Aún recordaba lo que Tori me había contado acerca del clan Armada. Pueden imitar movimientos, así que a pesar de ser un crío al que me enfrento no debo confiarme. Ésta no es una pelea de fuerza, es una batalla de ingenio. Debo pensar con cuidado cada movimiento y de preferencia, hacer los menos posibles sin darle tiempo de contestar; si ataco con el afán de matarle y no reacciono lo suficientemente rápido después, le estaría dando la clave para eliminarme.
Y pensar que solo es un niño.
—¿Vas a atacar o qué?—le grité para tratar de intimidarlo mientras desenvainaba a Guren.
El crío tembló ante mis palabras, pero luego se quedó muy quieto. Agachó la cabeza y empezó a reirse de tal forma que su espalda vibraba lentamente.
—Y si no lo hago, ¿qué?—dijo con un tono de voz grave, amenazante.
Dí un respingo.
—Pues si no lo haces, voy a matarte de una forma tan rápida que no sabrás ni cuando pasó.
—Eso me gustaría verlo...—susurró arrastrndo las palabras; sus ojos suspicaces se clavaron en mí mientras, con la cabeza inclinada, me mostraba todos sus dientes en una sonrisa siniestra.
Me dispuse pues a lanzar el primer ataque, el cual me decidí sería de fuerza bruta. Tal vez no sea la mejor opción ya que probablemente él pueda regresarme el golpe, pero al menos así ganaría algo de tiempo para hacer algo mejor. La distracción y la sorpresa son las madres de los ataques. Pero algo me hizo detenerne. Un grito.
—¡Están atacando!, ¡ya vienen!
Un hombre entró corriendo por las gradas y su gruesa voz resonaba por todo el lugar. Tanto el pequeñajo como yo nos giramos a verlo. El hombre tenía sangre en su cabeza y pecho. Su ropa era casi inexistente y parecía haber sido calcinada. Lo único que permanecía intacto era un brazalete dorado que se aferraba a su brazo izquierdo, símbolo que lo reconocía como parte del clan Tucker. Sus ojos grises refulgían con temor.
—¿Qué ocurre exactamente?—exigió saber el Rey mientras se encaminaba al soldado herido.
—Ellos quieren de vuelta todo el poder, señor. Se están revelando. Ya han acabado casi con la mitad de la tropa 3.
El silencio absoluto inundó cada rincón de la arena.
—¡La pelea de Noah es cancelada! ¡Quiero que cada persona capáz de luchar, se reúna frente a El Subterráneo!—las órdenes del Rey fueron llevadas a cabo en ese mismo instante.
Toda existencia dentro de la arena fué evacuada como si de un incendio se tratase; incluso una sirena comenzó a sonar por sobre todo el ruido. El niño que hasta hace un segundo estaba frente a mí me sorprendió al tomar mi mano y jalarme hacia la salida.
—¿Qué haces?—le grité mientras corríamos.
—¡Tenemos que salir de aquí!
Me giré a las gradas una vez más para corroborar que todos estaban saliendo, cuando una ráfaga pelirroja llamó mi atención.
—¡THIAGO!
Él se giró hacia mí y después de escuadriñar el lugar con la mirada, sus ojos se cruzaron con los míos.
—¡Vé a El Subterráneo, te veré allá!—me dijo y entonces se fué.
Aún no acababa de comprender qué es lo que estaba pasando. ¿Quiénes estaban atacando y por qué teníamos que luchar? Mi mente parecía estar en todas partes menos conmigo.
Cuando salimos del lugar, me encontré con Mark.
—¡Dani! Vámonos de aquí, debemos hacer lo que el Rey pidió... ¿por qué éste niño está aquí?—preguntó señalándolo.
—Él me sacó de la arena... ¿Y Tori y Rubén?
—Nos verán allá. ¡Vámonos!
Corrimos a toda velocidad esquivando a más personas y casas de las que me acordaba estaban en el camino, hasta que por fín llegamos a la explanada.
En el enorme puente de madera que recordaba estaban Neide, Thiago y el Rey montados sobre trrs enormes lobos cada uno. El ejército que se erguía imponente detrás de ellos llevaba estandartes y todos parecían listos para lo que fuese a suceder.
—¡Ésto no va a ser sencillo, pero hay que enseñarle a esos angelitos cuál es su lugar! ¡No podemos permitir que nos sea arrebatado por lo que peleamos hace tantos años! ¡POR LO QUE MUCHOS DE NOSOTROS YA NO ESTÁN AQUÍ!
Todos pegaron un grito y levantaron sus puños al aire. Thiago me vió y se acercó a mí lentamente.
—¿Lista?—preguntó una vez que su lobo estuvo frente a mí.
—No sé qué está pasando...
—No importa. Tengo algo para tí—dijo y pegó un silvido. Un lobo con pelo castaño y ojos tan verdes como la hierbabuena se acercó—. Éste es Casper, y a partir de hoy lo montarás. Es tuyo.
Casper se acercó un poco más y me olfateó. Sus ojos brillaron y se giró para permitirme subir a él. Tras un segundo de duda, lo monté y alcancé la altura de Thiago, quien se acercó un poco a mí para poder acunar mi rostro en sus enormes manos.
—Ten cuidado, ¿si?—dijo y depositó un suave beso en mis labios—. Te veré más tarde...—y volvió junto a su padre.
Los chicos se aproximaron a mi lado; los tres montaba un lobo diferente. El que llevaba a Tori me dió algo de miedo, ya que mosrraba sus colmillos y su mirada podía decifrarse como la de un psicópata.
—¡DEFENDAMOS NUESTRO TERRITORIO!—gritó el Rey y todos lo seguimos hacia adentro de El subterráneo.
En cierto punto, una luz blanca nos cubrió por completo haciéndome cerrar los ojos para evitar cegarme. Cuando todo volvió a la normalidad, pude ver que estabamos en el cielo. ¡En el cielo de el mundo real! Enfrente de nosotros, una legión de ángeles cubiertos por armaduras y montados en impecables caballos blancos se aproximaba a nosotros, listos para la batalla. Grité, pero Casper se mantuvo firme y sun detenerse, aullando y mostrando sus afilados colmillos.
La masa de opuestos chocó. Blanco y negro combinándose entre sí. Cuando la batalla dió inicio, muchos se separaron y calleron a la tierra para convatir mejor.
Yo no sabía que hacer. Y entonces escuché su grito.
—¡Daniela, detrás de tí!
Era Gorahk. Y perdí más tiempo en identificar la voz que en lo que un ángel en un caballo me chocó haciéndome caer a un bosque. Azoté con furia.
Ahora mi pelea iba a empezar.
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Entre el Cielo y el Infierno I: "Batalla de luces y sombras".
Teen FictionY tú, ¿Crees en el Cielo y el Infierno? ¿No? Pues mas vale que comiences a reconsiderar ésa respuesta, o podrías terminar en el peor lugar posible. Anuque claro, no todo es malo en el Infierno, podrías tener la misma suerte que Daniela, aunque ella...