Entre el Cielo y el Infierno

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Capítulo 1

Me acosté en la orilla de la enorme cama como jamás me había atrevido a hacerlo.

Dispuesta a madurar ahora que en escasos tres días cumpliría mis 16 años, le dí la espalda al resto de la solitaria habitación menos a la fría pared que estaba ahora frente a mí.

Todo estaba muy oscuro, apenas si podía divisar unos cuantos de mis dibujos pegados en mi barda color melón. Porfín lo haría; comenzé a cerrar los ojos, entrando apenas en un sueño profundo sentí un escalofrío realmente aterrador que recorrió no sólo mi espalda, sino todo mi cuerpo. No tuve el valor de voltear. Sólo esperé.

Y pocos segundos me bastaron para entender que dormir ahí había sido una pésima idéa. Sentí una extraña presión sobre mi cuerpo; tres brazos que parecían ser de algún tipo de madera muy flexible me rodeaban desde los hombros, cadera y tobillos y me envolvían cuidadosamente en las cobijas.

Me hicieron rodar hasta caer y me atrajeron hacia debajo de mi cama. Cerré mis ojos con cuanta fuerza pude poner en esa sencilla acción en ese momento.

Quise pensar que todo era un sueño, eso sería lo mas lógico pero la verdad es que era demaciado real para decir que yo estaba solo soñando. No lo entendía y no es que quisiera hacerlo, estaba asustada, aterrada hasta para levantar los párpados.

Pero una luz me iluminó. Una brillante luz rojiza que inconcientemente me obligó a abrir poco a poco mis ojos. La extraña luz estaba por todos lados, cubriendo hasta el último roncón de aquel lugar. Ahora pensar que estaba bajo mi cama... no, pensar que estaba en mi casa, en mi misma ciudad e incluso en mi misma "dimención" era algo sencillamente ridículo. A mi alrededor, en un tono ligero carmesí, era como estar dentro de una cueva jodidamente gigante; con los brazos aún elevandome y descendiendo en forma lenta, pude ver bien todo ese sitio.

Abajo parecía haber personas, nadie parecía percatarse de lo que me sucedía, nadie volteaba, todos seguían atentos a sus actividades como los perros que no despegan la vista de un jugoso trozo de buena carne. Y no es que no quisiera gritar, quería hacerlo, quería gritar tanto como mi garganta me lo permitiera aunque eso significara terminar escupiendo sangre, pero no podía, y es que un fluído gelatinoso me lo impedía, un "líquido" asqueroso que uno de los tres brazos me proporcionaba directamente en la garganta desde mi boca.

Mientras mas bajaba, mejor pude notar que los que estaban ahí abajo no eran personas; mas bien eran pequeños seres grotescos de tonos grices, pequeños, panzones y lo suficientemente feos para ocacionar pesadillas hasta a los adultos amantes del género Terror.

Todos iban encadenados por las piernas y con la cabeza gacha, como si fuesen esclavos.

Mas al fondo se alcanzaba a ver una jaula, era muy grande y estaba a reventar de personas... ¡Había personas ahí adentro!

Intenté retorcerme para safarme de aquello pero mis intentos fueron inútiles, los brazos me estaban sujetando con demaciada fuerza.

Me acercaron a lo que parecía una gruta la cual estaba a tope de la sustancia que me seguían inyectando en la boca y de la cual, mi estomago ya estaba lleno. Me sumergieron ahí quitandome poco antes las cobijas, sorpresivamente podía respirar abajo de esa cosa espesa y amarillenta; cuando me sacaron al cabo de unos dos minutos estaba por completo seca.

Me quedé entonces solo en un pants color rosa palo y una blusa gris de mangas a las muñecas y me arrojaron dentro de la jaula llena de gente. En mi cuello, como si de arena se tratase, fué formandose un collar de cuerda de cuero y un pequeño medallón de madera en forma de un pentáculo rodeado por un círculo.

Apenas los brazos se alejaron me puse de pié.

-¡¿Qué es lo que pasa aquí?! ¿En dónde estoy? ¿Qué es este lugar?

Trataba de hablar con las demás personas, me paraba frente a ellas e incluso las tocaba o jalaba pero nadie me hacía caso, es mas, nadie parecía ser conciente de lo que pasaba. Todos caminaban solo vagando por la jaula, con los ojos bien abriertos pero sin ver a ningún lado.

Pude notar al cabo de un rato, que toda esa gente que se hallaba conmigo encerrada tenía también un collar como el mío, sólo que en vez de un pentáculo dentro de un círculo, tenían diferentes figuras: triángulos, líneas tanto curvas como rectas que parecían no tener un sentido aparente y demás cosas así.

«¿Y si ésto es el infierno

Un pensamiento nada reconfortante cruzó mi mente como un rayo, como una descarga repentina en realidad.

Éso, dentro de las circunstancias patecía tener "lógica", y si de eso se trataba, entendía porqué estaba ahí, sabía que lo merecía por matar a ese tipo.

-...ese desgraciado...-susurré.

Pasó tiempo, el suficiente para descartar por completo que fuera un sueño; en realidad, no puedo saber cuanto he estado aquí pero puedo asegurar que van mas de cuatro días. Cuatro días sin ducharme (aunque no me siento sucia), cuatro días sin hablar a nadie (aunque no quería hacerlo), incluso cuatro días sin probar bocado alguno (aunque no sentía ningún hambre). Ésto es un horror. Sin sentir nada aunque quisiera hacerlo, ni siquiera miedo, la verdad es que comienzo a dudar el que siga siendo una humana ordinaria de quince años como solía serlo.

Es verdad... ahora que lo pienso y según mis cuentas, acabo de cumplir los dieciseis hace unas cuatro o cinco horas mas o menos.

Me alejé hasta una de las esquinas más aoartadas de la visibilidad, una que quedaba más a mi derecha y me acomodé en cunclillas para que todas las personas me cubrieran mientras caminaban. Con mi dedo índice comencé a hacer garabatos en el piso de tierra; estuve un buen rato ahí hasta que mi dedo comenzó a sangrar.

No fue esa la razón por la que me detuviera. Escuché unas voces acercarse y me paré de un salto para ver de donde venían... ¡Por fín alguen con quien hablar!

Paseé por toda la jaula mirando hacia todos lados, dirijiendo mi vista hacia toda dirección posible pero no logré ver a nadie. Me recargué en los barrotes de acero y suspiré con decepción.

-Tú no eres lo que pedí.

Pegué un brinco increíble, pues fuera de la jaula estaba un muchacho parado y me estaba hablando. No pude ver su rostro porque había luz a su espalda, creando sombra frente a él. Lo miré atónita.

-¿Me hablas a mí?-pregunté.

-No creo que los demás respondan-dijo con sarcásmo-dime tu nombre.

Dudé.-Daniela- dije casi en susurro.

Entre el Cielo y el Infierno I: "Batalla de luces y sombras".Donde viven las historias. Descúbrelo ahora