CAPITULO 21

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TATÚM

Corto la llamada a mi hermana sin dejar de reír y con la promesa que estoy en camino.

Y corro al pasillo que va al baño para avisar a Cristiano que debemos ir a la casona, pero el sonido de aún el agua de la ducha cayendo, me recuerda lo que el cretino me hizo momentos antes y guardo silencio, apoyada contra la pared pensativa y mordisqueando mi celular.

En realidad deliberando, si debo o no debo.

Pero la maldad me puede, cuando llego a la puerta del baño cerrada y veo parte de la ropa que traía tirada en el suelo.

Con cuidado y atenta a los sonidos que delaten que terminó con su ducha, recojo su camisa como pantalón y del interior de estos, las llaves de su camioneta y de la casa vecina.

Y apurando mis pasos, pero de puntitas para que no me escuche, voy al cuarto de lavado y ya teniendo una idea vaga del uso de la máquina infernal, pongo todo en el programa más largo para luego volver y arrastrando una silla.

Trabarla al picaporte y que le impida salir, cuando quiera abrirla.

Y una risa silenciosa pero muy diabólica, se me escapa tomando mi cartera del desayunador de la cocina y lanzo a su interior jugando entre mis dedos con la llave de su camioneta los de su casa como billetera.

Perfecto.

Pero dejando unos billetes sobre esta, con su celular y alcance de su vista.

Para que se tome un taxi a la casona.

Si se atreve.

Y si lo hace, en bóxers o con algo de ropa mía, ya que imposible buscar algo suyo en la de él.

Siendo mi arte final.

Apagar el termotanque de agua caliente, cerrando con fuerzas mis ojos volviendo al pasillo a la espera de su grito, ya con mi maletín de primeros auxilios.

Que, no se hace esperar mucho.

Y sobre su gutural grito al caerle sin piedad el agua fría, mi respuesta es con una carcajada y sobre su forcejeo de intentar abrir la puerta del baño y fracasar.

- ¡A una mujer, no se le hace eso! - Seguido. - ¡Me voy a lo de mis padres! ¡Jódete, Grands! - Lanzándole un beso entre risa al aire y correr a la puerta de entrada como a su camioneta, mezclándose mi risa con sus blasfemias y despotricando contra la pobre puerta del baño que en vano quiere abrir.

Para luego, minutos después y tras un chequeo por el médico de cabecera de la familia que ayudo, con mamá y nana Marcello que vino también, mientras arropa más al ahora dormido papá.

Y con mi primo Caleb desde una pared, observando todo entre preocupado y divertido mordiendo una uña y que gime, acomodando su pelo que cae de su frente.

Todo por Lulú ®Donde viven las historias. Descúbrelo ahora