—Damas y caballeros, séan bienvenidos a la constante pelea que tenemos mes con mes para la presentación de nuestros más fuertes guerreros del clan Tucker, ¡La Pelea de Noah! Siéntense y disfruten, que en muy poco los combates empezarán. Y déjenme adelantarles que los peleadores de éste mes prometen dejar ver sángre y víceras…
No pude seguir escuchando aquello. Estábamos en una sala parecida a en la que estuve el día de mi presentación, sólo que esta en vez de piso tenía tierra y era un poco más grande. Aparte de mí había otros 18 personas, mujeres de ojos azules y hombres con ojos grices que se dividían en edades. El más joven era un chiquillo de 12 años, con el miedo impregnado en cada fibra de su ser, y la persona más grande era una mujer de 68 años, de cabello blanco y grisáceo atado a una coleta alta. Tenía buen físico para su edad y se veía muy segura de sí.
Harold, un hombre de 37 años, gordo, alto y de cabellos rizados y castaños estaba sentado junto a mí en una de las tantas bancas que estaban ahí, moviendo con nerviosismo unas cuchillas entre sus dedos. Miraba para todos lados, con sus ojos bien abiertos.
—Tranquilo, Harold—le dije colocando una mano en su rodilla y haciendo que se sobresaltara, logrando que una de sus armas se resbalara por su dedo y haciendo que brotara una fina linea de sangre.
—Estoy bien—dijo casi ignorándome a mí y a su herida.
Me recargué en "Guren" -así decidí llamar a mi espada, es un idioma demoniaco que data del siglo VII. Significa "Destrucción" o "Muerte" dependiendo del sentido que se le dé- que tenía clavada en la tierra frente a mí. Harold y yo éramos de los pocos demonios que llevaban sus armas fuera de sí; el resto las mantenía escondidas en su interior para sorprender a su enemigo en la batalla. A mí no me importaba eso. Guren era vistosa, enorme e imponente. En comparación con las armas visibles, mi espada sobresalía impactántemente de las demás.
Puse atención en el hombre que gritaba como presentador de circo al público en la arena que supongo seguía llenándose.
— …que dentro de un minuto se llamarán a los primeros valientes. Les pedimos silencio durante la batalla, o de lo contrario, podríamos causarles distracción a los combatientes y pondríamos existencias inoscentes en peligro.
Se calló por veinte segundos, luego volvió a gritar.
—Vamos a comenzar. ¡Que vengan los primeros peleadores!
Por la puerta de madera que daba al centro de la arena y tras recibir indicaciones, salieron el pequeño mocoso de 12 años y una chica de 13, ella con su arma oculta y él con una guadaña de mango corto.
La puerta se cerró tras ellos y un mar de gritos inundó el cuarto haciendo eco en todas partes.
Mis oídos se taparon después de que en unos segundos, un enorme estruendo llenara todo el lugar. Se escuchó como una explosión que incluso hizo temblar al suelo. Las personas que se encontraban de pié estaban ahora en el piso y los que nos hallábamos sentados estabamos medio tumnados en las bancas, todos parecían muy confundidos, yo en cambio estaba bien. Habiendo visto varias Peleas de Noah antes, esto no era algo realmente sorprendente para mí. Tal vez algo ruidoso, demaciado poco convencional pero no sorprendente.
Más gritos emocionados de la gente se dejaton oír; desde aullidos hasta rugidos molestos, luego la voz del "presentador" los interrumpió.
—Bien señores, la ganadora es… ¡Ixhēl!
La puerta volvió a abrirse, Mark entró ayudando a caminar a Ixhēl, quien venía sangrando a más no poder, arrastrando una pierna y con un Mangual con picos color blanco -con un tanto de carmesí- en su mano derecha, sujetándolo con firmeza. Al verme me sonrió, gesto que devolví con suma amabilidad. Detrás de ellos, dos hombres más traían cargando al niño, que… bueno, ya no parecía un niño… ni nada por el estilo. Era repugnante.
Hicieron pasar a dos más, luego a otros dos, y de nuevo a otra pareja… Harold murió en manos de un hombre rubio con un hacha en la mano. Lamentable.
Después de lo que calculé, fueron tres horas, una chica castaña con ojos del color de tierra húmeda se acercó a mí.
