Cap. 19 Tempestad

410 31 4
                                    

Querido mío

-Gracias por todo Grace. De verdad que me ayudo el hablar contigo esta tarde. -La rubia asintió con la cabeza, antes de expandir sus brazos. Me acerque a ella y la abrace, sintiendo mi corazón hecho pedazos. No deseaba llorar, no más a causa de Tom. -No digas nada de esto a Bill... no quiero que discuta con Tom por culpa mía.
-Me insultas Lana; sabes que jamás hablaría sobreeste tipo de cosas.
Grace me acompaño hasta la puerta del edificio, brindándome un sinfín de palabras de aliento. Su comprensión y cariño que reconfortaban, disminuyendo la agonía que se resguardaba en mi interior. El taxi no demoro en llegar, por lo que rápidamente me despedí de ella con un gran abrazo. "Todo estará bien" murmuraba en voz baja antes de separarnos. Asentí con la cabeza, tratando de contener mi llanto hasta llegar a casa y encerrarme en mi habitación.
En cuanto me adentre, y el taxi arranco, recargue mi cabeza en la ventana del copiloto. Era extraño el que mi matrimonio estuviese por acabar, después de años con la misma persona. Me había acostumbrado tanto a la vida con Tom que jamás contemple la posibilidad de perderlo... Sin embargo, aquella chica había llegado, enamorándolo con su belleza y juventud.
"Tom jamás de amó, acepta la realidad".
Estaba consciente de ello, pero ser realista no disminuía el profundo dolor que albergaba dentro de mi pecho. Ya no podía soportar ese maldito dolor que me estrujaba el corazón, ¡Me asfixiaba!
Una silenciosa lagrima se escapó, recorriendo sutilmente por todo mi pómulo, hasta que finalmente se perdió en mi abrigo. Tenía tantos deseos de llorar, de encerrarme y volver a ser presa del dolor. Él no me amaba, no tanto como juraba hacerlo. Solo represente un estúpido seguro, un peldaño para su crecimiento. Había sido buena esposa, buena madre, buena ama de casa, ¿En que había fallado, que lo hizo recurrir a los brazos de otra mujer?
¡¿Qué tiene esa maldita zorra que yo no?!
"Es hermosa, cosa que tú no eres."
-Puedo ser muy hermosa. -Murmure en voz baja, rompiendo en llanto al instante. Cubrí mi boca con la palma de mi mano, tratando de ahogar los gritos que me quemaban como una barra de hierro incandescente atravesando mi garganta.
- ¿Todo bien, señorita? -Interrogo el conductor, mirándome de reojo. Lleve mi mano hasta mi cabello, apartándolo de mi rostro. Solo deseaba acabar con las tormentosas sensaciones, volver a ser la mujer de antes... pero la infidelidad de Tom estaba tan presente, lo que me hizo comprender que jamás sería capaz de perdonar a Tom.
Había vivido en una maldita burbuja de fantasía, que ahora me resultaba imposible ver la jodida realidad. Mi esposo era un maldito infiel, y aquel acto era traición.
"Dale un poco de su propia medicina"
-Al centro, por favor. -El hombre asintió con la cabeza, sin borrar aquella preocupación de su semblante. Me limpie las lágrimas con el dorso de mi mano, tratando de controlar mis emociones. Tenía que ser fuerte, por mis hijos y por mí, sin demostrar mi vulnerabilidad a aquel imbécil en quien confié ciegamente los últimos 7 años.
Le pague al conductor, agradeciendo por sus servicios tras descender del vehículo. Introduje ambas manos a los bolsillos de mi abrigo, pues el frio me resultaba insoportable. Jamás había prestado atención a las lujosas tiendas del centro, pero ahora tenía que hacerlo gracias a la promesa que le hice a mi amigo, sobre acompañarlo a la boda de su ex.
Mi talla aun no era la de una modelo, pero si estaba mucho más delgada que cuando Tom me conoció, y todo gracias al pequeño revoltoso que se formaba en mi vientre.
Me adentre a una de las tiendas, rebuscando el vestido perfecto para la boda. Podía notar las miradas de las vendedoras, y como entre ellas murmuraban cosas desagradables con respecto a la "cerdita" que se había adentrado. -Disculpe, ¿Qué costo tiene este vestido? -Le dije, con aquel hermoso vestido azul rey.
