Cap. 13 Dos

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Querido mío
El silencio en la mesa me resultaba un tanto incomodo. Mi madre miraba a Tom, como si deseara que en ese preciso instante sufriera envenenamiento. Sin embargo, Tom le sonreía burlón, mientras charlaba con Jaxón, el nuevo esposo Eleonor.
Jax resultaba ser un hombre agradable, con el carisma que mi madre jamas llego a tener. Su sentido de humor contrastaba con la personalidad recatada y arrogante de ella, por lo que formaban una pareja peculiar.
-Amor mío, ¿Que opinas de pasar las vacaciones en Berlín, con toda mi familia? -Interrogo Tom, extendiéndome la mano por sobre la mesa. Yo la mire, antes de volverme a mi platillo, ignorando su invitación.
-No tengo intención de viajar a Alemania. -Respondí, apartando el plato con cordero y guisantes. El puré me había provocado nauseas, por lo que termine levantándome de la mesa, disculpándome con mi madre, antes de salir apresurada al baño en el segundo piso.
Y nuevamente, ahí iba toda mi cena y almuerzo. ¡Genial!
Con Steve había pasado por antojos la mayor parte del embarazo; pero éste nuevo bebé me comenzaba a dar mas problemas. Las nauseas no me permitían ingerir ningún tipo de alimento, y la reducción en mi peso comenzaba a ser mas notoria. A éste paso terminaría pesando 40 kilogramos para el parto.
-¿Te encuentras bien? -Interrogo Tom, colocándose en cuclillas junto a mi. No le mire, pues no deseaba escuchar sus reproches con respecto a los desagradables comentarios de Eleonor, culpándome a mi por obligarlo a cenar con ella. Mi madre y mi esposo, no se toleraban en lo absoluto.
-Solo son nauseas. Estoy bien, Tom.
-¿Estás loca?, tu plato ha quedado intacto, y acabas de vomitar lo poco que haz comido. -Llevo una de sus manos a mi espalda, acariciándola con suavidad. Aquel gesto provoco el que mi corazón se agitara. ¡El muy traicionero!
-Es normal Tom...
-No es normal, Lana. Pesas 10 kilos menos, y no puedes mentirme con ello. He visto al doctor esta tarde, y el me ha confirmado mis suposiciones... ¡Tu vida corre peligro si no somos cuidadosos!
-¿Desde cuando te importa mi estado de salud, Tom? -Baje la tapa del inodoro, sentándome sobre esta.
-¡Lana!
-Tom, no tengo la menor intención de discutir contigo. Mi día no fue para nada agradable, y la visita de mi madre solo ha servido para colmarme la poca paciencia que me queda. Te suplico que no me molestes esta noche, y que me dejes descansar como tanto lo ansió desde la tarde. Tengo sueño y migraña, por lo que no es recomendable que me irrites con tus reproches. Lamento los desagradables comentarios de Eleonor... pero toma en cuenta que ella es mi madre, y que gracias al cielo vive al otro lado del mundo, por lo que una cena es mas prudente que ir a visitarla durante las vacaciones. En cuanto a la navidad en casa de tus padres, no tengo problema alguno. ¿Algo mas?
-No. Pero...
-Bien, si eso es todo, me marcho a la cama. Asegúrate de que Steve no exceda su tiempo con la televisión.
-Lana...
-Tom, sabes que normalmente yo lo hago, pero esta noche no puedo.
-No se trata de eso, amor mío.
-¿Entonces que, Tom?
-Me gustaría... volver a la cama contigo.
-¿Que eso no lo haz hecho ya? -Interrogue, llevándome una mano al rostro. ¿Es enserio?
-No hablo de hacer el amor... hablo de dormir contigo.
-Haz lo que se te de en gana. Despide a Jaxón y Eleonor por mi. Dales mis sinceras disculpas.
-Son tus padres...
-Mañana hablaré con ellos.
-Lana...
-¿Que mas quieres Tom? -Interrogue exasperada, cerrando los ojos con fuerza. Estaba un tanto frustrada ante su comportamiento, como si nada hubiese sucedido. El muy bastardo me trataba como cuando en la universidad, y ello solo servia para aumentar mi rabia.
Sus brazos rodearon mi cintura, mientras dejaba en mi hombro pequeños roces con sus labios. ¡Maldición!
Por inercia incline la cabeza, disfrutando sus pequeños besos por mi hombro, ascendiendo hasta mi cuello.
-Lana, mi amor. -Su manos acariciaban mi vientre, descendiendo hasta el borde de la blusa holgada que llevaba puesta... Hace un mes, esa blusa me quedaba ajustada. -Te suplico me perdones, amor mío.
-Deja... deja de hacer eso.
-No puedo... no cuando estoy por perderte.
.
10 años atrás.
-El narrador puede ser en tercera persona, y para ello tenemos dos posibilidades. El narrador omnisciente y el narrador objetivo. El narrador omnisciente, es aquel que conoce todo lo ocurrido en el pasado y en ocasiones se anticipa al futuro, interpretando los sentimientos y pensamientos de los personajes. Estos, suelen tomar partido a favor o en contra de los personajes.
Era mi última clase del día, por lo que la mayoría de mis compañeros se encontraban somnolientos. La profesora Hans no tenia inconveniente alguno por el que ellos se quedaran dormidos en su clase. Después de todo, los libros contenían los temas necesarios para el examen.
-¿Alguien me podría decir las características lingüísticas de la narración?
Las puertas se abrieron de golpe, por lo que todos se sobresaltaron ante la intromisión. Ahí estaba el, con su enigmática sonrisa retorcida, y aquella imagen de matón. Sus rastas caían en cascada por sus hombros y espalda, sin aquella característica gorra, y la cinta que llevaba atada en la frente. ¡Madre mía!
Mas de una chica se deleito con la presencia masculina de Tom. Yo incluida.
Paseaba aquella mirada chocolate por los pupitres, en busca de algo o alguien. Fue en ese momento, tras breves segundos, en que mi mirada y la suya se cruzaron. Su sonrisa se desvaneció, al mismo tiempo en el que se adentraba por entre las filas. Mi corazón se detuvo, en cuanto se detuvo frente a mi pupitre. Una vez mas me miro, antes de volverse a la chica frente a mi. Si no mal recuerdo, su nombre era Lizeth.
Me reí por lo bajo, pues ilusamente había albergado la esperanza de que Tom hubiese interrumpido la clase tan abruptamente con la intención de hablarme.
-Joven, no puede estar en esta clase.
-Solo serán breves segundos, profesora.
-¿Se te ofrece algo? -Interrogo Liz, sonriendo plenamente. Le gustaba ser el centro de atención, por lo que gozaba las miradas recelosas del resto de las chicas.
Tom se inclino frente a ella, sonriendo de una forma tan sádica, que mi piel se erizo. Su expresión era gélida, sin una pizca de humor. Solo ironía.
-¿Me puedes explicar de donde sacaste esas fotografías, reporterita de mierda? -Dicho esto, Tom golpeo el pupitre con tal fuerza que hizo estremecer a la pobre chica.
-Tengo mis contactos...
-Entregamelas.
-No las llevo conmigo.
-¡Me importa un carajo! ¡Quiero que me entregues esas putas fotografías!
-¡Salga de mi clase ahora mismo! -Le llamo la profesora, encaminándose por entre los pupitres. El rostro de Tom estaba descompuesto de pura furia, y era de entender.
Liz había pillado a Tom con una profesora, y su trabajo estaba en juego, al mismo tiempo que se procesaba la expulsión de él.
Liz no desaprovecho la oportunidad para vengarse del casanova, por lo que publico en el diario las fotografías de Tom y la profesora, besándose en su oficina. Las fotografías publicadas no eran el problema, si no aquellas en que él y la profesora tenían relaciones. La existencia de estas eran tan falsas como las extensiones de cabello de Liz, pero de una forma u otra, a ambos estaban en problemas.
-¡Le he ordenado que salga de mi clase!
-¡No hasta que ella me entregue las malditas fotografías! -Lizeth sonrió burlona, pues los roles de victima y verdugo, nuevamente se habían invertido. Ante el cuerpo estudiantil, y los profesores, Tom estaba agrediendo a Liz. -Tu, sucia zorra.
-¿Por que me llamas de ese modo, Tom?
-Eres...
-¡Señor Kaulitz, salga inmediatamente de mi salón de clase!
-Entrégame la puta copia antes de las 4.
-¿O si no que, Tom? ¿Acaso me estas amenazando?
Tom se acerco a ella, a tal punto en el que el rostro de él y Lizeth se encontraban a escasos centímetros.
-Le enviare todos esos mensajes a tu novio. No creo que a el le agrade que continúes mandándome fotos semi desnuda cada que te molestas con el. -Ahora fue ella quien palideció.
Dicho esto, Tom introdujo ambas manos a su sudadera, volviendo a sonreír de aquella forma que te corta el aliento. Antes de marcharse, nuevamente me dirigió una breve mirada, junto una sonrisa sincera e inocente.
Mi corazón se agito dentro de mi pecho, y sentía aquel extraño cosquilleo.