—Llegó tu hora—susurró en mi oído.
Mi corazón latió con fuerza, una y otra vez nublando mis pensamientos. No me encontraba del todo asustada, era un sentimiento más fuerte. La joven se alejó dándome una palmada en la espalda. Me puse de pié para observarme en un pequeño espejo que estaba colgado de la pared: me veía horrible. Tenía unas enormes y oscuras ojeras bajo mis ojos, resultado de no dormir nada la noche anterior; la cara pálida y el cabello amarrado desastrozamente. En un segundo unos ojos verdes se toparon con los míos. Gorahk se acercó corriendo hacia mí para escoltarme hacia al centro de la arena.
—Dani… escúchame, debes de estar tranquila, ¿Entiendes?—asentí—Bien. Recuerda todo lo que el coloradito te dijo, todo lo que entrenaste y cómo te preparaste. No me han dicho contra quién irás así que no puedo ayudarte… Dime algo.
—Lo haré. Gorahk, voy a ganar.
Él sonrió y puso sus manos en mis mejillas.
—Ése es mi ratón—besó mi frente y empezó a caminar. Lo seguí.
Nos acercamos a la puerta de madera y los guardias que había de cada lado nos abrieron. Todo se llenó de alaridos de la gente y por un minuto fueron lo único que pude escuchar. Al rededor de las gradas había una red de acero que protegía a los demonios, quienes estaban pegados a ellas gritando como locos de la emoción, como si ésto fuera un espectáculo, y un poco más atrás, en un terreno más alto estaba sentado el Rey junto a su hermosa esposa. En el centro de la plaza, estaba un gordo de camisa que supogo alguna vez fue blanca, una barba rizada que llegaba casi a su hombligo y unos brazos enormes que agitaba de aquí para allá al hablar.
—Ésta, mi querido público, es una pelea muy especial. Vamos a tener la oportunidad de ver pelear a una joven que, estoy seguro, todos adoramos. Ésta chiquilla escuálida se enfrentará a nuestra querida princesa, ¡Neide!
Ella se acercó al hombre. Su cabello rosa estaba amarrado a una impecáble coleta alta, de la que colgaban unos rizos brillantes, dejando al descubierto su delgado cuello que me hizo pensar en una jirafa. Llevaba las mismas ropas negras que yo: una blusa negra sin tirantes y un pants del mismo color. En sus manos había dos Guanteles con navajas curvadas en ellos. Caminaba con seguridad y con una sonrisa socarrona en su boca, segura de su victoria. Agarré con fuerza la cinta carmesí que cruzaba mi pecho y que sostenía a Guren en mi espalda. Gorahk se apartó de mí para ir con su esposa sin molestarse en hechar una mirada atrás, cosa que me hizo incomodarme aún más. Cuando llegó con ella la abrazó y la besó en los labios.
La gente ahora gritaba con más fuerza y se mecían de adelante hacia atrás sobre la red mientras gritaban a forma de coro "NEIDE" tanto como podían.
No sabía si podría ganar contra ella como se lo había dicho a Gorahk, pero ella no saldría limpia de aquí. Haría lo imposíble para lograr la victoria.
—Vamos a empezar. ¡Al centro!—nos señaló a la pelirosa y a mí y nos acercamos hasta quedar a un metro de distancia—Quiero una pelea limpia, sin trucos sucios.
El viejo salió casi corriendo de ahí, dejándonos solas esperando la señal de inicio.
—¿Asustada?—me preguntó Neide.
—No… No lo estoy.
—Bien. Has entrenado, espero que me sorprendas—dijo sinceramente borrando cualquier expresión de su rostro y poniendose en posición de ataque.
Desenvainé a Guren y me preparé para lanzar la primera estocada. Un montón de posibilidades pasaron por mi cabeza, desde mi victotia hasta mi derrota absoluta… hasta el fin de mi existencia.
'Aún no estoy lista… '
—¡COMIENCEN!
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Entre el Cielo y el Infierno I: "Batalla de luces y sombras".
Teen FictionY tú, ¿Crees en el Cielo y el Infierno? ¿No? Pues mas vale que comiences a reconsiderar ésa respuesta, o podrías terminar en el peor lugar posible. Anuque claro, no todo es malo en el Infierno, podrías tener la misma suerte que Daniela, aunque ella...