcio!
-No hables...
- ¡Pero claro que esa estúpida buscaría una forma de atarte a ella!
-Basta.
- ¿Por qué Tom?, ¿Por qué es la madre de tus hijos?
-Cierra la boca.
-Maldita...
-Es más que eso, Eliam. -Le dije, ya frustrado ante sus gritos. No soportaba cuando alguien hablaba mal de Lana. Era claro que Eliam no sabía absolutamente nada sobre ella; sobre su bondad, su amor y su ternura.
- ¡¿Qué es entonces Tom?!
- ¡Que esta tarde me he percatado de algo!
- ¡¿Y de que te has percatado, Tom?!
- ¡Que aun la amo, maldita sea!
Y ello basto para silenciar a Lim.
Lentamente retrocedió, hasta topar con pared. Se llevó ambas manos a los brazos desnudos, mirando cabizbaja sus pies descalsos. ¡Soy un maldito bastardo! - ¿Qué has dicho?
-Que la amo... la amo como el primer día, Eliam.
-Tu no la amas... solo te sientes obligado a estar con ella, ahora que te enteraste sobre su embarazo.
-No Eliam... llevo semanas pensando en esto. No puedo arruinar 10 años con ella... me resulta imposible.
- ¡¿Y dónde quedo yo?! ¡¿Solo estabas conmigo por diversión?! ¡¿Disfrutaste acostarte conmigo, para luego abandonarme?!
-Lim...
-Lárgate Tom, ¡Lárgate de una buena vez, y no vuelvas a buscarme! -Se llevó ambas manos al rostro, presa de la agonía que yo le estaba provocando.
-Eliam...
-Ya la escuchaste Tom... lárgate. -Me volví, encontrando la mirada recelosa de Sam. Empuñé mis manos, conteniéndome para mantenerme firme en mi decisión, para no ir corriendo en busca de ella. Me gire, caminando con lentitud a la puerta. Los sollozos de Lim quedarían grabados en mi memoria para siempre, pues eran evidencia de mi crueldad.
Había hecho promesas como un estúpido adolecente enamorado... cuando yo tenía compromisos con la mujer que tanto amo.

Ultimo capitulo de esta noche.
Me pregunto, ¿Por que ante una infidelidad, la novia o esposa le toma odio a la amante?
Mi sincera opinión, la mayor parte de culpa la tiene el hombre, pues el es quien permite que la zorra se le meta hasta por los ojos. Pero claro, luego estamos tan tontas que lo perdonamos. ¡Por mi que se lo quede! Una basura como esa, no vale la pena el conservarla.
En fin... ¡Pregunta!
¿Les gusto el album King of suburbia?
Si les soy franca, a mi solo me gustaron 3 de sus canciones.
Comenten que les parecio el capitulo.
Me encantan sus comentarios.  

Querido Mío- Tokio hotel -Primera parteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora