Cap. 3 Recuerdos

603 39 0
                                    

Querida mía
Por Tom
Bill tenía aquella horrible costumbre de agendar salidas sin siquiera consultarme, lo que de algún modo me frustraba los planes para con mi hijo y esposa. Sin embargo, Lana no puso resistencia alguna ante las suplicas desmedidas de mi hermano menor, cuando este uso su cumpleaños a favor. Mi hermano podría resultar ser fastidioso cuando quería algo.
No era el que salir con mi hermano resultara una molestia, pues antes de casarme y tener un hijo, ambos éramos inseparables. Sin embargo, las obligaciones y responsabilidades respecto a mi hogar y trabajo, eran ahora lo primordial.
Nos encaminamos al centro de la ciudad, donde vivía nuestro buen amigo Ian, junto con Rose, la conquista de la semana. Resultaba un tanto incomodo el convivir con un grupo de jóvenes universitarios, pues ya estábamos un poco grandes para ese tipo de eventos sociales. Bill acababa de cumplir los 26, mientras que yo ya contaba con mis 29 recién cumplidos. No estaba para fiestas de fraternidad, si no para encontrarme en casa y acurrucarme junto a mi esposa.
Bill aparco su Mustang frente al enorme rascacielos. Ambos descendimos del vehículo; y, mientras Bill hablaba con Grace, yo aproveche para enviarle un mensaje a Lana, avisándole que acabábamos de llegar a casa de Ian. Mi dulce esposa respondió con un breve "De acuerdo. Diviértete con Bill, mi amor. Si algo sucede no dudes en llamarme. Te amo"
Mi vida era el sueño de todo hombre para cuando tuviese mi edad. Una compañía de fondos propia, una hermosa casa en la localidad más segura de Nueva York, y, una riqueza desmedida que me permitía despilfarrar si así lo deseaba. Una esposa adorable, que hacia hasta lo imposible para complacer cada capricho de su hijo y esposo, por muy insignificante que este resultase.
Mi decisión de casarme con ella había resultado ser acertada. No solo le profesaba un cariño incondicional, si no que en ella encontré lo que mis anteriores parejas no. Era la compañera de vida perfecta.
Antes de bloquear el celular, me quede absorto en la foto de mi hijo y esposa que llevaba de fondo en el celular. Su cabello castaño, sus prominentes y sonrosadas mejillas, sus deslumbrantes ojos miel, y su precioso e inocente rostro redondo. Mi esposa era muy bella, muy a pesar de su sobrepeso. Aquello jamás represento problema alguno para mí, pues su cariñosa e introvertida personalidad, fue lo que me cautivo desde el primer momento en que nos cruzamos en la cafetería de la universidad. Era perfecta, y mía para siempre. Aquello me hacia el hombre más dichoso, aun si no me llenaba del todo. Aun sentía que algo me hacía falta para tener la vida con la que siempre soñé y luche.
- ¿Entramos? -Levante la mirada, solo para cruzarme con el semblante alegre de mi hermano menor. Asentí con la cabeza, guardando el celular en el bolsillo de mi cazadora.
Tras adentrarme al departamento, agradecí mentalmente a mi esposa por persuadirme en llevar ropa casual en lugar del traje que acostumbraba en la oficina. Todo el lugar estaba infestado de universitarios, bebiendo y charlando en diferentes círculos.
Me sentía fuera de lugar, muy a pesar de estar en compañía de Ian y mi hermano menor. Mi mejor amigo podría estar acostumbrado a esta clase de reuniones, pues su aventura tenía 22 años de edad. En cuanto a Bill, el ser menor y tener una relación con una chica de 23 años, le permitía desenvolverse con facilidad en el ambiente. Yo, muy por el contrario, estaba más acostumbrado a las cenas diplomáticas y de negocios, con personas mucho mayores a mí.
Me adentré entre la multitud de jóvenes, quienes bailaban acalorados y sobre excitados, a causa del alcohol y las chicas que deambulaban semi desnudas por el departamento.
Bill y yo nos sentamos en el sofá de cuero, mirando a los chicos moverse al ritmo de la música. Aquella escena me recordó a la película de proyecto x, solo que los chicos aún no llegaban a tal grado de éxtasis.
Mi hermano no tardo en abandonarme, en cuanto una hermosa rubia se acercó a saludarlo, invitándolo a la pista de baile para moverse un poco. Si escuche bien, el nombre de la chica era Sharon, y era compañera de Grace.
Antes, cuando yo me encontraba en la universidad, ir a fiestas de fraternidad era la perfecta excusa para librarse del estrés, consiguiendo un rato de diversión con la chica más guapa. Ahora todo había acabado, y el pez grande había terminado recluido a la vida en cautiverio.
Un grupo de chicas, sentadas al otro extremo del sofá de cuero, me miraban y sonreían de forma coqueta e insinuadora. Les devolví la sonrisa, recordando los viejos tiempos. Muy a pesar de mi edad, aun llamaba la atención de las chicas. Me levante del sofá, introduciendo ambas manos a los bolsillos de mis jeans, regalo de cumpleaños de mi esposa.