Tras el incidente en el salón de clase, Lizeth salió corriendo, como si su vida dependiera de ello.
Caminaba por el estacionamiento mientras guardaba mi carpeta en la bolsa, sin prestar atención al camino. Me detuve frente a mi viejo camaro del 96, rebuscando las llaves en mi bolso. Fue una voz ronca lo que me llamo la atención, por lo que rápidamente levante la mirada.
-Bonito auto. -Me quede helada tras sentir sus ojos chocolate haciendo contacto con los míos. Mis piernas flaquearon, por lo que rápidamente me sostuve con el cofre del automóvil. -¿Tu nombre es Lana, verdad?
-Y tu eres Tom.
Tom emitió una tenue carcajada, cubriéndose la boca con el dorso de la mano. Yo sonreí en respuesta, tratando de no ruborizarme como una completa idiota.
-¿Necesitas algo?
-Si... -De momento a otro dejo de reír, retomando su semblante serio. Era tan hermoso, como un modelo de catalogo de ropa interior. ¡Deja de pensar en esas estupideces, Lana! -A ti.
-¿Perdón?
-Preguntaste que necesito, y mi respuesta es simple. Te necesito a ti, Lana Smith.
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-Te necesito, Lana Kaulitz.

Wiiiiiiiiii
Si, es corto.

¡Pregunta!
¿Cuál es color favorito?
A mi me encanta el negro para la ropa, y el azul en general. No me pregunten que clase de azul, que no tengo ni idea de los tonos del azul.
Dejen sus comentarios, que ya saben que me encanta leerlos.
Bye

Querido Mío- Tokio hotel -Primera parteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora