4. Cuando el fuego encuentra al dragón Pt.3

19 4 0
                                    


Matir mandó subir a la tarima a las seis primeras personas que serían subastadas. El guardián del fuego pudo distinguir a dos mujeres, un hombre joven de las tierras salvajes, una criatura que a su parecer parecía venir de los bosques del sur, un tullido y un chico de pelo gris. Entornó un poco los ojos, aquel chico era el mismo con el que se tropezó antes de entrar al castillo de los Cerezos. Por un momento sintió la culpabilidad de no haberlo ayudado. Ahora comprendía por qué huía: iba a ser vendido como esclavo, seguramente como mano de obra barata para algún comerciante o como entretenimiento para algún noble.

―¡Atención! ―dijo el organizador de la subasta―. ¡Estas están entre las seis piezas de más valor que tenemos hoy! Y la estrella la tenemos aquí. ―El hombre miró con cierto desprecio a un hombre, fuerte y musculado―. Este valioso salvaje, un hombre fuerte donde los haya, experto en casi todas las armas conocidas... ¡No dudaría en hacerme con él! ―El público aplaudía y parecía existir más de una persona interesada en aquel hombre―. En segundo lugar, tenemos a un elfo. ―Aquello sorprendió a los presentes, no era fácil capturar a un elfo―. ¡Sí, señores, un elfo! ―repitió―. Comprenderán que esta pieza es muy valiosa, pues es muy difícil capturarlos y ya sabemos que cada vez escasean más. Esta será una bonita pieza para cualquiera de sus colecciones, amigos míos. ―Los murmullos entre compradores cada vez eran más evidentes―. En tercer lugar, tenemos a este magnífico niño de ojos rojos y pelo gris. ―El público se quedó mudo al ver a ese niño tan anómalo. El hombre de la subasta percatándose de lo que sucedía continuó―. Si creíais que la estrella era el guerrero del este, estáis equivocados: ¡el chico es la pieza estrella, es la criatura más joven de hoy! Y fijaos bien en él, ¡es único en el mundo! ¡Empecemos la subasta del niño! ―El organizador esperó a que los presentes aplaudiesen y continuó aclarándose la garganta―. ¡Su precio de salida es de quinientas monedas de plata! ―añadió el subastador―. ¡Adelante las pujas!

Los presentes no dejaban de subir los precios; la alegría de Matir contrastaba con la desolación reflejada en el chico de pelo gris. Sagras seguía atento a todo lo que sucedía y cuando decidió que no podía aguantar más aquella situación, se elevó sobre las personas de la plaza dejándose ver flotar por encima de sus cabezas. Los asistentes dejaron de hablar en ese mismo instante, el silencio en la subasta se hizo presente. Sin pronunciar palabra alguna, el hechicero conjuró una lanza de fuego, miró al público con indignación y lanzó aquel ataque contra Matir, que sintió el fuego atravesar su pecho. Cuando el público comprendió lo que sucedía estalló en una locura general, pisándose y empujándose como bestias salvajes unos a otros. Sagras admiraba el nuevo espectáculo, lanzando nuevos ataques de fuego para ahuyentar a los pocos guardias que habían permanecido en sus puestos.

―Detente ―dijo finalmente Ayun II―. ¡Tú debes protegerme! ¡He pagado mucho dinero por tus servicios! No puedes... ―Sagras amenazó al emperador con un hechizo de fuego en la palma de la mano. Ayun no continuó con su discurso.

―Jamás volveréis a convocar la Gran Recolecta ―advirtió. Ayun no pudo contraatacar aquellas palabras. Estaba temblando en su asiento.

La plaza quedó totalmente desierta, a excepción de los esclavos que seguían prisioneros debido a las cadenas, ocasión que aprovechó el joven mago para descender hasta el encuentro de un moribundo Matir.

―Tranquilo ―dijo el mago―, no estoy aquí para acabar con tu agonía, vivirás para recordar el poder de la llama, para recordar que Sagras, el guardián del fuego estuvo aquí. Recordarás todo y lo recordarás para no olvidar que retornaré si vuelves a organizar un evento tan repugnante como este.

Sagras liberó a todos los esclavos que aún permanecían atados a su destino por aquellas cadenas. Algunos parecían contentos de ser liberados y agradecieron la oportunidad, otros parecían atemorizados ante su nueva vida; algunos huyeron sin más, seguramente tratando de olvidar lo ocurrido.

HEREDEROS DE LA LUZWhere stories live. Discover now