8. El final del entrenamiento Prt.1

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Los años se sucedían uno tras otro, más rápido de lo que a Dreid le hubiera gustado. Cerca de una década había transcurrido desde su primer encuentro con Baren, en la vieja cabaña de Agoyh. Fue tras el nacimiento de Aulon, el primogénito de la unión del guardián del hielo y la hija de Lennan, que el semielfo decidió partir junto a su aprendiz con el fin de completar su entrenamiento. Para formarse como guerrero era necesario huir de las comodidades que un hogar ofrece, al menos esa era la opinión de Dreid, aunque Agoyh no estaba de acuerdo, no deseaba ver partir al que hasta ese momento había cuidado como un familiar más.

Lennan, el Viejo Lobo, veía cómo los temores de tiempo atrás parecían marchitarse ante la posibilidad de una Segunda Resurrección, por un momento creyó que quizá el Consejo había tomado una decisión acertada en el llamado Séptimo Canto, pero de eso ya habían transcurrido nueve inviernos. A decir verdad, tras la reunión del Consejo, los movimientos del ejército oscuro se disiparon, a oídos de Lennan solo habían llegado pequeños reductos de violencia, así como algunos informes que daban indicios de que el ejército de Ukog seguía aumentando.

Durante los años que duró el entrenamiento de Baren, este se había convertido en un joven con grandes aspiraciones. Pero para finalizar esta etapa faltaba la experiencia real en combate. Por ello, Dreid lo inscribió en el torneo anual de espadas organizado por el reino de Iderio, oportunidad que serviría para comprobar el esfuerzo y la valía del joven. Era lícito reconocer las cualidades mostradas por el joven ante una hoja, pero había llegado el momento de mostrárselo al mundo y si la suerte les acompañaba, sería una oportunidad para obtener una buena recompensa.

Idej, la capital del reino, ya se había dispuesto para albergar tal evento; en toda la ciudad era palpable el gran respeto ante la celebración del torneo de espadas. Cada paso que recorrían por las calles blancas sumía al joven en difusos recuerdos, tenía la sensación de haber corrido ya por aquellas callejuelas. Maestro y alumno alcanzaron el punto de inscripción del torneo. Guerreros de todo el mundo se reunían para mostrar sus habilidades y conseguir la victoria. Entre todos los presentes el semielfo reconoció a Lumal, guerrero que había vencido en los tres últimos años. Su colosal aspecto de tez morena lo presentaba como un rival a tener en cuenta.

―Debemos tener cuidado con Lumal, capitán del ejército del Oso Rojo de Iderio ―le aconsejó Dreid―, su fama le precede, no ha sido abatido por nadie en los últimos tres torneos.

―Su punto débil debe encontrarse en su propio aspecto, dudo que pueda moverse con cierta agilidad, además, parece ya viejo. Estoy seguro de que seré capaz de vencerle. No creo que deba tenerlo presente.

―No necesitas tal nivel de confianza joven Baren. No creo que estés suficientemente preparado para vencerle. Lumal se ha curtido en numerosos campos de batalla, incluso yo tuve el honor de luchar junto a él en la guerra de las Nuevas Alianzas. Formaba parte del escuadrón Marfil junto a Actrual, su padre, el mismo escuadrón que tu padre jovencito.

―¿Luchó junto a mi padre? ―aquellas palabras hicieron que Baren dejara a un lado su ego y tuviera cierto respeto ante el guerrero―. Aun así, creo que seré capaz de vencerle.

―Lo veremos en el campo de batalla. Caminemos hasta el castillo del rey, tiempo hace que no comparto espacio con mi antiguo compañero Feron. Gran amigo en el pasado y no encuentro razón alguna por la que hoy no lo sea.

El castillo era tal como guardaba en su memoria, las grandes banderas de la antigua alianza del norte aún ondeaban en la capital, símbolo de la unión de los dos antiguos reinos para formar Iderio. Baren se sumió en el recuerdo de una oscura noche seguida de un río de sangre junto a la imagen de su padre. La puerta principal, ante la sorpresa de maestro y aprendiz, estaba custodiada por dos hechiceros elementales.

HEREDEROS DE LA LUZWhere stories live. Discover now