8. El final del entrenamiento Prt.3

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Tras las últimas palabras del semielfo Baren entró a la arena junto al resto de los participantes para recibir el calor del público. Pese a los aplausos dirigidos a los dos generales de los ejércitos de Iderio, lograban discernirse habladurías sobre la juventud de Baren. Tal como esgrimía el protocolo los combatientes saludaron a sus majestades. Los ojos de Baren se cruzaron con los de Irim y el sintió un ligero rubor.

El destino jugó en contra del discípulo del semielfo, pues Morel fue el primer rival a batir. Las apuestas ante aquel encuentro no hicieron más que ratificar el fervor de los habitantes hacia su general. Para sorpresa del semielfo alguien más confiaba en su alumno, pues otra persona decidió apostar a favor del joven. El juez dio inicio al primer combate. El joven aguardaba nervioso al primer movimiento por parte de su rival, Morel se decantó por ataques ágiles y certeros a puntos vitales. Sin embargo, Baren parecía no mostrar dificultades en esquivar cada uno de los estoques, incluso sin desenfundar su arma. La general no sabía cómo reaccionar ante tal humillación. El público sorprendido ante los acontecimientos transcurridos en la arena comenzó a gritar. Morel no daba crédito y aumentó en velocidad sus ataques. No se había visto obligada a tal esfuerzo desde su final contra Lumal. Al fin, obligó a Baren a contraatacar; pese a los fuertes ataques de su experimentada adversaria le bastó un simple movimiento para desarmar a su rival, poniendo fin al primer combate. Su primera victoria. La cara de orgullo de su maestro no tenía nada que ver con la sorpresa general del público. Tras un breve silencio, los aplausos llenaron el lugar. Baren recibió el aliento de la victoria. El semielfo abandonó la zona de justas con satisfacción al ver cómo el entrenamiento había dado sus frutos, ahora solo debía recoger la recompensa por haber mostrado la confianza en su discípulo desde el primer momento.

―Ha sido toda una sorpresa verte de nuevo ―dijo una voz grave tras el semielfo―. Ha pasado mucho tiempo.

―Me alegro de verte, general Lumal. Así que fuiste tú quien apostó en contra de Morel. Buena elección.

―Morel es una excelente guerrera, táctica, ágil, posee una visión estratégica que igualaría a su majestad. Sin embargo, yo sabía quién era ese muchacho. Los rumores se extienden con facilidad, un semielfo recibido por el mismísimo rey Feron. Pronto supe que respondía al nombre de Dreid, así que al verte con ese muchacho supe que sería tu discípulo. De ser así, pocas opciones jugaron a favor de Morel. Jamás llegué a imaginar que se trataría del mismo hijo de Adenak, difícil de esconder un linaje como el suyo. ―Rio el gigantón.

―Los años parecen haberte conservado la memoria ―contestó Dreid―. Morel era capaz de alzarse con la victoria. Fue su confianza y su errónea valoración del rival quien encaminaron a la Serpiente Azul a la derrota.

―Si consigue derrotar al resto de contendientes me enfrentaré con él en la final. Sabes que jamás se encumbrará con la victoria, ¿verdad?

Cada nuevo combate acercó a los dos aspirantes a la final. El joven empezó a fraguarse un nombre entre los guerreros, incluso el público comenzó a apostar a su favor. Al final consiguió llegar al último combate sin muchos esfuerzos. Esta última gesta iba a ser diferente a las demás, tanto que sorprendió al propio Dreid. El semielfo jamás dudó de las habilidades de su aprendiz, pero era la primera vez que Baren se enfrentaba con rivales reales, rivales que deseaban su derrota y pese a todo, había superado sus propias expectativas. Baren estaba ahora ante Lumal. El joven desbordaba confianza y seguridad, aunque mostró respeto por su rival. Tras los aplausos del público ante la aparición del general del ejecito del Oso Rojo, el joven buscó la mirada de Dreid en busca de sostén, pero también encontró el apoyo que necesitaba en el rostro de Irim, que seguía cada movimiento del joven con devoción.

―Es un honor competir contra el hijo del gran Adenak ―dijo Lumal―, vuestro padre fue un gran guerrero, ahora debes mostrar de lo que eres capaz jovencito. Prometo no mostrar piedad.

―Agradezco vuestras palabras. Para mí es todo un honor enfrentarme a un guerrero como vos.

La final dio comienzo. Las espadas fueron desenfundadas y preparadas para la ofensiva. La concentración y el aura de poder de aquellos dos hombres hizo que el público callase y esperase cada movimiento. Baren anhelaba alzarse con la victoria, ansiaba demostrar a su maestro la confianza depositada durante todos estos años juntos. Lumal por su parte no cometería los errores de Morel, no podía permitir que un joven pusiese en duda el poder de un general. Sin embargo, lo que se esperaba como una gran batalla, no llegaría ni a empezar. Cuando Baren realizó el primer movimiento, el hechicero del fuego encargado de custodiar la ciudad de Idej interrumpió la contienda situándose junto a Lumal. «El momento ha llegado, debemos partir» le susurró, tras las palabras, un decidido Lumal abandonó la arena. Nadie entendía qué acababa de suceder y los gritos no se hicieron esperar. Baren continuaba con la espada en alto, pero allí ya no quedaba ni rastro del general. Dreid, aún perplejo, intentó acercarse a su antiguo compañero, pero la multitud indignada le impidió lograr su objetivo. Los organizadores se vieron desbordados ante las quejas de los allí presentes, los jueces debían otorgar la victoria al joven Baren, acto que indignó más al público, pues gran parte había perdido grandes sumas de dinero en las apuestas. A decir verdad, ni el joven Baren deseaba ser proclamado vencedor, no sería él quién aceptase una victoria así. Pero un nuevo rival se introdujo en la contienda. El público estalló en júbilo al ver a su rey unirse al torneo, Feron era incapaz de ocultar cierto temor a su reputación, alguien de su posición no podía permitirse obtener una derrota a manos de un joven desconocido.

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HEREDEROS DE LA LUZWhere stories live. Discover now