Me detuve frente a la barra, sirviendo en un vaso desechable un poco de ponche. Estaba seguro de que aquel liquido contenía más alcohol que mezcla frutal. Me lleve el vaso a la boca, bebiendo el contenido. Era vodka.
Mientras los minutos transcurrían, mas incrementaban mis deseos por volver a casa y acostarme junto a mi esposa. Era mejor que esta aburrida fiesta, donde nadie me prestaba atención, a excepción de las guppys que me miraban desde el sofá.
- ¡Tom, hermano! -Me volví, encontrándome con el alocado de Ian, sosteniendo la cintura de Rose, su novia. Le sonreí, estrechándole la mano antes de acercarme y palmearle la espalda; segundos después salude a Rose, inclinándome para darle un beso en la mejilla. -¿Y la cerdita?, ¿Dónde está Pepa Pig? -Mi semblante cambio en cuanto Ian inicio con los insultos contra mi esposa.
Desde la universidad, Ian se había comportado como un imbécil con Lana, importándole una mierda el que yo estuviese saliendo con ella. A lo largo de los años preferí evitar todo contacto con Ian, pues me enfurecía el que dichas palabras hicieran referencia a la mujer con quien me había casado.
Empuñe mis manos, tratando de controlar mis impulsos de golpearlo hasta deformarle el rostro. Una vez lo hice, y gracias a ello perdí todo respeto al que en su momento fue mi compañero de aventuras. Ambos éramos implacables. Unos mujeriegos que se acostaban con las más buenas del instituto.
- ¿Continúas siendo un capullo, Ian? -Ambos nos volvimos, en cuanto una voz femenina resonó a mis espaldas. Un extraño estremecimiento me recorrió de pies a cabeza tras ver la delicia frente a mí. Era una chica, de cabello largo y rizado, de color negro. Sus ojos, aquellas perfectas esmeraldas, con un fulgor único y excepcional. Sus labios, de grosor y tamaño perfecto. Aquellas enormes pestañas, perfectamente arregladas y maquilladas. Su cuerpo, delgado e increíblemente alineado. Todo estaba en su lugar, con una proporción prominente, dando un toque de sensualidad, sin que resultara vulgar. Era preciosa, como un ángel caído del cielo, desterrado a la vida de los mortales ante tanta belleza. - Que forma tan "elegante" para hablar de una mujer. ¿Acaso tu madre no te educo para respetar a las damas?, o ¿Es que tu misoginia y promiscuidad es una clara evidencia de tu rechazo?
- ¡Oh, vamos Lim! -Ian soltó la cintura de su novia, levantando ambos brazos. - ¡La defensora ha llegado! ¡Damas y caballeros, la heroína ha vuelto para salvar el día!
- Increíble me resulta que, un hombre de tu edad, resulte más inmaduro que todo hombre en ésta fiesta. -La hermosa joven se acercó a Ian, con una sonrisa burlona en sus labios, y una mirada desafiante. -No me extraña el que busques compañía de jovencitas, siendo que tu edad emocional es similar al de ellas. -Ian rechino los dientes, volviendo a sujetar la cintura de Rose. -No lo he oído, Ian.
-No me jodas, Lim.
La situación se comenzaba a tornar critica, y la atención de los invitados se enfocaba en la hermosa morena que se enfrentaba a un completo imbécil, quien casualmente era mi amigo.
-Creo que le debes una disculpa al caballero, por hablar tan vulgarmente de alguien importante para él. -Ian rodo los ojos, posando su atención a la pista de baile, donde todos habían cesado su danza. - ¿Tengo que oblígate?, No tengo problema alguno de ensuciarme las manos con alguien tan repulsivo como tú. No sería la primera vez.
-Lim, basta. Cierra la boca. -Hablo la rubia, mas cabreada que nunca al ver la forma en la que aquella morena le hablaba al imbécil de su novio.
-No Rose, es momento de que te percates de la clase de basura con la que sales. -La atención de la morena volvió al castaño, quien rechinaba los dientes, emitiendo más de un insulto. -Y tú, estúpido cavernícola, discúlpate ahora con el caballero.
Una extraña sensación recorrió todo mi cuerpo. Me sentía el mismo estúpido adolecente, cuando viví mi primer enamoramiento.
¡Dios, esa chica es fantástica!
-Lo lamento, hermano. No debí referirme de Lana de ese modo.
La morena sonrió triunfante, antes de empuñar su mano y propinarle un puñetazo en la nariz, que termino derribando a Ian. Todos los espectadores quedamos estupefactos ante la rudeza de la morena, pues con aquella imagen tan angelical, era imposible llegar a pensar que podría hacerle daño a una mosca.
La chica se incorporó, acomodándose el saco y el cabello. Rose no tardo en hincarse frente a Ian, ayudándolo a sentarse. El golpe había provocado que la nariz de Ian comenzara a Sangrar.
-Supongo que eso bastara para que aprendas la lección, estúpido.

Querido Mío- Tokio hotel -Primera parteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora