CAPITULO 10

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TATÚM

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TATÚM

Aclara su garganta tomando asiento en la única silla que le ofrezco y que hay en la cochera, luego de sacudirla con una camiseta vieja del polvo que tiene y que encuentro en una de las cajas, todavía sin desempacar de la mudanza.

Dios querido...

Su rostro no me dice nada después de que soltó eso de la leyenda del hilo rojo que nunca le encontré sentido, mientras mirábamos por la ventana.

Ahora.

Ni gesticula movimiento de él, cuando de su portafolio apoyado a un lado de ella observando todo y no a mí, busca algo en su interior.

- ¿Puedo ofrecerle café, señorita Hernandez? - Murmuro, sentándome en esa misma caja y maldiciendo para mis adentros, por toda esta situación.

Niega.

- No hace falta... - Me alcanza el dichoso papel. - ...mi presencia hoy, solo es para presentarme, conocer... - Señala el papel que me da. - ...y para dejarles como explicar, los preceptos bajo los estatutos en que me voy regir a partir de mi próxima visita, que les haga a su futuro marido y a usted señorita Mon... - Mira la puerta lateral que conduce al interior de la casa, como buscando algo. - ...podría llamarlo, por favor? - Pide muy tranquila, acomodando su saco prolijamente abotonado.

- ¿Qué llame a quién? - Digo, sin dejar de leer la hoja.

¿De quién carajo, me habla esta mujer?

Silencio.

Elevo apenas mi vista por eso, para encontrarme con la mirada para nada aprobatoria de la señorita Yaritza totalmente en mí.

Ay, mierda.

- De su prometido, señorita Mon... - Responde.

Y quiero pegar mi mano en mi frente.

Cierto.

Siempre me olvido ese gran y musculoso detalle.

Cruza una pierna sobre la otra, para luego entrelazar sus manos sobre una de su rodillas con toda la paciencia del mundo.

- ...siempre deben estar ambos presentes, en mis entrevistas como visitas... - Su mirada va a mi mano izquierda.

Para ser exacta a mi dedo anular y arquea una ceja, bajo sus bonitos lentes.

- ¿Por qué, están comprometidos, no?

Lo miro también.

Sin nada y ni sombra siquiera, de haber llevado uno puesto en toda mi vida.

Río nerviosa.

- Lo siento... - Me disculpo tapando este con la hoja, luego de pasarlo por mis ya mugrientos pantalones que llevo puesto por su sudor.

Porque estoy transpirando como marrana de los nervios y por su mirada desconfiada, que no se fía nada en mí.

Señalo todo.

Todo por Lulú ®Donde viven las historias. Descúbrelo ahora