Capítulo 3

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La curiosidad me saltó, realmente, realmente quería saber quienes eran ellos y tuve que hacer una fuerza inhumana (miedo, tal ves) para evitar levantar la vista, permanecí inmutable.

—¿Terminaste de escojer, Gorahk?—Se escuchó preguntar a una de las voces.

Sentí una reacción relajante al escuchar aquella profunda voz llamar por su nombre a este chico que ahora, no era un desconocido: Gorahk.

—Sólo vine a revisar si había llegado algo de lo qué pedí, pero parece que no; creo que tardarán más de lo que esperaba… sólo me llevo algo de comer.

«¡¿Acaso dijo 'comer'?!»

Inmediatamente pensé en retorcerme para que los otros tipos me ayudaran, pero si son amigos de este sujeto sólo me estaría perjudicando. Yo solo… espero poder librarme de él después.

—Eso no se oye bien, viejo—ésta voz parecía notablemente más relajada que la anterior, mas juvenil.

—¿Escojiste eso para comer? Vamos, es sumamente pequeño, ademas, sigue con vida—replicó la voz número uno.

—Lo bueno viene en pequeñas cantidades—Gorahk rió—y no creo que haya problema con que siga viva, si despierta y pelea… digo, creo que puedo controlarlo.

Los otros dos tipos rieron con ganas.

—Y no me traten como un igual, saben que soy su jefe—se dió la vuelta–ahora, pónganse a trabajar.

Cuando se giró, creo que lo hizo a propósito, pude ver a los otros dos tipos con los que hablaba, son igual de altos que Gorahk… bueno, tal ves no tanto.

El más alto de los dos, la voz número uno, es rubio y de cabello corto, aún a distancia ví perfectamente sus ojos azules. El otro es mas bajo, la voz número dos, claro, él tiene el cabello castaño y parece que lo tiene atado, no lo ví bien. Tiene unos grandes ojos cafés.

Ambos visten las mismas ropas, parecía un uniforme, demaciado extrabagante. Es blanco con pequeñas líneas doradas. Tienen su dorso completamente descubierto, a excepción de unas cuantas tiras de tela que cruzan su pecho y su espalda e iban a su pantalón, blanco y olgado que parecía sacado de una historia de fantasía, me recordaba a las ropas que se usaban en Egipto hace miles de años y claro, unas botas grandes y cafés. Cada uno sostiene un tubo que parece más como un báculo.

Ahora que lo noto, Gorahk no luce así, tiene un pantalón un poco mas ajustado color negro con detalles en un verde azulado pero del mismo estilo y una camisa gris sin mangas. Sus botas son negras.

Salimos del Subterráneo y Gorahk me puso en el suelo de nuevo; el lugar por fuera tenía el aspecto de un castillo de piedra, con sus enormes puertas de madera abiertas de par en par. Enfrente habia un puente, de madera también, bastante amplio.

—Vamos, no te quedes ahí, ratón, hay que llegar a casa—me dijo mientras comenzó a alejarse de mí.

—Oye, espera—corrí a alcanzarlo.

En medio del puente había una puerta. Sí, justo en medio.

Una puerta de metal sóla. Alrededor de ella parecía haber una ciudad, un pueblo mas bien que me llevó a pensar en la época medieval. Al menos eso parecía. Pero se veía vacio, ni una sola alma vagando por ahi.

Gorahk se acercó a la puerta y la abrió para mí. Me quedé impactada.

Del otro lado de la puerta se veía el mismo pueblo pero lleno de gente; hombres, mujeres con vestidos, guerreros con espadas, comerciantes en varios puestos y niños corriendo por todos lados, persiguiendose unos a otros. Era una vista bastante alegre, debo admitir; el verla hizo que por un minuto me olvidara de que esto se trataba del mismísimo infierno.

—¿Qué tal el infierno, eh?—me preguntó Gorahk llegando junto a mí.

—Es muy hermoso… ¿realmente es el infierno?

Su lavio se curvó ofreciendome una pequeña sonrisa, luego desvió su vista de mí y me tomó de la mano. Comenzamos a caminar entre toda la gente; muchos de ellos saludaban a Gorahk, él solo les respondía con un movimiento de cabeza mientras les sonreía. Pasamos por casas grandes y chicas, moviendonos entre ellas ya que no estaban en filas, mas bien parecían regadas por el lugar.

Llegamos a unas cabañas acomodadas en un terreno en forma de pentáculo, rodeado por una pared de unos diez metros.En la puerta estaba una joven parada llevando el mismo uniforme que los hombres que ví antes, sólo que ella sí llevaba una blusa. Su piel era algo morena, sus ojos miel y su cabello castaño claro caía en ligeros caireles por sus hombros y espalda, terminando en sus caderas, las cuales la blusa dejaba ver.

—Gorahk, bienvenido de vuelta—le saludó mientras nos acercábamos.

—Hola, Tori—le dijo él.

Ella posó sus ojos en mí y me sonrió.

—¿Y quién eres tu?—me preguntó sonriendome y bajando lo suficiente para que su rostro estuviera frente al mío.

—Ah… yo… soy Daniela.

—¿Sólo Daniela?

—Victoria… –interrumpió Gorahk.

—Lo siento… —se alejó—pero Gorahk, ella no puede ir contigo adentro, sabes que no puedo dejarla pasar.

Él se acercó a ella dejandome un poco atrás y le dijo algo que no pude escuchar.

—¿Es encerio? ¿Lo harás?—preguntó Tori.

—¿Alguna ves he faltado a mi palabra?

La morena me miró de nuevo, luego su vista iba a Gorahk.

—Está bien, pero ella entra como comida—dijo al fín

No se perdió tiempo; Gorahk me levantó sobre su hombro de nuevo—Ya sabes que hacer—dijo y empezó a caminar.

Tori movió una palanca abriendo una puerta que se comenzó a deslizar hacia arriba y entramos.

Antes de perderla de vista me sonrió y se despidió agitando su mano.

Entre el Cielo y el Infierno I: "Batalla de luces y sombras".Donde viven las historias. Descúbrelo ahora