3. Primeros movimientos Pt.1

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Sagras, el guardián del fuego, permaneció sentado sobre el saliente de la roca con las piernas cruzadas, a la espera de la inminente llegada de las tropas oscuras que buscaban a Agoyh y al hijo de Adenak. Las tropas lideradas por Velker no se demoraron en su aparición. No obstante, se extrañaron al ver a un joven de pelo rojizo, con vestimentas rojas y negras, símbolo de la Orden del Fuego. No dudaron en amenazarlo y exigir información referente a Baren. Sagras no pareció inmutarse ante tal requerimiento, no mostró señal alguna de temor por el número de soldados, ni siquiera necesitó abrir los ojos para percibir cuántos contendientes había, incluyendo a los tres arqueros deseosos de hacer sonar su arco contra él.

Finalmente abrió los ojos, sonrió y miró con superioridad a las tropas oscuras. En realidad, el hechicero esperaba más soldados, poco más de una docena no serían más que un aperitivo para su poder. El hechicero volvió a cerrar los ojos ignorando por completo a sus adversarios. Uno de los guardias dio un paso para dirigirse hacia el hechicero. Ese movimiento fue fatídico para él, desconcertado, sin poder oponer resistencia alguna; un gran calor recorrió su cuerpo, un calor que se transformó en llamas y ardió ante la presencia de sus camaradas, observadores atónitos al ver que solo quedaban cenizas de su compañero.

Sagras alzó la vista hacia la copa de los árboles donde se hallaba uno de los arqueros. Después se fijó en las tropas de tierra que habían desenfundado sus espadas, y que esgrimían grandes lanzas y blandían oscuras cimitarras. Los arqueros tensaron el arco a la espera de la orden de su superior. Tilos, el Pez Traidor, era el líder de aquel escuadrón, fue reclutado por Velker al sur del reino de Rawil, en Evisar, el continente del Este, tras arrasar su ciudad. Tilos traicionó al señor de Puerto Abierto dejando un paso abierto a las tropas oscuras, lo cual llevó a la invasión de la fortaleza y la caída de la ciudad. El guardián del clan del fuego reconoció al viejo Tilos. Ante la mirada desafiante de Sagras, Tilos indicó a su primer arquero que lanzara la primera oleada de flechas. El sonido de los arcos perturbó la paz del bosque. Sin embargo, no duró mucho, y una lluvia de cenizas cubrió la noche. Tilos dirigió un nuevo ataque con el mismo resultado.

―Esta batalla es inútil. ―Aquella fue la primera vez que escucharon la voz del hechicero―. El futuro está en vuestras manos, continuar aquí significa morir, si marcháis quizá pueda perdonar vuestra ofensa.

―¡Tus trucos de magia no nos impresionan! ―le respondió Tilos alzando su espada―. somos soldados del señor Ukog.

―No digáis que no fuisteis advertidos... ―dijo el guardián en voz baja.

De la unión de sus manos emanó una gran concentración de energía formando a su alrededor un tornado de llamas. El tornado cubrió por completo al guardián elevándose por encima de la altura de los árboles. Las tropas se dejaron llevar por el pánico, tratando de deshacerse de cualquier peso inútil durante la huida, el caos se hizo presente provocando la sonrisa de Sagras. Un simple chasquido de sus dedos consiguió dirigir la inmensa columna de fuego hacia sus enemigos. Tilos había subestimado el poder del guardián del fuego, cuando fue consciente de la situación ordenó la retirada. Pero era demasiado tarde. El fuego pronto atrapó a los soldados y a los arqueros sin ninguna vía de salvación posible. Sus cuerpos ardían hasta convertirse en estatuas de cenizas que el viento se encargaba de disolver. La vista era desoladora, el ataque acabó con sus enemigos y con toda la vida que había en el territorio. Al presenciar aquella belleza convertida en un campo negro, Sagras susurró «Perdóname», e hizo un ademán con las manos como si rezara por tal perdón al señor del bosque.

HEREDEROS DE LA LUZWhere stories live. Discover now