Querido mío
La luz cálida del sol, filtrándose atravez de las ventanas, en un hermoso viernes soleado. Mi cuerpo, envuelto en sabanas cálidas, y aquel delicioso aroma a café que deleitaba mi olfato. El malestar se había esfumado, por lo que, de igual modo, mi dolor de cabeza también.
Me incorpore, estirando los brazos. Hoy hacia una hermosa mañana, por lo que mi hijo seguramente se encontraría ansioso de salir al colegio. Le gustaban estos días, pues acostumbraba salir a jugar con sus amigos cuando el clima era favorable.
-Buenos días. -Me volví, tras escuchar aquella melodiosa y hermosa voz. Me quede absorta por breves segundos, admirando el cuerpo bien formado de mi esposo, con solo una toalla cubriéndole de la cintura para abajo.
-Buenos días. -Respondí, apartando la mirada de su perfecto cuerpo viril. ¿Tenía que ser tan hermoso el muy bastardo?
-Te he preparado el desayuno. Entiendo si no puedes llevar a Steve a la escuela, por lo que me tomare la libertad de llevarlo yo de camino al trabajo...
-No necesito tu ayuda, gracias. -Me levante, colocando mis pies en las pantuflas, que yacían en el costado de la cama. Medio sonreí, pues era más que claro que estas habían sido colocadas ahí intencionalmente. -Gracias. -Murmure, aparatando un mechón de cabello que estorbaba en mi rostro. -También por lo de las gafas, gracias.
-Pensé que te incomodaría dormir con las gafas puestas. Te las he retirado en cuanto quedaste profundamente dormida.
-No tenías por qué haberte molestado... pero gracias. -Me encamine a la ducha, con cierta pereza. Sentía sus insistentes miradas, mientras continuaba vistiéndose. Antes de adentrarme le mire, con aquella camisa mal planchada. Trate de disimular mi risa, pero fue evidente que él lo noto, sonriendo en respuesta.
- ¿Qué?
-Anda, quítate esa camisa. -Le extendí mi mano, sin dejar de sonreír. Tom se ruborizo ligeramente, quitándosela enseguida. Me la entrego, acariciando mi mano en el acto. La descarga eléctrica nuevamente recorrió mi cuerpo entero, y sin entender el por qué, mi corazón se aceleró. Levante la mirada, notando su tierno semblante. -No puedo creer que uses las cosas en este estado.
-No quería molestarte...
-No es ninguna molestia, eres mi esposo... -Cerré la boca de golpe, en cuanto aquellas palabras salieron de mis labios.
No, las cosas ya no son como antes. No puedo pretender que todo está bien entre nosotros, como si nada hubiese sucedido. Cabizbaja sonreí, tratando de no derramar una sola lagrima. No, ya no, pues había prometido que aquella noche sería la última vez que lo hacía.
Sin notarlo, tu prominente cuerpo se encontraba frente a mí, a escasos centímetros. Tu loción masculina invadió mis sentidos, enviándome a otra galaxia. Paso sus brazos por sobre mis hombros, y yo termine abrazándolo por la cintura desnuda. Su tersa piel, aquella que tanto amaba recorrer con mis manos, nuevamente mía y entre mis manos. No del todo mía.
-Levanta la cabeza y mírame, amor mío. -Hice lo que me dijo, encontrándome con sus hermosos ojos caramelo. Aquel arrepentimiento marcado, solo me recordaba su infidelidad... y ello me destrozaba. -Quiero que las cosas entre nosotros vuelvan a estar bien, y que todo sea como antes. -Negué con la cabeza, sintiendo aquellas lágrimas al borde. Si solo pudiera volver a creerle. -Te quiero amor mío.
-No puedes decir esas cosas.
- ¿Por qué no?, soy tu esposo...
-No puedes hacerlo cuando me haz lastimado de muchas formas posibles. -Me aparte de su cuerpo, cerrando los ojos con fuerza. Nuevamente volvieron aquellos prolongados he incomodos silencios entre nosotros, y no necesitaba ser genio para saber lo que pasaba por su cabeza. Se mostraba arrepentido, pero no podría olvidar de un día a otro el que me haya sido infiel.
-Yo...
-Steve tiene que ducharse antes de ir al colegio. Preparare su almuerzo, y asegúrate de llevarlo en los asientos de atrás. Que se coloque el cinturón de seguridad antes de partir, y que no pase la cinta por debajo de su brazo como acostumbra a hacerlo. – Me gire, encaminándome a la puerta para dirigirme al cuarto de lavado, donde tenía la plancha de vapor.
-Lana...
-Oh, se me olvidaba. -Me volví, sonriendo de forma forzada. Me sentía incomoda, y ansiaba encerrarme en el cuarto de lavado. -Mis padres vendrán esta noche a cenar. No sé qué tan ajustada este tu agenda, o si tienes planes con ¿Lim?, Su nombre es Lim, ¿verdad? -Claramente note el cómo sus hombros se tensaron, y el cómo sus puños se formaron automáticamente.
-Te dije que lo mío con ella...