-No lo tengo en su talla, señorita. -La mire con desdén, y puede notar el cómo las otras vendedoras se sonreían burlonas.
-Pregunte el costo...
-Y le he dicho que no lo manejo en su talla. Lo lamento, pero si busca ropa extra grande, es mejor que cruce a la tienda para mujeres talla grande.
Negué con la cabeza, dando media vuelta y caminando en dirección a la salida. Las carcajadas estallaron, y yo sentía la rabia al borde. Deseaba volver para destrozarles la cabeza a esas brujas.
Me recargue en la columna de un edificio, soltándome a llorar.
Este día había sido una completa mierda.
Transcurrieron varios minutos cuando mi celular comenzó a vibrar dentro de mi bolsillo. Lo saque enseguida, y mi corazón se aceleró en cuanto me percate de quien se trataba. Rechace la llamada, volviendo a guardar el celular al interior de mi bolsillo. Nuevamente vibro, solo que esta vez se trataba de un mensaje, pero no de la misma persona.
"¿Dónde estás?, ¿Te apetece un café, Lana?"
-Georg-
"En el centro"
Me limite a responder, esperando con impaciencia su respuesta, la cual, no demoro tanto en llegar.
"¡Que coincidencia! Yo también me encuentro en el centro. ¿Dónde te encuentras?, para ir a por ti."
-Georg-
Mire la tienda en la que se había burlado de mí, minutos atrás. Me mordí el labio inferior, tecleando el nombre de aquel odioso lugar. Aguarde con el teléfono en la mano, hasta que nuevamente comenzó a vibrar.
"Estoy contigo en 2 minutos. Espérame, preciosa."
Dentro de mi cabeza tenía una lucha interna, pues mis acciones no eran correctas. Estaba por salir con un hombre que no era Tom; y que, además, me había vuelto loca en la adolescencia. ¿Acaso estaba bien el regresarle el favor a Tom?
Estaba por rechazar la oferta de Georg cuando este se apareció frente de mí, con aquella hermosa y tentadora sonrisa. Mis piernas se tambalearon como gelatina, y desee con todas mis fuerzas el haber dicho que me encontraba en casa, en lugar del centro.
Ambos nos miramos durante varios minutos, incapaces de romper el contacto. Mi corazón estaba por desbordarse de mi pecho, y mi respiración era más errática de lo normal. Georg no dejaba de mirarme con aquellos hermosos ojos verdes, lo que solo aumentaba mi nerviosismo.
"Lo que haces está muy mal."
-Luces... preciosa. -Mis mejillas se tiñeron al instante, por lo que rápidamente agache el rostro, tratando de ocultar mis vergonzosas mejillas rosadas. Unos cuidadosos dedos se posaron en mi barbilla, elevando mi rostro con lentitud. Georg sonreía enternecido, provocando que las emociones explotaran en mi interior.
"No lo hagas, Lana. "
Me mordí el labio inferior, evidentemente nerviosa. Mi cuerpo entero temblaba, en especial la zona que acariciaban las yemas de sus dedos, con tanta ternura que me sentía desfallecer.
"No"
"Si"
-Me arrepentiré después. -Murmure, sin dejar de mirar aquellos hermosos ojos verdes.
- ¿Perdón? -Antes de formular otra pregunta, le tome del cuello de la camisa, parándome de puntitas para alcanzarlo. Y, sin previo aviso, estampe mis labios contra los suyos, tomándolo desprevenido.
La sensación era totalmente distinta. Sus labios eran suaves, cálidos y carnosos, con un delicioso sabor a menta que me enloqueció. Mi mundo daba vueltas, y sentía mi corazón más acelerado que nunca.
Una parte de mi deseaba apartarse, mientras que la otra me ordenaba profundizar el beso, para así, responder la pregunta que tanto me atormentaba desde que volvía a toparme con él.
No podía creer lo que estaba haciendo, y estaba por apartarme cuando él me cogió de las caderas, inclinando su cabeza para profundizar el beso, introduciendo su lengua en mi cavidad bucal.
Las luces de los edificios resplandecían a mi alrededor. Los transeúntes pasaban junto a nosotros, ajenos a la verdadera situación. Un par de infieles, besándose con tal pasión bajo la luz de la luna, quien era la única en presenciar aquel acto de traición.

Querido Mío- Tokio hotel -Primera parteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora