Dos meses después de empezar a entrenar, todo se descubriría.
—Pequeña, el Rey quiere verte… —me susurró a la que ahora, consideraba como a una madre.
—¿A mí? ¿Para qué?
—No lo sé, pero será mejor que vayas.
—Deacuerdo. Gracias, Gloria—me lavé rápido las manos y dejé a la señora Brummer ahí, sola en la cocina.
Caminé por los pasillos, moviéndome con naturalidad y fluidez entre el castillo en busca de la oficina del Rey. A los pocos segundos la encontre. Dí tres suaves golpes y antes de si quiera poder apartar la mano de la puerta de madera me hicieron pasar.
El Rey estaba sentado detrás de un escritorio de, yo diría, caóba, luciendo igual de imponente como siempre. Junto a él, de pié estaba Thiago, viéndome con una expresión preocupada y alerta.
—¿Me… me llamaba, señor?—dije dándo un par de pasos al frente.
Él apoyó sus codos y recargó su barbila en sus dedos entrelazados. Dió un fuerte suspiro y me hizo una señal con la cabeza para que me sentara. Obedecí sin chistar.
—Ya lo sé—dijo secamente—eres una Tucker, ¿No?
Tragué fuerte y dejé salir el aire que no me había percatado que estaba sosteniendo en mis pulmones. Asentí con lentitud sin apartar mis ojos de los suyos.
—¿No planeabas decirlo? ¿Cuánto crees que duraría ésto?
—Para ser sincera, más que esto… —balbuceé—Y sí pensaba decirlo pero, no aún. No estoy lista para la Pelea de…
—Nadie está listo para la Pelea de Noah, aún así pelean con todas sus fuerzas—me interrumpió de golpe.
Tiene razón. En realidad eso era algo que yo ya sabía gracias a que lo había visto con mis propios ojos, cuando Thiago me llevaba a escondidas a ver a los novatos pelear. Había presenciado más muertes de las que me gustaría.
Ambos peleadores, incluso en ganador, resultaban gravemente heridos y era necesario sacarlos cargando. Otros simplemente morían; a veces había un ganador, otras, ambos peleadores fallecían.
—Lo sé, señor. Entiendo eso… y lo siento—hice una reverencia y permanecí con la cabeza gacha.
—Fué mi culpa, papá. Yo me ofrecí a ayudarla pero quería prepararla bien, así que…—intentó explicar Thiago.
—Bien—le interrumpió el Rey—pelearás en dos días. Thiago, llévala a uno de los cuartos del clan.
—Deacuerdo, padre—el pelirrojo me tomó de la mano y me jaló rápidamente hacia las puertas.
Antes de cruzar, giré mi cabeza para ver al Rey. Su expresión era dura pero comprensiva. Y sorprendido por el acto de Thiago al tomar mi mano.
De repente, las noticias me cayeron como agua fría encima. El hecho de que debía de pelear con un mínimo de entrenamiento en tan sólo dos días. DOS DÍAS.
Detuve de golpe mi andar en medio de los pasillos y Thiago se paró frente a mí aún sin soltarme la mano.
—Tranquila…—susurró el chico cuando empecé a hiperventilar y mis ojos empezaron a inundarse de un líquido salado que comunmente y desde hace mucho no estaba ahí.
Me abrazó, acción que no pude corresponder por el estado de shock en el que me encontraba. Mi cabeza daba vueltas y mis manos no dejaban de temblar, por mi nuca escurrían gruesas gotas de un sudor frío y ni qué decir de mis rodillas. Si no fuera porque Thiago me abrazaba, ya estaría tirada en el suelo rodándo del miedo.
Cuando reaccioné estaba ennun nuevo cuarto acostada en una cama kingsize con vestidura púrpura, completamente sola. Me incorporé y me acerqué a la pequeñísima ventana que había; apartando las cortinas púrpuras lograba ver del otro lado el enorme jardín en el que trabajé hace yá tantos y tantos meses… Suspiré fuerte e hice algo que no me tenía permitido desde hace mucho tiempo: desahogarme. Lloré tanto como pude esa noche, una y otra vez al recordar el cruel futuro que me esperaba.
Al rededor de las tres de la madrugada, Morféo empezó a llamarme al sueño. Un ruido me sobresaltó despavilándome completamente. Alguien tocaba a mi pequeña ventana de apenas treint centímetros cuadrádos.
Aparté con brusquedad la colcha de encima de mí y me acerqué al cristal.
—Gorahk… —susurré al verlo del otro lado.
Me agitó la mano en forma de saludo esperando a que desbloqueara la madera.
—¿Qué haces?—le pregunté cuando pudo escucharme.
—¿Qué tienes? Te sentí inquieta.
No quería decirle. Si hablaba de ello era casi seguro que recordara mi próxima muerte inminente y comenzara a llorar de nuevo.
—No tengo nada… tal vez fué un sueño.
—No me creas idiota, ratón. Estuviste llorando mucho tiempo, sólo dime qué tienes.
—Yo… yo… —y las lágrimas amenazaron a mis ojos de nuevo, haviendome casi incapaz de controlarlas—Gorahk, yo… voy a morir…
Abrió los ojos un montón y separó los labios. Se veía como si la noticia se refiriece a él. Pero no.
—¿Porqué dices eso? ¡¿Quién te dijo eso?!—exigía una respuesta.
—Mañana… la Pelea de Noah será mañana… voy a pelear…
—Ay no… ¿Te descubrieron? ¿Cómo?
—No lo sé—dije jadeante y ya entre lágrimas.
—Dame un segundo… déjame pensar en algo para safarte de ésto…
—¡No!—volvió sus verdes e intensos ojos a mí—no lo hagas… de una u otra forma deberé pelear, ahora o en cien años deberé hacerlo…
—Pero… no has entrenado lo suficiente como para…
—¿Cómo sabes que he estado entrenando?—le interrumpí sorprendida e indignada.
Varias veces abrió la boca para decir algo y la cerró de inmediato.
—Los he estado viendo… y no estás lista…
Nos quedamos en silencio durante horas, hasta que la luz del alba nos alcanzó en aquella pequeña ventana del cuarto piso.
—Te veré luego… suerte—susurró el ojiverde inclinándose para besar mi frente y saltando al vacío.
Ya no sentía nervios… ni miedo, estrés… nada. Ahora me sentía mejor. Como cuando estaba encerrada en esa jaula el día que llegué, esperando que pasara lo descomocido.
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Entre el Cielo y el Infierno I: "Batalla de luces y sombras".
Teen FictionY tú, ¿Crees en el Cielo y el Infierno? ¿No? Pues mas vale que comiences a reconsiderar ésa respuesta, o podrías terminar en el peor lugar posible. Anuque claro, no todo es malo en el Infierno, podrías tener la misma suerte que Daniela, aunque ella...