Cap. 20 Un amigo

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Querido mío
Sus labios se movían sobre los míos, con cautela y profunda ternura. Sin embargo, no era él, no eran sus labios los que me besaban, ni sus brazos los que me tomaban. Aquella incertidumbre me torturaba, me asfixiaba, dificultándome el mantener el control en mis emociones.
Las lágrimas comenzaron a recorrer mis pómulos, y un agudo gemido salió de lo más profundo de mi garganta, lo que obligo a Georg a apartarse de mí. Sus hermosos ojos verde se posaron sobre los míos, adoptando un sentimiento de profunda tristeza, similar al mío sin duda alguna.
-Lana...
-Ya no lo soporto, Georg... ya no soporto toda esta situación. -Lleve ambas manos a mi rostro, cubriéndolo con la intención de ocultar mi sentir. -Ya no puedo soportar un minuto más con esta maldita incertidumbre, del dolor que me agobia día con día.
-Lana, tranquila...
-Y es un maldito sufrimiento que me está asfixiando. -Georg me volvió a tomar entre sus brazos, permitiéndome la cercanía y el calor que tanto necesitaba. La comprensión de Luisa y Grace no me bastaban, pero en brazos de Georg me sentía diferente. No era el calor de Tom, mucho menos su perfume el que me embriagaba... Era Georg, pero no mi esposo.
Todo mi mundo daba vueltas, como un interminable carrusel. Todos abandonaban el juego, a excepción de mí, que parecía encadenada a aquel maldito juego, al círculo vicioso al que Tom me condeno. Era la estúpida esposa engañada, herida por las mentiras de un hombre que juro amarla.
Me resultaba imposible el ver a Georg como algo más que un simple amigo, pues mi corazón aun pertenecía a aquel hombre, quien probablemente se mantenía a mi lado por el hijo que estaba esperando, mas no por amor.
Conforme pasaron los minutos, el llanto se había frenado, pero mi sentir no era del todo satisfactorio. Georg acariciaba mi espalda tiernamente, meciéndome lentamente. Su respiración era tranquila, transmitiéndome la paz que necesitaba para controlar mis emociones, volviendo al rostro inexpresivo de siempre.
- ¿Quieres hablar de ello, Lana? -Asentí con la cabeza, incapaz de pensar en otra cosa. -Vamos a beber un café.
-No quiero causarte problemas.
-No lo haces. -Se apartó de mi con lentitud, regalándome una sonrisa colérica. Me abrazo por los hombros, por lo que yo rodee su cintura con mi brazo. Nos confundimos entre los transeúntes, luciendo ante el mundo como una pareja que se acababa de reconciliar; pero no éramos más que viejos amigos que compartían el mismo dolor.
Nos adentramos a la primera cafetería que encontramos, separándonos para cederme el paso. En silencio nos encaminamos a la mesa más cercana, tomando asiento en el sofá de cuero negro. Georg tomo mi mano por encima de la mesa, acariciando el dorso con su pulgar. Le medio sonreí, soltando un suspiro pesado.
Georg solo hablo para ordenar un capuchino y un té de arándano, a lo que la chica asintió, para luego desaparecer. Nos mantuvimos en absoluto silencio hasta que la mujer se acercó con las bebidas calientes, dejándolas sobre la mesa para luego marcharse. Aparte mis manos casi al instante, a lo que Georg me miro con desdén.
Tome la humeante taza de té, calentando mis manos con ella. Georg no dejaba de mirarme, sin tocar su taza de capuchino.
-Veo que continúas haciéndolo. -Me volví, notando una reluciente sonrisa. -Calientas tus manos colocándolas alrededor de una taza, aguardas hasta que la bebida se enfrié y comienzas a beber.
- ¿Qué? -Una ligera risita se escapó de mis labios, aligerando la tensión entre nosotros.
-Te muerdes los labios cuando estas nerviosa, y sonríes segundos después para que nadie lo note.
- ¿Hace cuánto que dedujiste aquello?
-Desde que llegaste a mi casa, con aquellas lindas coletas de cabello y ruborizadas mejillas. Denotabas tanta inocencia y ternura, que aceleraba mi corazón.
