CAPITULO FINAL

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AMANDA

Yo controlo.

Esa es la famosa frase.

La frase que tantas y tantas veces hemos dicho.

Y dice, cualquier persona a una cierta adicción.

Como yo.

Que no se va adueñar de mí, decía.

Porque sé, como va estocomo hasta donde puedo llegar y controlarlo, me repetía con cada sonido de mis pasos por mis elegantes tacones altos, en esos escondidos Boulevares de zonas de mala muerte que tenía que ir para llegar a ellas.

Una y otra vez.

Dónde, la miseria y el bajo mundo reina, siendo testigo en esas calles de los que las venden y te dan acceso.

Como a los que la consumen.

Los adictos.

Cual vi que no existe razón social para la drogas, ya que puede ser clase baja.

Otros, marginales de la sociedad.

Estudiantes en escapadas nocturnas o a plena luz para su compra.

Gente de poder o como yo.

Siendo en un principio, mi consumo social.

Tal vez en el baño de alguna fiesta de gala.

Otras, por el ofrecimiento de alguien "amigo" en un momento de vulnerabilidad, cuando solo necesité un abrazo con amistad, pero ese abrazo era un pequeño papelito que envolvía ello a modo consuelo y no, un oído para escucharme con un gesto de cariño.

Algo esporádico y de poca cantidad en un comienzo.

Y donde al fin.

Esta caían sus gramos como la nieve a las montañas o a una ciudad en un día de invierno.

Puñados.

Grandes.

Y yo, dejándome llevar por ella y las circunstancias que me embargaban, creyendo no sé si la solución a ellos, pero sí, encantándome más y más.

Con cada inhalación, pastilla o alguna cápsula de Vicodin.

Por la sensación que me colma tras consumirla luego.

Y como lo feo según yo de mi vida, se alejaba de mí, gracias a ello.

Por un instante o por el tiempo de efecto de esas drogas, pero que valía la pena, porque mi agonía ya no estaba.

Ninguna pena.

Ningún dolor y la amargura que uno cree en su momento, que no tiene consuelo o que si la hay, reemplazando ese abrazo que necesitabas antes.

Ese gesto de cariño que urgías como un grito en silencio, pidiendo comprensión en tus distintas formas de llamar la atención sean correctas o no y dentro de tu irracionalidad de comportarte, era un pedido de ayuda o cariño sincero al fin.

Pero que se fue adueñando y solo, legado a lo que te mata en vida.

A las drogas.

Empezando mi calvario.

Uno que poco a poco y día tras día, sobre ese yo controlo.

Perdí mi familia.

Amigos.

Mi piso.

Y hasta mi trabajo.

Uno, que me apasionaba y era muy buena en ello.

Todo por Lulú ®Donde viven las historias. Descúbrelo ahora