Capítulo 6

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Adentro del periódico había un pedazo de pan y un poco de jalea, y en ese momento parecía el manjar mas delicioso de toda mi vida. Lo devoré, realmente lo hice, y cuando terminé no pude evitar sorprenderme sobremanera, pues no recordaba tener tanta hambre. Ya satisfechas mis necesidades decidi acostarme de nuevo, pero claro que no tenía sueño, había dormido casi todo el día. Pero y ahora, ¿Qué haría? Podría salir y… no, no, no. Gorahk me prohibió salir y yo debo de… ¿Desde cuando obedezco a personas que no conozco? ¡Que vá! Puedo salir entonces.

Asomé mi cabeza por la cortina y afuera parecía estar vacío. Suspiré aliviada y salí lento, tratando de no hacer ruido con las ramas y hojas secas que había en el piso; rodeé la casa para ir hacia el bosque que se encontraba detrás de esta y no tardé mucho en verlo. Atrás de todos esos árboles se asomaba una luna que apenas comenzaba a salir, era enorme, inmensa y de un color rojo igual que el cielo. Me colé entre los árboles buscando la cascada a la que Gorahk me había llevado antes y pronto llegué. El agua coriendo cristalina, y el sonido ensordecedor de la cascada chocando contra el pequeño lago y contra las piedras que se cruzaban en su caida, hacian que me sintiera tranquila, calmada… me hacía recordar a mamá. La cima de los árboles me dejaba seguir observando la luna aún estando rodeada de naturaleza.

—Te dije que no salieras…

Pegué un salto y me giré para ver que Gorahk estaba detrás de mí recargado en el tronco de un árbol con los brazos cruzados.

—Ah… yo… —no sabía que decirle, que excusa inventar. El sabría que estoy mintiendo, asi que dije la verdad—Ya no quería estar encerrada ahí un minuto más.

—¿Por eso desobedeciste?

—¡Tu no me mandas!—le reclamé.

Caminó despacio hacia donde estaba yo parada y se situó frente a mí, sentía que las rodillas se me doblarían en cualquier momento al sentir su mirada sobre mí, me estaba desarmando y sabía que si intentaba dar un paso atrás mis piernas cederían y caería de bruces al suelo. Preferí no pasar una vergüenza y me quedé estática persando que si alguien pasara un cuchillo frente a nosotros podría cortar un buen trozo de tensión del hambiente tan pesado. Y cuando creí que no podía estar peor, el levantó su vista hacia la luna.

—Es hermosa, ¿No crees? Es hipnotizante.

Me giré para verla yo también —Sí, lo es.

—Ven aquí.

Se aproximó a un árbol y se sentó, recargando toda su espalda en el tronco y haciendo un ademán con su mano para que lo siguiera en su acción. Entonces fuí junto a él.

—Cuéntame de tu vida, de cuando seguías con vida —me pidió.

—¿Mi vida?—repetí—pues… por donde empiezo…

—Cuéntame de cuando eras peueña.

—Pues… era una niña muy tímida, tenía solo un par de amigos. Mis calificaciones eran buenas. Mis padres seguían casados… cuando era mi cumpleaños, siempre me llevaban a el mismo lago, me daban un pastel de vainilla, mi favorito, y luego nadabamos todos juntos hasta que se hacía tarde—los recuerdos llegaban con fuerza a mi cabeza—entonces mi papá comenzaba a armar la tienda de campaña, y a la mañana siguiente regresabamos a casa, subía corriendo a mi cuarto y sobre mi cama, cada año, había un muñeco de felpa nuevo con um moño rojo sobre el…

—Eso debió haber sido genial—susurró Gorahk.

—Si… pero cuando cumplí 11 mis padres se divorciaron; mi padre desapareció y no volví a saber de él. Mi madre se volvió a casar pero… —no iba a decirle eso, no podía decirle que mi padrastro la había matado y había abusado de mí. No podía decirle que yo lo había matado, así que hice una pausa para pensar que decir—pero ella… enfermó y murió.

Gorahk me miró, había un intento de compación en su mirada, pero no era así, el no me compadecía.

—Eso es triste—dijo despuésde dar un gemido.

—¿Y qué hay de tí?—pregunté para cambiar el tema de la conversación—¿Cuál es tu historia?

—Oh no, no ,no. Yo no tengo una historia, simplemente no lo cuento a nadie.

—Pero yo si te conté la mía.

—No creí que fueras a hacerlo, pero agradezco tu confianza hacia mí.

—Y si yo confié en tí, ¿No puedes confiar en mí?

—No, lo siento, ratón, yo no confío en nadie.

—"Yo no confío en nadie"—lo dije intentando imitar su voz lo mejor que podía y haciendo gestos con las manos.

Él soltó una carcajada—¿Esa fué una imitación mía? Eres pésima.

—Ese no es el punto; quiero decir, no tienes que hacerte el "macho soy de acero y no me importa nada" conmigo, soy buena guardando secretos.

—Es bueno saberlo, talvez te lo cuente un día, quizá luego—se giró y me sonrió.

Entre el Cielo y el Infierno I: "Batalla de luces y sombras".Donde viven las historias. Descúbrelo ahora