-Eres un caso. -Mi semblante rápidamente se descompuso, y las ganas de llorar volvieron. -No entiendo en que momento todo se volvió caótico. -Solté un suspiro pesado, volviendo mi atención a la humeante taza de té que tenía frente a mí. -Lo conocí en la universidad, cuando estaba cursando mi segundo año. -Solté una risita irónica del solo recordar mi juventud, aquella que por años atesoré como mis más preciados recuerdos. -No había quien no hablara de Tom. Era el chico más amistoso, dulce y cariñoso, bastante juguetón, y con una personalidad que atraía a todos. Yo no fui la excepción. Todas estábamos cautivadas por el chico, pero a él parecía no interesarle nadie. -A excepción de la profesora. – Un día me invito a salir, y yo no podía creerlo... él era todo lo contrario a mí. Éramos personas de carácter opuesto, pero nos amábamos con locura. Antes de graduarnos me entere de mi embarazo, por lo que nos casamos antes de que fuera más notorio. -Levante la mirada, encontrándome sus hermosos ojos verdes. - ¿Alguna vez has vivido en una burbuja de fantasía, que en cuanto esta se rompe eres incapaz de ver la realidad?
"Nuestros 7 años de matrimonio fueron perfectos. Nuestro matrimonio era perfecto, puesto que nos amábamos con locura. Teníamos a nuestro hijo, que es el ser más dulce, puro e inocente. Heredo todas las cualidades de su padre, incluida su alegría y nobleza. -Nuevamente agache la cabeza, borrando mi sonrisa con lentitud. -Pero todo acabo la noche de nuestro octavo aniversario, cuando el me planteo el divorcio. -Lleve mi mano hasta mi boca, ahogando un gemido de agonía. -No entendía el motivo por el cual lo hizo. Todo en nuestro matrimonio me resultaba maravilloso, pero nunca note que la burbuja de fantasía ya se había desgastado tiempo atrás, y no tardaba en explotar.
-Por ello estabas tan triste aquella tarde, en la cafetería donde nos encontramos. -Sentí con la cabeza, muy a pesar que sus palabras eran una afirmación, mas no una pregunta.
-No sé cuáles sean los sentimientos de Tom por mi... pero no quiero retenerlo con mi embarazo. De no ser por eso, en este preciso instante estaríamos divorciándonos. Me resulta una pesadilla el vivir bajo el mismo techo, a pesar de que trata de compensar las cosas y arreglar nuestro matrimonio... pero ya está roto, y me resulta imposible olvidarlo por completo.
-Lana...
-Ya no puedo soportar más esa agonía, y si el divorcio es la solución, que así sean las cosas. -Cubrí mi boca con la palma de mi mano, pero Georg lentamente la aparto.
-El matrimonio no es ningún juego, Lana. Nosotros, los seres humanos contemporáneos, hemos perdido valores en el transcurso del tiempo. Nos hemos vuelto bestias, dejándonos llevar por los impulsos y las emociones. Muchos toman a juego el amor, por lo que en cuanto descubrimos los defectos de otros optamos por romper el matrimonio. Nos casamos enamorados del amor, mas no de la persona con quien se supone deberíamos pasar el resto de nuestras vidas.
"Eso mismo sucedió entre Ashley y yo, pero en nuestro matrimonio nunca hubo amor. Lo único que nos unía era un papel, mas no sentimientos. Nos teníamos cariño, pero nunca nos amamos... Yo estaba enamorado de otra persona, y ello jamás me perdono. Con el tiempo lo logro, y todo gracias al hombre con quien está por casarse.
- ¿Qué quieres decir?
-Que pienses bien las cosas antes de tomar una decisión. En mi matrimonio con Ashley no había hijos de por medio, pero no es el caso en tu matrimonio. Traten de solucionar las cosas, antes de que su hijo lo note y terminen hiriéndolo profundamente.
Sonreí al escucharle hablar de esa forma. Georg ya no era aquel muchacho que había conocido en el pasado; y me resultaba extraño el encontrarme en esta cafetería con él, hablando tan maduramente.

Querido Mío- Tokio hotel -Primera parteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora