Capítulo 12

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La mujer Tucker nos guió por una serie de pasillos subterráneos, humedos y fríos hasta una plazuela. Las gradas de alrededor estaban a reventar de demonios, divididos por clanes.

Entramos directamente a la arena, donde además de nosotros había una enorme mesa de madera donde estaban sentadas 5 personas; de derecha a izquierda: un joven pelirrojo de ojos grises, aparentaba unos 17 años, luego el que supongo es el Rey, un imponente hombre de cabello corto y barba como de tres días, que llevaba una armadura impresionante, junto a él y tomándolo por un brazo estaba una mujer castaña de ojos azulados hermosa, no hermosa como Tori, que tiene buen cuerpo, sólo hermosa. Parecía de unos 40 años. La hija del Rey tenía la piel increíblemente blanca y el cabello color... rosa, sus ojos azules sobresalían y finalmente Gorahk, que sostenía la mano de su prometida. A cada lado de la mesa había un guardia con una lanza cada uno, preparados para atacar.

-Los que tengan clasificación de 7 o más, vayan y tomen un arma-gritó la mujer que nos trajo girándose a nosotros y señalando hacia mi izquierda; llevé mi vista para allá y en la pared había recargadas espadas, escudos, mazos, hachas, látigos, lanzas, pistolas y demás armas imaginables.

Siete tipos que venían conmigo se dirijieron allí y tomaron algún instrumento. Laura se quedó junto a mí mientras nos mirábamos extrañadas.

Nos indicaron formarnos y no apartar nuestra vista del frente. Cosa que me fué casi imposible cuando otra puerta igual a por la que entramos se abrió dejando entrar a varias peronas, mujeres de ojos azules y hombres de ojos grisáceos. Vestían de negro y todos caminaban muy animados, entre risas y empujones. Ya llevaban armas al pasar; se formaron junto a nosotros.

El Rey levantó una hoja de papel que estaba frente a él y comenzó a leer en voz alta:

-Adrián Ward-dijo con su voz llenando todo el lugar.

Un joven castaño dió un paso al frente. Sus ojos eran verdes, vestía un pantalón negro y una camisa igual a la mía. En su mano derecha sostenía una espada de empuñadura roja, obviamente envainada.

Se acercó a la mesa e hizo una reverencia, cosa que el Rey le agradeció con una inclinación de cabeza. Luego de decirle algo en voz baja que no pude decifrar, le entregó un placa de metal ennuna cadena. El joven volvió a inclinarse y finalmente volvió a la fila con una gran sontisa enmarcada en su rostro.

Así pasaron unos y otros; los Tucker incluso celebraban al volver a la fila levantando los brazos o gritando emocionados; hasta que llegó el momento que no quería.

-Gabrielle Corelli.

Levanté mi vista que había mantenido en el piso todo el tiempo para ver a la mesa frente a mí. Mi cuerpo tembló muy fuerte, empecé a sudar frío y me quedé ahi parada. Miles de horribles pensmientos atravezaron mi mente hasta que un codazo de Laura me hizo caer en cuenta que debería avanzar. A paso lento y no muy decidido llegué enfrente del Rey. Hice la reverencia y lo miré fijamente.

-¿Una Strikler?-dijo con voz calmada buscando mi cadena que estaba revuelta entre el resto.

Asentí.

-Necesito tu clasificación.

Saqué el trocito de plástico blanco de mi bolsillo y con las manos temblorosas lo puse frente a sus ojos. Lo miró un segundo y luego me entregó la placa metálica.

-Cuando la ceremonia acabe, vé con Gorahk-me indicó y sonrió.

Volví a asentir y me dí la vuelta para volver a la fila, cuando recordé la reverencia de despedida. Me giré a medio camino y me incliné nuevamente antes de colocarme en mi lugar.

Luego llamaron a Laura, ella a diferencia mía se mostró relajada e incluso algo extrovertida.

Los Tucker fueron los últimos en pasar, uno a uno le daban la mano al Rey y a su esposa, recibian sus plaquillas y las colgaban en su cuello. Nada de reverencias.

Poco después la gente comenzó a desocupar las gradas y retirarse; a cada una de los nuevos que estaban a mi lado los iban a recojer los líderes de sus respectivos clanes, por mí llegó Mark junto con su padre. La pelirroja se fué con ellos y yo decidí esperar a Gorahk.

Esperé al menos por un par de horas hasta que todo oscureció; permanecí sentada en el centro de la arena abrazando mis rodillas y hundiendo mi cabeza entre mis piernas.

-Lo lamento... -una voz me hizo levantar la vista hacia la entrada principal. El ojiverde hundió sus manos en los bolsillos de su pantalón y levantó los hombros en señal de disculpa. Parecía sincero así que no le dí mucha importancia al hecho de que casi me quedo dormida del aburrimiento.

-Llegas tarde, te he estado esperando.

-No creo que debas preocuparte por hacerte vieja-me ayudó a ponerme de pié extendiéndome su mano, la cual luego de dudar, tomé firmemente.

-Hacer esperar a una mujer es descortesía, ¿Acaso no lo sabía, Armada?-le digo sarcástica. El sonríe.

-Bueno, ya me disculpé... ¿Qué mas que quieres que haga?

-Sería bueno que empezaras por decirme porqué te mandaron por mí-le pido cuando empezamos a caminar.

-Tienes suerte, ratón. El Rey quier que trabajes aquí, en el castillo.

Me freno de pronto haciendo que unos mechones de pelo que se soltaron terminaran en mi cara-¿Qué?

-Parece que le caíste bien-es lo último que escucho antes de que Gorahk me tome de la mano y me saque de ahí.

La oficina en la que estabamos era grande, llena de color pero tan sombría al mismo tiempo a causa de la señora sentada detrás del escritorio de caóba.

-Tu placa, niña-exigió extendiendo su mano hacia mí pero sin despegar el codo de su expediente.

Descolgué el collar de mi cuello y se lo extendí con mis manos aún temblorosas, cosa a la que ya me he acoatumbrado. Gorahk estaba parado junto a mí con sus manos sujetas tras su espalda, me giré verlo y él hizo lo mismo, levantándome las cejas y hundiendo los hombros, haciendo que al igual que él, yo sonriera un poco. Expresión que borré de inmediato al sentir los ojos de la mujer Brummer sobre mí.

-Te encargarás de la sección 2, mañana ven desde las 6:00 am. Si llegas tarde, te hechan.

Asentí frenéticamente recuperando mi placa que habían azotado sobre la madera del escritorio.

-Gracias por todo, Clarice. Un placer, como siempre-le dijo el pelinegro con cierta ironía en su voz. Clarice le devolvió una mirada fría e inexpresiva en su lugar. Una actitud no muy acorde al clan que pertenecía que por el color de sus ojos era Brummer, evidentemente.

Mark pasó a recogerme pocos minutos después, y luego de un interrogatorio le pareció creíble lo que le dije. Llegamos a casa e inmediatamente fuí a mi habitación por mi cuenta; por increíble que parezca, no me perdí.

Entre el Cielo y el Infierno I: "Batalla de luces y sombras".Donde viven las historias. Descúbrelo ahora