Querido mío
-Lana...
Cuanto más desesperados nos encontramos por una salvación... más rápido aparece un ángel guardián.
Ambos permanecimos en absoluto silencio, solo intercambiando miradas y sutiles sonrisas. ¡Vaya que ha cambiado!
No sabía con exactitud durante cuánto tiempo le estuve mirando perpleja, pero no parecía disgustarle en lo absoluto. Su mirada hierbabuena continuaba igual de hipnótica, como la primera vez que lo vi en el colegio. Era dos años mayor que yo, por lo que la probabilidad de encontrarnos era una en un millón.
Georg, el chico que robaba el aliento a todas las chicas de la secundaria. Georg, aquel castaño alemán, con una singular y encantadora sonrisa, con una dulce y amigable personalidad. Mi gran amor de la adolescencia, el primero, mi platónico. Me resultaba extraño el encontrarme frente a él, después de casi 14 años de no verlo. Es como si el pasado volviera, y fuera el causante de que yo olvidara mis penas con respecto a mi divorcio.
-Luces... increíble. -Fue lo único que logre articular. Sin embargo, logre arrebatar una de sus sonrisas radiantes, mostrándome su dentadura perfecta.
-Gracias... luce radiante. Lo lamento, aun soy un poco torpe con los cumplidos. -Sonreí, tratando de que mis mejillas no se tornaran rosadas.
-Qué raro que me hables de usted, tomando en cuenta que usted es mi superior. Debería ser yo quien le hable de usted.
-Oh, lo lamento. Este encuentro fortuito me ha dejado conmocionado. Han pasado 14 años desde la última vez que nos vimos, y si no mal recuerdo, lucias unas hermosas coletas. Veo que ahora llevas el cabello largo y ondulado, como lo usabas cada que cuidabas de David.
-Dios... que vergüenza. -Me lleve una mano a la mejilla, tratando de borrar todo signo de vergüenza. 29 años, y aun continúo ruborizándome ante cada cumplido. Rara era la vez que sucedía; pero, cuando se presentaba la ocasión, mi rostro se teñía de color carmín. -Te suplico no hables de aquella etapa. Era tan patético el que una chica, a esa edad, se continuara peinando como una niña...
-Me encantaban. -Levante la mirada, incrustándola en aquellos preciosos ojos. ¡Dios santo! -Bueno, quiero decir que a todos nos encantaban. Ya sabes, a mi familia y a mí. Denotaba tu ternura e inocencia.
-Vamos Georg, no hay necesidad de ser cortes. Se a la perfección lo que todos pensaban de mí en la secundaria. No te tomes la molestia de alagarme, solo por la amistad que tuvimos en el pasado. -Aparte el cabello de mi rostro, tomando la taza de té verde entre mis manos. Georg no dejaba de mirarme, y eso solo aumentaba mi nerviosismo. - ¿A qué te dedicas, Georg?, Si no mal recuerdo, tu deseabas ser un gran editor.
-Así es Lana. Siempre fue mi sueño el abrir mi propia editorial, por lo que, con mucho esfuerzo, logre. Es fantástico, porque puedo leer el borrador de grandes libros, antes de ser publicados. -Sus ojos brillaban con tal intensidad, que juraba que frente a mí se encontraba la estrella más hermosa y resplandeciente de todas. Así era Georg siempre que hablaba de sus sueños. El fulgor no lo había perdido con el paso de los años, y eso me hizo muy feliz.
-No sabes lo mucho que me alegra el escuchar eso. Siempre disfruté oirte hablar sobre tus planes respecto la apertura de tu propia editorial... ¡Y mírate! Un hombre exitoso, con un futuro muy prometedor.
-Me alagas Lana, pero no soy tan exitoso como piensas. -Se llevó la taza de café a la boca, sonriendo segundos después. Pude notar el cómo su expresión se descomponía abruptamente, proseguida de una incómoda pregunta. -Escuche de mi hermano el que estabas casada. ¿Qué tal todo?
-Bueno, ¿Por dónde podría comenzar? -Me mordí el labio inferior, y enseguida evadí su inquisidora mirada. -Todo va de estupenda manera. Tom es un esposo increíble, bueno y amoroso con nuestro hijo...
- ¿Y contigo?
- ¿Conmigo? Soy su esposa Georg. -Le dedique una mirada hostil, mientras trataba de no asfíxiame con la ajustada blusa que acaba de comprar, pues la mayoría de mi guardarropa me quedaba gigante. -Es un excelente esposo.
-Vale, tampoco te molestes por mi pregunta.
-Entonces fíjate en lo que preguntas. Puede que seas un viejo amigo, pero eso no te da el derecho de hacerme preguntas tan personales. No tenemos esa clase de confianza, Georg. -Mire nuevamente por la ventana, sintiendo la rabia recorriendo mi interior. Sentía deseos de llorar, recordando mis palabras de anoche, cuando Tom y yo discutíamos sobre nuestro matrimonio. "Quiero el divorcio, Tom" fue mi petición, recibiendo un doloroso "Te lo daré", por su parte.
-Discúlpame por ser tan imprudente, Lana. Tienes razón al decir que no somos lo suficientemente cercanos como para hacerte ese tipo de preguntas. Soy un asno, y no sabes el cuanto lo lamento.
-No importa Georg. -Me lleve una mano al rostro, frotándolo con desesperación.