-No me interesa, Tom. -Sonreí con nostalgia, pasando mi mano por mi cabello para apartarlo de mi rostro. No me devolvió la mirada, pues su culpabilidad se lo impedía. -Solo te he informado sobre la visita de mis padres... No me interesa si tienes planes con ella o no, pero más vale que los canceles.
- ¿Qué?
-Ya es hora que entienda ella quien es la esposa... y quien su amante. -Le di la espalda enseguida, sin esperar ningún tipo de respuesta. Me encamine hasta el cuarto de lavado, encerrándome en este. Aún tenía la camisa de Tom entre mis manos, y sentía el cómo el aire comenzaba a hacerme falta.
Desesperada busque entre los cajones mi inhalador, tratando de no caer en la ansiedad y frustración. Hace años no experimentaba aquella sensación, y era una locura que aquello volviera. Tras inhalar varias veces, me dispuse a planchar la camisa de Tom. Su loción estaba impregnada en toda la camisa, y, para mí, aquello representaba un verdadero deleite.
Termine de planchar su camisa, cuando Tom se adentró en el cuarto de lavado. Su semblante era serio, lo que me dio una idea de lo que se avecinaba. ¡Dios Santo!
-Lana, tenemos que hablar.
- ¿Qué?, ¿Planeabas verla esta noche? -Deje la plancha de humo en su lugar, tomando la camisa para entregársela a Tom.
-Lana... ya basta.
- ¿Hay algún problema? -Le encare, frunciendo la ceja y dejando una mano en mi cadera. -¿No puedes?, Date la vuelta.
-No me colmes la paciencia, Lana.
- ¿No escuchaste?, que te des la vuelta. -Tom se giró, dándome la espalda. Tome la camisa y le ayude a colocársela. Ambos permanecimos en silencio, mientras que yo se la abotonaba. Su mirada chocolate continuaba fija en mi rostro, pero yo no me atrevía a mirarle. -Por lo menos... respétame mientras estemos juntos.
-Lana...
-Solo te pido eso Tom... mientras procesamos el divorcio.
-No, amor mío. -Me tomo de las mejillas, pegando su frente a la mía, compartiendo el aliento y la cercanía. Dios, esto me estaba matando. -No quiero que vuelvas a hablar de ello, Lana.
-No es necesario mentir, Tom. Tú ya no me amas...
-Si tan solo me volvieras a dar una oportunidad, yo...
-Suéltame Tom.
-Yo te demostraría lo mucho que te amo.
-Suéltame. -Comencé a removerme, tratando de apartar sus manos de mi rostro. ¡Maldita sea!
-Si tan solo me perdonaras, me harías el hombre más feliz del mundo.
- ¡Suéltame!
Antes de lograr articular una sola palabra, Tom ya me tenía contra la pared, besándome de la misma manera desesperada. Emití un pequeño gemido ante la brusquedad con la que me devoraba mis labios, mientras que sus manos se mantenían fijas en mi cadera. Sentía mis piernas tambalearse, ante aquellas excitantes sensaciones que recorrían mi cuerpo entero.
Lleve mis manos a su nuca, profundizando el beso. Tom sonrió entre besos, sujetándome con mayor fuerza contra su cuerpo. Sus enormes manos comenzaron a hacer un recorrido por toda mi espalda, provocando que una descarga eléctrica recorriera todo mi cuerpo.
-No... espera... Tom. -Lo sentí sonreír, mientras que sus manos jugueteaban con el borde de la camisa de mi pijama.
-No puedo esperar Lana... solo deseo una cosa en este momento. -Sus labios pasearon de mi mejilla hasta mi cuello, dejando besos húmedos y pequeñas mordidas que solo me enloquecía.
- ¿Y que es aquello que deseas? ¡Tom, maldita sea, deja de hacer eso! -Sus labios succionaban mi piel, al mismo tiempo en que sentía el cómo una de sus manos se adentraba bajo la camisa, ascendiendo hasta uno de mis senos. -Basta Tom... Steve nos puede escuchar.
- ¡Maldita sea!, no puedo pensar en otra cosa que no sea el hacerte el amor, aquí y ahora. -Su hermosa mirada se volvió a la mía, y aquella obscuridad en sus ojos me enloqueció. ¡Madre mía!Ufff ese Tom.
Bueno, la verdad es que estoy disfrutando mucho del escribir esta novela. Me encantan los cambios repentinos que hay entre ellos. en un minuto discuten, y al otro hacen el amor.
En fin... ¡Pregunta!
¿De los chicos quien es su favorito?
A mi, si soy franca, me gustan todos, pero Tom fue el que me llamo la atencion cuando lo vi por primera vez, con aquellas rastas y su ropa de rapero. No se, me encanto.
Comenten que les parecio e capitulo, y si gustan que hoy suba otro.
Buenas noches.
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Querido Mío- Tokio hotel -Primera parte
RomanceMi matrimonio nunca fue de ensueño, pero solo ahora soy consciente de lo prescindible que soy. Mi esposo no me ama, mi hijo me detesta, y no hay día en que no me arrepienta de mi elección. Me siento al borde, y no hay nadie quien me sostenga. En ed...