Necesitaba consejo masculino, pero no podía ir ventilando mis problemas matrimoniales con el primero que se me cruzara por enfrente. Georg me brindaba confianza, pero no lo suficiente como para contarle sobre la infidelidad de Tom, y el cómo nuestro matrimonio estaba por la borda. -Lo lamento, no debí ser tan grosera contigo... es solo que...
-Lo entiendo, Lana. Debe ser algo muy mano como para tenerte en esas condiciones. -Con un suave pañuelo de seda, que saco de su bolsillo, elimino todo rastro de lágrimas. Su sonrisa era cálida, con aquel toque de dulzura que aceleraba mi ritmo cardiaco. -No llores más, Lana Smith. Nunca me ha gustado verte llorar, y sería una pena el que remplazaras tu bella sonrisa con una amarga tristeza.
-Lo lamento. Supongo que te estoy contagiando mis penas, y eso no debería de suceder en un encuentro entre viejos amigos, ¿verdad? -Con una expresión más relajada, asintió con la cabeza, retirando el pañuelo de mis mejillas. Era tan lindo, que me sentía igual que aquella adolecente enamorada. - ¿Desde hace cuantos años que te has cortado el cabello?, luce totalmente diferente a aquel adolecente que conocí.
-Desde mi divorcio, hace 5 años. Estaba por iniciar una nueva vida, y un corte de cabello no afectaba a nadie. -Me sentí mal al hacer esa pregunta, pues en su semblante se notaba una profunda tristeza. Una muy similar a la mía.
-Santo Dios. Lo lamento tanto, Georg. -Apenada agache la cabeza, deseando que la tierra me tragara.
-No tanto como yo, Lana. Ashley y yo éramos muy diferentes, tanto en ideas como en gustos. Éramos muy jóvenes cuando decidimos casarnos, y ambos estábamos enamorados del amor, que jamás nos percatamos de la dañina relación que sobrellevábamos. Discutíamos demasiado, y nuestros caminos eran muy diferentes. Ella quería ser una cantante exitosa, mientras que yo deseaba ser editor. Basto una gira para notar lo incompartibles que éramos, y lo indispuestos que estábamos por sobrellevarlo.
-Eso es triste.
-Ni tanto. Se casará dentro de un mes, con aquel muchacho que conoció en Brasil. Ambos somos lo suficientemente maduros como para sobrellevar una amistad, que incluso me pidió el ser quien la entregue. ¿No es gracioso?, voy a entregar a mi ex esposa con un tipo que no habla el mismo idioma. -La risa de Georg me pareció de lo más forzada, que me sentí mal por él. Sus palabras y expresiones denotaban un completo desacuerdo. Trataba de sonar feliz por ex esposa, pero solo demostraba lo doloroso que le había resultado su separación.
¿Es acaso que Tom y yo llegaremos a ese punto?
Lo dudo, pues él tenia a esa tal Lim... y yo, a nadie.
-Y... ¿No te duele?
-Lana, ¿Somos tan amigos como para compartir esa clase de sentimientos? -Me ruborice al instante, sintiendo el como el dolor me invadía tan abruptamente, por la tristeza que atormentaba a Georg. -Te mentiría si te dijera que no me duele, cuando en realidad me siento falta. Yo soy el principal culpable de que aquella relación no funcionara, por lo que no la culpo al haber buscado a otra persona. Ella merecía ser feliz, sentirse amada por un hombre... no prolongadas ausencias.
- ¿De verdad iras a su boda, Georg? -Interrogue, llevando mi mano directamente a la suya, apretándola con suavidad. Georg sonrió ante mi gesto, antes de girarla y entrelazar nuestros dedos. Un extraño cosquilleo recorrió mi cuerpo entero, sacudiendo todo en mi interior.
-Sí, tengo que ir. Aún me falta un smoking gris y una acompañante, para no verme como el patético ex novio.
-Puedo ayudarte con el smoking si gustas. Tengo una amiga que es modista, y domina perfectamente el arte de la sastrería. Ella podría ayudarte a confeccionar el traje perfecto para la boda.
-Bueno, ya tengo la armadura... pero falta algo importante para la batalla. -Georg se acercó lentamente, acariciando mi mejilla con la yema de sus dedos, algo que me erizo la piel al instante. - ¿Sabes de que hablo?
-No se me ocurre otra cosa, Georg. -Tuve que hacer un esfuerzo sobre humano por no tartamudear, pero mi voz sonaba patética.
-Me falta una bella dama acompañándome... y, da la casualidad, que tú eres perfecta para la ocasión.
Lentamente se apartó, mirándome con tal dulzura y calidez, que sentía el cómo las piernas se derretían.
- ¿Qué dices, Lana Smith?, ¿Me acompañarías a la batalla?
¡Aaaaaaaah que emoción!
Bueno, señoritas, quiero aclarar que lo bueno esta por comenzar.
¡Pregunta!
¿Tienen una macosta? de ser así, ¿Como se llama?
Yo tengo un perrito, se llama Bimbo. Es muy travieso, y por ello mi abuelita lo regaña bastante. Es como mi hijo el muy malvado, y lo peor es que el sabe lo mucho que lo quiero, por lo que se encaja un poco.
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Querido Mío- Tokio hotel -Primera parte
RomanceMi matrimonio nunca fue de ensueño, pero solo ahora soy consciente de lo prescindible que soy. Mi esposo no me ama, mi hijo me detesta, y no hay día en que no me arrepienta de mi elección. Me siento al borde, y no hay nadie quien me sostenga. En ed...